Pero, ?existe un alma?
Esta pregunta se la hace uno ante tanto desalmado que existe con motivo del genocidio de Kosovo. Como ocurri¨® ayer con Hitler en Alemania, Stalin en Rusia o Ante Pavelic en Yugoslavia; y poco despu¨¦s con Am¨ªn o Bokassa en ?frica, o Pol Pot en Camboya. El mundo sufre por el liderazgo de esos desalmados. Pero ¨¦sta no es mi pregunta: yo me refiero a si existe un elemento espiritual en el ser humano independiente de la materia, que hemos llamado tradicionalmente alma. Algo que no es el cuerpo; y que de los griegos pas¨® tras los primeros siglos a los cristianos, que es lo que llamamos "alma". Entidad que, tras la vida terrena, escapa de su c¨¢rcel corporal, y sube al cielo o baja al infierno, seg¨²n la dicotom¨ªa infantil que nos ense?aron de ni?os: algo muy parecido a una pel¨ªcula del Oeste de buenos y malos: los primeros, que siempre terminan bien, y los otros, mal. Un ¨²ltimo libro del maestro intelectual que es para nuestro tiempo, Pedro La¨ªn Entralgo, plantea la cuesti¨®n que, sin duda, chocar¨¢ a muchos cristianos, y aun a muchos que no lo son. Porque est¨¢ presente en nuestra educaci¨®n occidental la idea de que somos un cuerpo m¨¢s un alma, se piense lo que se piense de la otra vida.
Sin embargo, cada vez se ha hecho mayor camino un materialismo que niega esta idea del hombre, y en el cual s¨®lo habr¨ªa materia. Idea que se defini¨® en el siglo pasado por algunos cient¨ªficos as¨ª: "El pensamiento es un movimiento de la materia", dec¨ªa Moleschott; o m¨¢s expresivamente sosten¨ªa Vogt: "El pensamiento es al cerebro, m¨¢s o menos, lo que la bilis al h¨ªgado". Pero curiosamente el materialismo dial¨¦ctico se opuso a este simplismo por boca de Lenin: "Decir que el pensamiento es material es dar un paso en falso hacia la confusi¨®n del materialismo y el idealismo, porque pensamiento y materia son los dos reales, y no se reduce el uno al otro".
Hoy la ciencia ha dado un gran giro porque el premio Nobel Eccles, el f¨ªsico Charon, el fisi¨®logo Sherrington, el neur¨®logo Penfield, o los bi¨®logos, el premio Nobel Carrel y su disc¨ªpulo Lecomte du No¨¹y, piensan que el esp¨ªritu no puede reducirse a la materia, e incluso abogan por otra vida despu¨¦s de la muerte. Del materialismo mecanicista del sigloXIX hemos pasado al materialismo dial¨¦ctico; y de ¨¦ste a un dualismo, como se ha venido sosteniendo durante siglos por el cristianismo cat¨®lico, lo mismo que el ortodoxo y el protestante lo han hecho hasta hace bien poco.
De los cambios actuales sobre tantas cosas importantes para el ser humano, surge otro modo de pensar que va adquiriendo cada vez m¨¢s difusi¨®n entre cient¨ªficos y pensadores con el nombre de emergentismo. Algo muy parecido a lo que piensan muchos cristianos con un mejor conocimiento de la Biblia, y que no quieren mezclar las ense?anzas de este libro judeo-cristiano con el sistema griego de Plat¨®n, o de Arist¨®teles adaptado por santo Tom¨¢s.
Y La¨ªn es uno de los paladines m¨¢s decididos que aboga por una soluci¨®n, que es tanto de la ciencia actual como del pensamiento de fil¨®sofos como nuestro Zubiri en su ¨²ltima ¨¦poca.
Nuestro profundo Zubiri llama a su idea del ser humano el "materismo", que es algo distinto del materialismo; pero diferente del dualismo que impregn¨® nuestra teolog¨ªa cat¨®lica.
Aunque en el cosmos no hay sino materia, en la materia hay varios niveles, en el que cada uno no es reducible a los anteriores: as¨ª el organismo humano es esencialmente superior al organismo animal, y no hay por qu¨¦ admitir, como han venido haciendo ayer los cristianos, el dualismo cuerpo-alma, por muy matizado que estuviera en santo Tom¨¢s de Aquino. Los seres humanos somos algo m¨¢s que una materia animalmente organizada, somos una materia personalmente organizada. Es lo que expone inteligentemente La¨ªn en sus libros El cuerpo humano y Cuerpo y alma; y ahora en el ¨²ltimo, Qu¨¦ es el hombre, que resulta el colof¨®n de su idea, y donde salen a relucir sus inquietudes cristianas, como en Cuerpo, alma y persona o en Idea del hombre.
