Di¨¢logo con ETA
Las insinuaciones de las ¨²ltimas semanas han desembocado en la confirmaci¨®n por parte de Aznar de que ya ha habido un encuentro directo entre representantes del Gobierno y dirigentes de ETA. La noticia importante fue el anuncio, en noviembre, de que el presidente "autorizaba" tales encuentros, por lo que fingir ahora sorpresa ser¨ªa hip¨®crita. Pero aquel anuncio fue acompa?ado de un solemne compromiso de transparencia: no habr¨ªa m¨¢s exploraciones subterr¨¢neas o encuentros secretos, se dijo, con clara intenci¨®n de desmarcarse respecto al pasado. Ahora nos enteramos de un contacto directo producido hace m¨¢s de dos semanas como culminaci¨®n de otros intercambios epistolares. La reserva puede ser razonable, especialmente en estos tanteos iniciales, pero la palabra de un presidente del Gobierno deber¨ªa valer m¨¢s. Aunque lo importante sea el contenido de lo tratado, no deja de ser un mal comienzo que el compromiso de transparencia se considere caducado sin previo aviso. Especialmente cuando luego se hace emerger la noticia del encuentro con un fuerte olor electoralista: a seis d¨ªas de una triple cita con las urnas y en el entorno de reiteradas declaraciones de Arenas y del propio Aznar atribuy¨¦ndose el m¨¦rito de que ya no haya atentados. ?Quiere esto decir que era suya la culpa cuando los hab¨ªa? Todo esto no puede dejar de ofender la memoria de tantos ciudadanos que han resistido a ETA durante a?os sin pretender pasar factura por ello. La borrachera de autosatisfacci¨®n que afecta a los dirigentes del PP no justifica actitudes tan fr¨ªvolas en un tema muy serio y que a todos afecta. Dicho esto, los siete meses transcurridos entre la autorizaci¨®n -?qui¨¦n elegir¨ªa la palabra?- de Aznar y la confirmaci¨®n del primer contacto directo sugiere que el Gobierno ha esperado a que se produjera la extinci¨®n casi total de la llamada kale borroka antes de tomar la iniciativa. La desaparici¨®n de esa pr¨¢ctica de intimidaci¨®n ha confirmado la voluntad de ETA de eliminar ese obst¨¢culo, pero tambi¨¦n que algo ten¨ªa que ver con su desarrollo. Por lo que se ha ido sabiendo, otro asunto despejado antes de dar este paso ha sido el rechazo a la presencia de intermediarios o de observadores internacionales, seg¨²n pretend¨ªa ETA. Pero el contacto de mayo sugiere tambi¨¦n que la organizaci¨®n terrorista ha superado sus dudas sobre el papel del di¨¢logo con el Gobiernio en su esquema negociador. En los primeros comunicados tras el alto el fuego sus mensajes se dirig¨ªan a las formaciones nacionalistas, de cuya actitud hac¨ªan depender la continuidad de la tregua. Al Gobierno no se le planteaba ninguna exigencia en concreto, ni siquiera en relaci¨®n a los presos. Da la impresi¨®n de que ETA admite ahora la necesidad de hablar con quien tiene la llave de las c¨¢rceles. ?Hablar de qu¨¦? Seg¨²n el esquema de la llamada Alternativa Democr¨¢tica, matizada en Lizarra, del compromiso del Gobierno de respetar el llamado "¨¢mbito vasco de decisi¨®n". Es decir, del reconocimiento de que Euskal Herria es una naci¨®n con derecho a la independencia, y que lo que decidan sus representantes ha de ser convalidado por el Gobierno espa?ol (y franc¨¦s). Se trata del programa b¨¢sico de ETA, al menos de aquel en nombre del cual ha venido justificando sus cr¨ªmenes en los ¨²ltimos a?os. Hay cierta ambig¨¹edad sobre si esa eventual negociaci¨®n de un nuevo marco pol¨ªtico corresponde a ETA o, como se sugiere en la declaraci¨®n de Lizarra y sostienen los nacionalistas no violentos, a un foro de partidos vascos. Seguramente tampoco ETA lo tiene claro, seg¨²n se desprende de sus ¨²ltimos documentos internos y entrevistas. El Gobierno, por su parte, sostiene que lo ¨²nico de lo que se puede hablar con ETA es de los presos, y se remite al punto 10 del Pacto de Ajuria Enea para rechazar la posibilidad de una negociaci¨®n pol¨ªtica. Ese punto establece que las cuestiones pol¨ªticas "deben resolverse ¨²nicamente a trav¨¦s de los representantes leg¨ªtimos de la voluntad popular". Desde luego, no es l¨®gico suponer que un Gobierno legitimado por las urnas vaya a aceptar sin m¨¢s el programa de ETA. Pero, para que sus dirigentes lo comprendan, lo principal no ser¨¢n los argumentos puestos sobre la mesa, sino lo que ocurra en la sociedad. Ya ha ocurrido, por ejemplo, que el brazo pol¨ªtico de ETA acepte de hecho, aunque de una forma muy barroca, participar en las instituciones que se propon¨ªa destruir. Y pese a las amenazas impl¨ªcitas de regresar si no se admiten sus planteamientos, no podr¨¢n dejar de reconocer que aproximadamente la mitad de los vascos siguen sin considerarse nacionalistas, y que un porcentaje de quienes s¨ª lo son prefiere la autonom¨ªa a la independencia. Una vez fuera de la espiral de la violencia, no podr¨¢n dejar de tener en cuenta la distancia entre su alucinaci¨®n y la realidad.
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