Eclipse de derechos
El balance anual de Amnist¨ªa Internacional (AI) sobre el estado de los derechos humanos en el mundo sigue siendo sobrecogedor, por m¨¢s que en 1998 se hayan registrado avances muy importantes en la lucha contra la impunidad de quienes los violan. La detenci¨®n en Londres del ex dictador chileno Augusto Pinochet ha sido sin duda uno de ellos, como lo fue el acuerdo de crear un Tribunal Internacional Penal con facultad para juzgar los delitos m¨¢s horrendos en todo el mundo, particularmente los de genocidio y cr¨ªmenes contra la humanidad. Pocos pa¨ªses se libran de figurar en el relato de horrores confeccionado por Amnist¨ªa Internacional. La cosecha de abusos y violaciones en los 144 pa¨ªses se?alados es abundante. Bien es verdad que en aquellos que tienen sistemas democr¨¢ticos tales actos suelen ser perseguidos, mientras que en muchos otros son los propios gobernantes quienes impulsan su violaci¨®n. Espa?a es uno de esos pa¨ªses democr¨¢ticos en los que se siguen produciendo casos de torturas y malos tratos policiales, que son castigados en tanto se conocen, si bien "tras largas demoras y con condenas a menudo nominales", como se?ala el informe de AI. Las violaciones de los derechos humanos en pa¨ªses no democr¨¢ticos son muchas veces masivas y especialmente crueles. Lo son sin duda "las desapariciones" de personas en 37 Estados durante 1998, las ejecuciones extrajudiciales en 47, la existencia de presos de conciencia en 27 o las pol¨ªticas de limpieza ¨¦tnica en los Balcanes. Pero la pervivencia de la pena de muerte o la continuada actuaci¨®n fuera de la legalidad de la polic¨ªa en sistemas democr¨¢ticos consituyen, adem¨¢s, un mal referente para los reg¨ªmenes no democr¨¢ticos.
Es el caso, como ejemplo m¨¢s evidente, de Estados Unidos. La naci¨®n que ha hecho de la defensa de los derechos humanos una de las banderas de su pol¨ªtica internacional y que se enorgullece, justamente, de su democracia, sus libertades individuales y su igualdad pol¨ªtica y legal presenta graves d¨¦ficit en este terreno. Estados Unidos ha sido uno de los 36 pa¨ªses que en 1998 han aplicado la pena de muerte: 68 ciudadanos, incluyendo a tres menores, fueron ejecutados en 18 estados de la Uni¨®n, mientras esperan su turno en los llamados "corredores de la muerte" nada menos que 3.500 personas condenadas a la pena capital. Este empecinamiento de la sociedad norteamericana en seguir aplicando la pena de muerte es tanto m¨¢s chocante por cuanto, como se?ala AI, bastantes Estados, incluidos algunos de tradici¨®n autocr¨¢tica como Rusia, han dejado de hacerlo en 1998. Pero el informe de AI tambi¨¦n denuncia otras pr¨¢cticas como algunas intervenciones de la polic¨ªa, tantas veces denunciadas y en ocasiones cazadas en v¨ªdeos irrefutables, y la aplicaci¨®n de procedimientos tan sorprendentes como los cinturones de electrochoque a detenidos y presos.
En cualquier pa¨ªs europeo, ese m¨¦todo judicial y penitenciario ser¨ªa considerado una forma de tortura. Y el juez que lo aplicase se convertir¨ªa de inmediato en reo de lesa humanidad. Pero en Estados Unidos nadie, salvo grupos muy minoritarios, parece escandalizarse. De hecho, esos cinturones, mediante los cuales se puede enviar a los ri?ones de los detenidos o reclusos d¨ªscolos una buena dosis de voltios, se est¨¢n generalizando en los tribunales y centros penitenciarios de Estados Unidos. No son buenas credenciales para el pa¨ªs que pretende ejercer de adalid de los derechos humanos en el mundo. Y de ah¨ª el af¨¢n de Amnist¨ªa Internacional por denunciar -y erradicar- esas pr¨¢cticas inhumanas y degradantes.
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