Pero los celadores de la ortodoxia ya han salido en contra de La¨ªn. Sobre todo en el Bolet¨ªn oficioso de la archidi¨®cesis de Madrid, Alfa y Omega, que disfruta encontrando heterodoxos por todas las esquinas. La¨ªn para ellos no sostiene una teor¨ªa que puede ser discutible, aunque mucho menos que la que ellos sostienen, sino claramente heterodoxa, en el sentido m¨¢s cristianamente peyorativo del t¨¦rmino.
Olvidan que en ning¨²n Concilio de la Iglesia se define ning¨²n sistema filos¨®fico; y sus t¨¦rminos no tienen otro valor que el uso corriente de esas palabras, sin canonizar el sistema ni las teor¨ªas que est¨¢n tras ellas. Los grandes expertos en el dogma, nada heterodoxos, padre A. Gardeil o padre Garrigou-Lagrange, mantienen que en las definiciones "la noci¨®n filos¨®fica no es incorporada al dogma", es simplemente un veh¨ªculo que no tiene m¨¢s sentido que su uso corriente, sin que tengamos que aceptar, por ejemplo, su teor¨ªa sobre cuerpo y alma. Para los que sostienen la teor¨ªa alma-cuerpo, lo ¨²nico que la Iglesia ha definido es "la unidad sustancial de la naturaleza humana"; pero la teor¨ªa tomista, la franciscana o la agustiniana, se pueden defender siempre que sostengamos la unidad sustancial del ser humano.
Vaya el cristiano a la Biblia; y los biblistas cat¨®licos y protestantes, cada vez coinciden m¨¢s en afirmar que la palabra "alma" es una mala traducci¨®n del t¨¦rmino "nefesh", hebreo del Antiguo Testamento; o el "psij¨¦" en el griego del Nuevo Testamento. Eso ense?an los protestantes en el Vocabulario B¨ªblico dirigido por Von Allmen, o el te¨®logo invitado al Concilio VaticanoII, O. Cullman; y el gran R. Bultmann. Y, ?qu¨¦ dicen los cat¨®licos, como el biblista Federico Pastor Ramos, o el fil¨®sofo salesiano J. Gevaert?: lo mismo. Como hace el inteligente Catecismo Holand¨¦s, se?alando que "el lenguaje b¨ªblico no conoce un alma humana incorp¨®rea". Idea que resume el te¨®logo cat¨®lico espa?ol Gonz¨¢lez-Carvajal: "la Biblia no tiene la menor idea de que el hombre sea una suma de cuerpo y alma". Por eso Nietzsche la llamaba la "herej¨ªa del alma", atribuy¨¦ndola a nuestra fe cristiana. Pero aclara Gonz¨¢lez-Carvajal: "la herej¨ªa del alma es plat¨®nica y cartesiana, no cristiana"; y "claramente decimos en la profesi¨®n de fe que no creemos en la inmortalidad del alma, sino en la resurrecci¨®n de los muertos". Nada de las ideas plat¨®nicas sobre el hombre como esp¨ªritu y cuerpo, y de ah¨ª su inmortalidad. ?No saben lo que dicen nuestros Credos los que combaten estas ideas tan b¨ªblicas, que ni siquiera ense?an que ante la muerte exista el alma?
Si traduj¨¦semos bien a san Pablo, ver¨ªamos en su carta a los Corintios, como hace Chouraqui, que no somos un "cuerpo animal", sino un "cuerpo ps¨ªquico". Para m¨ª la m¨¢s bella definici¨®n del ser humano, que concuerda con la concepci¨®n de Zubiri y de La¨ªn, los dos pensadores sinceramente cat¨®licos pero no seguidores ni de san Agust¨ªn ni de santo Tom¨¢s.El esp¨ªritu ser¨ªa la m¨¢s alta auto-realizaci¨®n de la materia, seg¨²n el te¨®logo Kwant.
El cristiano debe aceptar la Biblia inteligentemente le¨ªda; y no puede haber ning¨²n sistema filos¨®fico que sea indispensable para ser cristiano, ni puede la Iglesia canonizar ninguna idea filos¨®fica particular, sino s¨®lo definir lo que est¨¢ contenido en el dep¨®sito revelado, no lo que propusieron sus pensadores por respetables que fuesen. Y eso lo ense?¨® nada menos que el fil¨®sofo tomista Maritain.
?La¨ªn heterodoxo?: m¨¢s bien lo son quienes tienen una mente tan cerrada, sosteniendo que su interpretaci¨®n es la verdad absoluta: s¨ªntoma inequ¨ªvoco del fanatismo religioso que todav¨ªa perdura entre nosotros.
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