Ganarse el cielo
ESPIDO FREIRE Los pobres inspiraban distintos miedos: el miedo matizado, m¨¢s fastidio que otra cosa, de los que ped¨ªan puerta por puerta, y de los que se sospechaba que, en realidad, escond¨ªan fortunas, o un trabajo mejor: el miedo, mezcla de asco, ante los desharrapados en la calle, con sus carteles plagados de faltas de ortograf¨ªa y las u?as renegridas: el miedo virulento, racista, contra los gitanos. Hasta hace pocos a?os no se pod¨ªa ocultar la miseria de esas gentes, incluso cuando las ciudades viv¨ªan etapas doradas: en Venecia, en Florencia o Par¨ªs se les acusaba de propagar la peste, de robar y asesinar ocultos bajo el anonimato y la rapidez. Tuvo que ser Barcelona, en el a?o 92, quien introdujo en la pen¨ªnsula la idea de mandar, v¨ªa ferroviaria, sus personas conflictivas, sus personas-desecho a otras localidades. Es decir: barri¨® y ocult¨® la suciedad bajo la alfombra. Con el nuevo albergue de transe¨²ntes de Bilbao se quiere ofrecer una soluci¨®n distinta: revestir de dignidad la pobreza y ofrecer cierta independencia a las personas que no resistan un control m¨¢s exhaustivo. Desde antes de su inauguraci¨®n, y mucho m¨¢s ahora, se han escuchado voces discordantes: no tanto por la presunta utilizaci¨®n electoralista del edificio, sino por las prestaciones que promete. Solarium, salones con televisi¨®n digital, dispensadores autom¨¢ticos de jab¨®n... Los mendigos, parece ser la creencia general, no necesitan de tantas comodidades. Son vagos, drogadictos, seres envilecidos, historias rocambolescas. Por l¨®gica, si no pueden permitirse pagar un alquiler, si han de vivir de la caridad, esta caridad debe limitarse a unos m¨ªnimos. Comida y limpieza. Da pena destinar un edificio nuevo a tales usos, a unas personas que no mostrar¨¢n ni aprecio ni cuidado por los objetos. En realidad, en el inconsciente perdura la idea del pobre que bendec¨ªa a quien le auxiliaba, fuera con un poco de dinero o con un plato de sopa. Los pobres vend¨ªan estampitas religiosas, o romances, u oraciones. Deb¨ªan mostrarse humildes, ya que no era s¨®lo el dinero lo que les separaba de sus benefactores: mediante los pobres, el resto de la gente ganar¨ªa el cielo. Eran, en realidad, objetos, medios por los que lograr otro fin. Siempre habr¨¢ pobres, pero a m¨ª me tendr¨¦is poco tiempo entre vosotros. Resulta especialmente curioso, por tanto, que en un momento en que levanta ampollas referirse a la caridad o al esp¨ªritu cristiano para auxiliar a los necesitados (la palabra "solidaridad" cubre el hueco) la vieja idea de la inferioridad de los menesterosos contin¨²e. No tiene lugar presentarles opciones de ocio, ni de satisfacci¨®n, sino cubrir sus necesidades b¨¢sicas, y, todo lo m¨¢s, proporcionarles un empleo. La sensaci¨®n de que esas personas gozan de comodidades de las que la gente normal -la gente honrada que trabaja y se busca el pan en buena forma- no disfruta, resulta poco menos que insoportable. El vecino que asciende s¨²bitamente de categor¨ªa social por la loter¨ªa despierta envidias; el pobre bien acogido, resentimiento. Al fin y al cabo, siempre podremos ganar un premio y enriquecernos; pero el pobre supone de pronto una competencia. ?l ha sido el ascendido. En un momento en el que la miseria aumenta, y cada vez se ve m¨¢s gente en la calle, gente que conoci¨® otra posici¨®n, hombres de mediana edad que han perdido el trabajo y la posibilidad de lograrlo, mujeres que huyen, o caen, en la prostituci¨®n, refugiados, j¨®venes..; en un momento as¨ª, no s¨®lo resulta indigno regatear con ellos, resulta insensato. Una sociedad moderna y equitativa no puede hacer distingos. No puede volver la cara con fastidio cuando est¨¢ sentado en una terraza y alguien pide dinero. Y si contin¨²a con el caf¨¦, si no le auxilia y deja que se marche sin dinero y sin ayuda, ?c¨®mo puede, adem¨¢s, negarle un albergue nuevo, una habitaci¨®n donde pueda dormir a solas, un lugar bien pintado y bien construido? ?C¨®mo podemos condenar a esas personas a la miseria, a la fealdad, a la invisibilidad? ?Nos encontramos tan a salvo? ?Hemos llegado a envidiar el mendrugo al pobre?
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