La campa?a del lino
Las elecciones europeas siguen pareciendo un campo susceptible para la experimentaci¨®n, como si nada se arriesgara o pusiera en peligro en ellas. De poco sirve que se diga, una y otra vez, que est¨¢n en juego cuestiones importantes, como el cambio que se est¨¢ produciendo en las instituciones europeas, la guerra de Kosovo o la crisis econ¨®mica. El elector, pues, va a utilizar estas elecciones como un medio para emitir un juicio sobre el Gobierno, tal como sucede en EE UU en las midterm elections o en Gran Breta?a con las parciales. Pero en Espa?a lo va a hacer con una limitad¨ªsima oferta de los partidos principales. El PP rebosa de autosatisfacci¨®n, un pecado explicable en los pol¨ªticos, pero casi nunca justificado de cara a los ciudadanos. Cuando el interrogante acerca de ¨¦l reside en saber si puede tener en su d¨ªa la mayor¨ªa absoluta, se explica que alg¨²n candidato hable como quien hace un favor al presentarse. El PSOE no peca s¨®lo de ausencia de renovaci¨®n, sino de sobra de desconcierto. Si unos est¨¢n encantados de conocerse a s¨ª mismos, otros ni siquiera acaban de aclararse acerca de qu¨¦ har¨ªan con el pa¨ªs si cayera en sus manos. En estas condiciones, la mayor parte de los argumentos empleados en la campa?a consisten en lanzar contra el adversario dos acusaciones a cada cual m¨¢s temible: que es un fresco y que, adem¨¢s, es amigo de Arzalluz. De lo segundo m¨¢s vale no tratar mientras que lo primero vincular¨¢ en el futuro esta campa?a con el lino.Esta cuesti¨®n, sin embargo, no debiera ser materia de discusi¨®n alguna en un debate electoral: si aparece en ¨¦l, la raz¨®n deriva de las insuficiencias paralelas de ambos contendientes. Demos por supuesto que no ha existido actuaci¨®n delictiva alguna, aunque m¨¢s de un argumento puede haber para ello. Lo que falla en este caso no es el exceso de entusiasmo subvencionador de la UE, como piensan los ultraliberales, ni la corrupci¨®n de la derecha tradicional, como opinan los socialistas, ni la est¨¦tica, como dice Loyola de Palacio, ni los reflejos del Gobierno, como dicen algunos cr¨ªticos demasiado benevolentes. Lo que falla de manera clar¨ªsima es la ¨¦tica del servicio p¨²blico que debiera inspirar la tarea de la Administraci¨®n.
Nadie ha podido justificar, hasta el momento, las subvenciones del lino; por tanto, cualquier servidor del inter¨¦s p¨²blico debiera haber intentado solucionar esta situaci¨®n. Parece adem¨¢s evidente, tanto la legalidad de la subvenci¨®n como la incompatibilidad moral entre ejercer un cargo p¨²blico y cobrarla. El plus que se exige a los pol¨ªticos en el terreno del comportamiento moral se basa en la necesidad de una ejemplaridad que no tendr¨ªa sentido en un ciudadano. No es cuesti¨®n de textos legales, por m¨¢s rigurosos que pretendan ser: si hoy se reglamentara la imposibilidad de recibir subvenciones de los cargos p¨²blicos, inmediatamente surgir¨ªa un procedimiento para eludirla. Se trata, por el contrario, de una elevaci¨®n general de los modos de actuaci¨®n, que se sit¨²a por encima de la media de lo admitido y se determina en unas normas de conducta, respetadas por todos. En EE UU, un congresista no puede cobrar conferencias sobre materias pol¨ªticas al margen de su sueldo, y en Gran Breta?a los diputados no pueden hacer preguntas parlamentarias sobre materias acerca de las que ejerzan las asesor¨ªas en su vida profesional. Se dimite, adem¨¢s, con mayor frecuencia y la dimisi¨®n no supone de forma necesaria el sepelio pol¨ªtico.
En Espa?a, por desgracia, esta cultura de la vida p¨²blica anglosajona no ha llegado a prender. ?sa es la raz¨®n por la que, cuando se plantea una cuesti¨®n como la del lino, el acusado se resiste arguyendo en t¨¦rminos de legalidad, acaba retir¨¢ndose a la trinchera de la est¨¦tica y combina en su defensa argumentos de legalidad y de conspiraci¨®n ajena. Pero si con eso se equivoca tambi¨¦n lo hace quien presenta una incorrecci¨®n como un atraco y el que, lejos de ofrecer una salida y unas normas compartidas por todos, ve en todo corrupci¨®n galopante. Lo peor del caso es que, por este procedimiento, el debate pol¨ªtico se prostituye. Ya hubo mucho voto en blanco en la pasada elecci¨®n. Veremos si, con estos mimbres, no aumenta en ¨¦sta.
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