Feliz portazgo
El Gobierno, su partido, la oposici¨®n, tambi¨¦n, y, por supuesto, los medios que se complacen en la pol¨ªtica de lo peor, lo han repetido hasta la saciedad: el acuerdo entre el PNV, EA y EH es el portazgo que el nacionalismo democr¨¢tico ha tenido que pagar al abertzalismo radical e, incluso, a ETA para asegurar el proceso de paz, de la misma manera que el Pacto de Estella fue condici¨®n indispensable para la tregua declarada por ETA. Yo tambi¨¦n creo que es as¨ª, pero, por eso mismo, me alegro muy mucho de tales acuerdos, y pienso que habr¨ªa que felicitar, por su valor c¨ªvico y sentido del Estado -sean o no conscientes de ¨¦l-, a quienes han tenido el buen sentido de conseguir, a tal coste, la paz. Se discutir¨¢, especialmente durante la campa?a electoral, qui¨¦n ha seducido a qui¨¦n. Pero la seducci¨®n en pro de la paz es siempre buena.La paz, en nuestro tiempo, es un valor absoluto como son los bienes que con ella se garantizan, empezando por el bien sagrado de la vida. Y la ¨²nica v¨ªa para conseguirla y consolidarla, en nuestra latitud geogr¨¢fica e hist¨®rica, es el consenso democr¨¢tico. Esto es, el gobierno de la mayor¨ªa, el respeto a la minor¨ªa y la garant¨ªa de los derechos individuales y colectivos. Vale cualquier palabra y actitud que induzca a seguir estos caminos y conseguir aquellas metas y se descalifica por s¨ª sola cualquier otra opci¨®n. S¨®lo vale la v¨ªa democr¨¢tica y s¨®lo importa la paz.
Ret¨®rica aparte, el Pacto de Estella fue una apuesta en pro de la decisi¨®n democr¨¢tica y, en su ¨²ltimo acuerdo, las fuerzas nacionalistas vascas insisten en ella y rechazan toda forma de violencia. Que EH tome tal decisi¨®n me parece de relevancia hist¨®rica. Como hace poco se?alaba en estas mismas p¨¢ginas Javier Tusell, esto es lo que importa. Es el hecho de que no haya muertes ni secuestros desde hace cerca de un a?o y que la violencia callejera disminuya, lo que tiene fuerza normativa y da credibilidad a la apuesta radical por las v¨ªas pol¨ªticas pac¨ªficas y democr¨¢ticas. Lo dem¨¢s, la ret¨®rica, sin duda imprudente, que ilusiona, en exceso, a unos y atemoriza, no menos en exceso, a otros, o la falta de condena formal, es, adem¨¢s de previsible, irrelevante. ?Cu¨¢les han sido los costes de lo conseguido? De una parte, algo ya descontado. La consolidaci¨®n de un bloque nacionalista incoado hace ahora cerca de dos a?os con el frustrado intento de aislar a HB. Quienes no vieron entonces el alcance de su error deber¨ªan ser ahora m¨¢s sensibles a los argumentos, en pro de la flexibilidad negociadora, de quienes entonces anunciamos los resultados de una estrategia equivocada. De otra, la mayor estabilidad del Gobierno vasco, algo que debiera considerarse positivamente por cuantos dicen creer en las virtudes de la gobernabilidad. Pero, sobre todo, una tercera: la apuesta pol¨ªtica por resolver democr¨¢ticamente el futuro de Euskalerr¨ªa.
Esta ¨²ltima es la gran cuesti¨®n. Reconocer el problema pol¨ªtico en el cual se enraiz¨® la violencia y decidir abordarlo con los argumentos, ret¨®rica incluida, por excesiva que sea, y los votos, esto es con la raz¨®n, en vez de hacerlo con la fuerza. ?Es esto cre¨ªble? Progresivamente los hechos demuestran que s¨ª. ?Es esto asumible? Sin duda alguna para quienes crean en una sociedad abierta en la que nada est¨¢ proscrito ni prescrito a la libre voluntad de la ciudadan¨ªa. ?Es esto peligroso para el Estado? Quienes, precisamente por espa?olistas, creemos en la hondura, permanencia y fuerza de las razones de Espa?a, no vemos peligro alguno, antes al contrario, en la apuesta democr¨¢tica por la paz. Porque esa paz y el di¨¢logo que la vida democr¨¢tica debe llevar impl¨ªcito, si hay ciencia y paciencia para conducirlo, permitir¨¢ sacar a luz factores y f¨®rmulas de integraci¨®n. Y es esa integraci¨®n permanente y voluntaria la que dar¨¢ vida a la Espa?a Grande.
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