?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando?
Ya hemos visto demasiado espect¨¢culo. En nuestro sal¨®n, Kosovo parece que se est¨¢ calmando, y el museo de refugiados de la Ciutadella ya ha cerrado sus puertas a los pocos visitantes que quer¨ªan comprobar que el hecho era real. Nosotros, sin mover un dedo, nos secamos el sudor y suspiramos con alivio en el sof¨¢ por una cosa que ni siquiera ha cambiado algo nuestras vidas, pero todos sabemos que hay que sentirse solidario con la pena de los dem¨¢s, aunque s¨®lo sea para convencerles y convencernos de que estamos ah¨ª. Pero salimos a la calle y, como si lleg¨¢ramos de otro mundo irreal, volvemos a quejarnos porque la comida est¨¢ mala, porque nos sentimos solos. Porque, cuando se trata de nosotros, siempre tenemos raz¨®n (y no ya derecho) a protestar, indignarnos y actuar. La tolerancia, la comprensi¨®n y la convivencia es para otros. As¨ª, nos guiamos constantemente por inter¨¦s personal y nos sorprendemos de que otros lo hagan en Kosovo. Seamos congruentes: si nos horroriza la guerra de Kosovo, ?por qu¨¦ callamos? ?Es por la OTAN por lo que justificamos nuestra pasividad? ?Acaso sentimos verg¨¹enza? Parece, pues, que todo lo relacionado con lo bueno y lo malo de nuestro comportamiento, tanto a nivel individual como colectivo, sigue incomod¨¢ndonos. Mientras justificamos nuestras mentiras, esperamos de los otros virtud y magnanimidad. Dada la situaci¨®n apuntada, quiz¨¢ es el momento de empezar un di¨¢logo sincero, pausado y completo acerca de nuestro ideal de conducta moral.- [
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