La carne
MARTA SANTOS (A Juan Jos¨¦ Mill¨¢s) No es novedad decir que en el mundo la poblaci¨®n femenina supera en cuarto y mitad a la masculina. Seg¨²n algunas estad¨ªsticas, por cada hombre disponible hay tres mujeres. Seg¨²n otras, por cada hombre disponible hay una tremenda sorpresa. Ahora se ha extendido la noticia de que ha salido al mercado una partida de carne masculina en mal estado. Especialistas en nutrici¨®n, bi¨®logos y andr¨®logos se han reunido en Bruselas y han llegado a la conclusi¨®n de que los agentes causales son las hormonas de la cerveza, las inyecciones para sostener el crecimiento constante de los sujetos, y la reproducci¨®n salvaje bajo bombillas de elevada intensidad en cajones calor¨ªferos. Los expertos han concluido que se produce carne de aspecto sugestivo pero, luego, una vez en casa, el filete se queda reducido a la mitad en la sart¨¦n. Creen, tambi¨¦n, que el consumo sostenido de carne en semejantes condiciones puede producir migra?as, hipotermia, apnea respiratoria, enuresis, tics nerviosos y, ya en ¨²ltimo extremo, el imparable avance de c¨¦lulas cancer¨ªgenas. La asociaci¨®n de consumidoras ha dado la voz de alarma y aconseja a la poblaci¨®n femenina que se abstenga de consumir todo tipo de carne como medida preventiva porque, como ha se?alado su portavoz, "sobre el mostrador no se puede distinguir el gato de la liebre". El departamento de sanidad del Vaticano se ha sumado, entusiasta, a la propuesta. Estas aseveraciones han provocado, sin embargo, reacciones encontradas. Expertos relacionados con la OMS creen que se trata de una postura alarmista, precipitada y sin base real porque, con el debido cuidado y la moderaci¨®n adecuada, se puede seguir ingiriendo la misma materia c¨¢rnica sin peligro ninguno. En respuesta, la ya mencionada portavoz ha puesto sobre el tapete hasta qu¨¦ punto los miembros de la OMS tambi¨¦n podr¨ªan ser parte de la misma remesa de carne adulterada. Estas declaraciones han provocado en los altos estamentos sanitarios una oleada de invectivas e improperios contra la portavoz, la asociaci¨®n y las mismas consumidoras, a quienes acusan de su desmesurada demanda y de exigir una calidad que no se corresponde con la mediocridad de su propio paladar. En la calle, por otro lado, la reacci¨®n no se ha hecho esperar. En los mercados la tensi¨®n es creciente. Las consumidoras se abalanzan sobre los solomillos solicitando el l¨¢bel de garant¨ªa y rompen las medidas sanitarias atrevi¨¦ndose a tocar el g¨¦nero sin guantes. Algunos vendedores han se?alado que hay quienes aprovechan la coyuntura para exigir reducciones sustanciales en el precio. Una vez en casa, la carne es sometida por su compradora a un arduo proceso de tasaci¨®n, an¨¢lisis, cocinado y salpimentado para enfrentar el problema m¨¢s molesto e inmediato que es, al parecer, la p¨¦rdida de sustancia. Como dijeron algunas amas de casa, "esta carne ya no sabe a nada". Un ladino representante de la marca Findus se?al¨® que todos los indicios apuntan a que el siglo XXI ser¨¢ el siglo del pescado. Los mayoristas de anchoas y salmonetes se frotan las manos. La OMS no supo reaccionar a tiempo y coment¨®, en improvisadas declaraciones, que semejante monoconsumo podr¨ªa debilitar el sistema de defensas, pero que aun as¨ª el pescado sigue siendo muy sano. El departamento de sanidad del Vaticano ha denostado, horrorizado, la propuesta. Est¨¢ por ver c¨®mo los grandes laboratorios y los cient¨ªficos especializados abordar¨¢n el problema. Las consumidoras m¨¢s rebeldes han iniciado una recogida de firmas en la que solicitan la supresi¨®n de toda hormona y de toda cerveza; la eliminaci¨®n de toda clase de sustancia qu¨ªmica en la materia nutritiva; y especialmente, que se deje al esp¨¦cimen masculino pastar a sus anchas por amplios prados sin vallar porque, como se?al¨® una enardecida manifestante, "est¨¢ en juego nuestra salud y nuestra carne. Si nos quitan la carne, nos quedaremos en nada".
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