El Valencia golea al 'Real San Marino
Apote¨®sica actuaci¨®n del equipo de Ranieri en una noche vergonzosa para el madridismo
El Valencia tritur¨® al Real Madrid, que hizo el rid¨ªculo y se expone a unos d¨ªas terribles. Una derrota que tendr¨¢ consecuencias muy graves para el club, para el equipo y, muy particularmente, para su entrenador. Despu¨¦s de un naufragio de esta magnitud, John Toshack sale muy da?ado a los ojos de los aficionados. No parece el hombre llamado a pilotar la regeneraci¨®n del Madrid la pr¨®xima temporada. Tampoco ha regenerado nada en la actual. Ha gastado el tiempo entre chistes y conflictos con los jugadores, sin modificar ninguna de las carencias de un equipo que es un desperdicio. Pero la peor versi¨®n de Toshack se conoci¨® ayer, no tanto por cuestiones futbol¨ªsticas como por su ignorancia de lo que significa el prestigio del club. Desestim¨® a viva voz la Copa como algo secundario, envi¨® un mensaje muy da?ino a sus futbolistas y se encontr¨® con una cat¨¢strofe que va a arrollar a mucha gente en el Madrid. A Toshack, el primero. Su cr¨¦dito est¨¢ agotado. El del equipo, tambi¨¦n. Pero lo marea no se detendr¨¢ ah¨ª: la crisis alcanzar¨¢ a los m¨¢ximos dirigentes de un club que vive al d¨ªa, sin planes firmes, en perpetuo estado de desintegraci¨®n.
Del partido se extrajo una consecuencia inmediata, apreciable desde el primer minuto. El Valencia entr¨® a jugar con la m¨¢xima disposici¨®n, con la intensidad que merec¨ªa el acontecimiento. Una semifinal de Copa, nada menos, por mucho que Toshack pretendiera devaluarla en las v¨ªsperas con esa historia de que lo importante es la Liga. Que se lo digan ahora, despu¨¦s de una cat¨¢strofe que quedar¨¢ como uno de los cap¨ªtulos m¨¢s bochornosos en la historia del club.
En Mestalla, la hinchada invocaba el nombre de San Marino, y hab¨ªa motivos para hacerlo. El Valencia tuvo un gran respeto por el partido, pero trat¨® al Madrid como a una banda de aficionados. Le pas¨® por encima en una de las actuaciones m¨¢s gloriosas que se recuerdan en su estadio. Donde tuvo que imponerse la calidad, se impuso el Valencia donde tuvo que hacerlo el sentido del deber, tambi¨¦n. Todos los balones divididos, rechaces y choques fueron ganados por los jugadores locales.
Como el Madrid es el imperio de las excusas, no faltar¨¢n voces que expliquen el desastre por las bajas que sufri¨® en este partido, Pero nada puede excusar una denota de este calibre, ni mucho menos la deserci¨®n de los jugadores, ni la incompetencia de su entrenador, que ha metido al club en un problema grav¨ªsimo. Ni a ¨¦l, ni a su equipo, les import¨® un r¨¢bano la camiseta del Madrid. Los s¨ªmbolos est¨¢n por encima de las ausencias. Y nada vale m¨¢s que la camiseta, indefensa en Mestalla.
Puestos a buscar excusas, el Valencia tambi¨¦n ten¨ªa unas cuantas. Por ejemplo, la fatiga de una temporada extenuante, que el equipo comenz¨® a primeros de junio del pasado a?o en la procelosa Intertoto. Y de la misma manera que Toshack se refiri¨® a la Liga de Campeones como el objetivo prioritario de Su equipo, en el Valencia se podr¨ªa haber pensado lo mismo. Nadie lo hizo. Atac¨® el partido como si le fuera la vida en ello.
En el orden futbol¨ªstico, se abri¨® una distancia sideral entre los dos equipos. El Valencia conquist¨® el partido desde el primer minuto. En primer lugar porque decidi¨® jugarlo en el campo del Madrid. Decisi¨®n propia y concesi¨®n madridista. En un signo de desconfianza que le trajo funestas consecuencias, Toshack dispuso una defensa de cinco. Con cinco defensas y todo el equipo guarecido en su campo, el Madrid interpret¨® el papel de los equipos muy peque?itos, del San Marino que coreaba la afici¨®n de Mestalla. Como ni tan siquiera tuvo el nervio de los resistentes, cay¨® v¨ªctima de los continuos arreones del Valencia, que cant¨® bingo en cada una de sus llegadas al ¨¢rea de Illgner durante el primer tiempo.
Si el partido se midi¨® por una cuesti¨®n de car¨¢cter, tambi¨¦n se explic¨® por la diferencia en el f¨²tbol. Todos y cada uno de los jugadores del Valencia estuvieron en su mejor versi¨®n. Claudio L¨®pez desestabiliz¨® a la defensa madridista en cada una de sus intervenciones. De nada vaho la presencia de un libre y el apelotonamiento de zagueros en el ¨¢rea: Claudio L¨®pez encontraba espacio y tiempo para meter la quinta. Pero lo mismo pod¨ªa decirse de Vlaovic. Y de Mendieta, que termin¨® por convertirse en s¨ªmbolo de su equipo. El profesional por excelencia, un jugador aguerrido, ambicioso, inquebrantable. En su gol, el que cerr¨® la serie, se vio todo lo que fue el Valencia en una noche memorable. Hab¨ªa que ganar un bal¨®n dividido, Mendieta lo gan¨®. Hab¨ªa que perseverar en la jugada, Mendieta persever¨®. Hab¨ªa que luchar por el remate, Mendieta lo luch¨®. Hab¨ªa que rematar y marcar, Mendieta remat¨® y marc¨®.
En esa jugada se resumieron todos los goles, todo el juego, todo el entusiasmo de un equipo. Porque este tipo de victorias quedan grabadas para siempre en la memoria del victorioso. Y tambi¨¦n en la de los humillados, expuestos a un futuro desalentador.
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