Baila, Bl¨¢zquez
Estoy alarmada. Jam¨¢s hubiera pensado que pudiera llegar a estar de acuerdo al cien por cien con algo que dijera un representante del PP de nuestro Gobierno regional. Pero uno nunca sabe por d¨®nde puede llegar a desvelarse una profunda afinidad, como nunca se sabe tampoco por d¨®nde comienza (inodora, incolora e ins¨ªpida como una gota de agua, aunque jam¨¢s indolora) la fuga lenta y delgada de la complicidad. Hace un par de d¨ªas, Luis Bl¨¢zquez, consejero de Econom¨ªa, expuso con tal lucidez sus reflexiones sobre el baile que, de haberse adelantado a los comicios municipales, quiz¨¢ yo misma hubiera meditado mi voto desde otra perspectiva: por el baile a la afinidad pol¨ªtica. Porque Bl¨¢zquez, tan preocupado por lo que sucede en los bares de copas madrile?os, en los que (sostiene Bl¨¢zquez) no se puede bailar, explica: "Si un se?or se levanta y se pone a bailar la Macarena dentro de un bar de copas, no pasa nada, pero si son 50 la cosa cambia". Estoy radical y completamente de acuerdo. La sola idea de imaginar a 50 se?ores arranc¨¢ndose compulsivos al toque de esa horrenda canci¨®n, de absurda letra y rid¨ªculo bailecillo, me pone los pelos de intolerante punta. La verdad es que hace tiempo que nos aliviaba la idea de que Macarena le hubiera dado a su cuerpo tanta alegr¨ªa que hubiera acabado por reventar. O tambi¨¦n que Macarena se hubiera casado con un chico muy trabajador y muy formal, de esos que s¨®lo bailan tablas gimn¨¢sticas en los plenos del Ayuntamiento de su pueblo, y que ahora llevara una vida apacible y silenciosa (sobre todo, y afortunadamente, silenciosa), ocup¨¢ndose de dos o tres reto?os y manteniendo su chalecito adosado como los chorros del oro. Bueno, pues resulta que Bl¨¢zquez parece estar al cabo de la calle y, muy prudente y generosamente, como buen representante del saber popular, nos previene de los peligros que a¨²n nos acechan en los bares de copas madrile?os; esto es: que 50 se?ores se pongan a bailar la Macarena.
Agradecemos much¨ªsimo la preocupaci¨®n de Bl¨¢zquez por nuestra fr¨¢gil sensibilidad, pero nos da la impresi¨®n de que el pobre Luis sale poco o frecuenta unos lugares no muy recomendables y llenos de se?ores un poquito golfos y bastante horteras. Yo, en justa correspondencia al buen gusto musical de Bl¨¢zquez, quiero echarle una mano ciudadana y le recomiendo que se pasee de noche (pero bastante tarde, Luis, que es cuando se baila de verdad) por varios bares de copas y discotecas en los que no se producen esas escenas que tanto y tan comprensiblemente le desagradan. Sugiero a Bl¨¢zquez la zona centro de Madrid. En Chueca, por ejemplo, y en los alrededores de la Gran V¨ªa, a partir, eso s¨ª, de las cuatro de la ma?ana, hay varios locales en los que si al DJ se le cruza el cable y pincha Macarena se organiza una revuelta popular (que Bl¨¢zquez secundar¨ªa, como es l¨®gico y haciendo honor al contenido de las siglas de su partido, en su noble cruzada por impedir semejante atrocidad).
Pero de ah¨ª, Luis, a que paguemos justos por pecadores... Con lo contentos que nos ponemos, estemos donde estemos, cuando bailamos; con lo guapos que aparecemos flexibles y sudorosos; con lo relajados que nos sentimos liberando el cuerpo de su previsible movimiento habitual; con la alegr¨ªa que nos transmiten los otros que bailan disfrutando; con la deliciosa comunicaci¨®n que se establece entre dos que se entienden bailando; con lo que nos divierte levantar los brazos como si fueran miembros nuevos de nuestro cuerpo; con el placer que nos produce cerrar los ojos y dejarnos llevar. Nada que ver con Macarena.
?No ser¨¢ eso, Bl¨¢zquez? ?No ser¨¢ que te asusta que lo pasemos tan bien y no nos hayas localizado? ?No ser¨¢ que te da un pel¨ªn de rabia que disfrutemos tanto? No te preocupes, Luis; si te enrrollas bien no tendr¨¢s que volver a sufrir esos sitios de los 50 se?ores. Venga, an¨ªmate, que Macarena ya no existe, no te pongas trist¨®n con los malos recuerdos. Y no seas cobardica, Luis, baila donde te d¨¦ la gana: en las discotecas, en los bares de copas, en mitad de la calle. Seguro que nos encuentras. Ven y s¨¦ sideral.
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