La parra
JUVENAL SOTO Bajo una parra con uvas de Almer¨ªa, acariciando la piel de un lagarto destripado a cantazos por un pastor de cabras, resudado junto a la botija de tinto con gaseosa colgada de un alambre, con los pinreles en el agua verde de la alberca y el rebuzno de un pollino esquel¨¦tico que anuncia la ca¨ªda de la tarde sobre la Sierra de G¨¢dor, un perdedor imaginar¨¢ en las vacaciones de agosto lo que pudiera haber sido. Lleg¨® a las papeletas electorales empujado por el aliento de una masa de amiguetes ¨¢vidos de fichar en calidad de funcionarios municipales. Hizo la campa?a arropado por sus cu?adas, algunos sobrinos tra¨ªdos de Barcelona, un par de secretarios que ya est¨¢n en el paro, tres entrevistas en una cadena de televisi¨®n local, un debate sobre la asociaci¨®n de vecinos de su barriada y todo un programa de ilusiones: cultura con espetos de sardinas, junglas de palmeras del Brasil trepando por el asfalto, trenes a Par¨ªs en hora y media, aduanas con el arte reproducido en l¨¢minas a precios populares, auditorios donde los pobres oir¨ªan a Falla, mucho pan, mucho trabajo, mucho vino. Ahora esa papilla de pendejadas se pudre a la sombra de un grupo municipal de cuatro gatos entre los que ¨¦l es portavoz. Ya es triunfar. En pleno agosto, bajo una parra con uvas de Almer¨ªa, junto a la barbacoa en la que se tuesta un lagarto, el que fue cabeza de lista dormita so?ando un ba?o de masas: est¨¢n sus cu?adas y los sobrinos de Barcelona. El vocifer¨ªo de amiguetes que pudieron ser funcionarios municipales anima las sombras del fondo, justo donde est¨¢ la puerta desde la que un par de secretarios en el paro le dicen adi¨®s. Con los pinreles a remojo en las aguas verdes de la alberca el sue?o es m¨¢s fresco, y un pollino esquel¨¦tico rebuzna la ca¨ªda del atardecer en la Sierra de G¨¢dor. Lleg¨® al puchero pol¨ªtico desde la berza obrerista de la iglesia cat¨®lica del franquismo con sombrero cordob¨¦s. Entonces la cosa consist¨ªa en proclamar frente al magistrado de Trabajo que el capital hac¨ªa lobos a los hombres. Despu¨¦s, durante los fines de semana, pintarrajeaba un par de paredes de la parroquia -"?Viva Andaluc¨ªa roja!"- y conclu¨ªa la revoluci¨®n con otro par de ca?as y una tapa de boquerones en compa?¨ªa de un propagandista de la fe que ley¨® aquella biograf¨ªa de Carlos Marx. En pleno agosto, bajo una parra con uvas de Almer¨ªa, repasar¨¢ sus aciertos comprendiendo que los errores fueron ajenos. En la campa?a faltaron pegatinas, ese periodista de mierda no public¨® el sondeo que ¨¦l mismo hizo entre los vecinos de su escalera, el diario local no sac¨® ni 10 veces su fotograf¨ªa en toda una quincena. Tambi¨¦n estaba la envidia de sus correligionarios. Le vieron ascender desde la nada hasta situarse bajo esta parra con uvas de Almer¨ªa. Cuatro a?os de oposici¨®n destructiva y otra vez al ataque. Nadie conseguir¨ªa hacerle ver una pizca de verdad en la profec¨ªa de Sim¨®n, el estilita de Matalasca?as: "Vete a los pinos del coto, sube al nido de las cig¨¹e?as, deja crecer tus barbas y tus u?as, p¨²drete bajo el viento y la lluvia y el pedrisco y el sol".
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