Sangre en los cafetales de Timor Oriental
El refer¨¦ndum sobre la independencia despierta el fantasma de la guerra civil
ENVIADO ESPECIALLos cafetales se riegan con sangre en Timor Oriental. El de Jos¨¦ Pacheco Soares, todav¨ªa no. Desde el pasado domingo, Jos¨¦ est¨¢ huido para salvar su vida de una partida de la porra, una de las milicias que matan, golpean y secuestran. Formadas por timorenses partidarios de la integraci¨®n con Indonesia, tienen aterrorizados a los isle?os para forzarles a votar as¨ª el pr¨®ximo 8 de agosto, en el refer¨¦ndum convocado por la ONU para decidir si la antigua colonia portuguesa gana la independencia.
En Rairema, un poblado a dos horas por carretera de Dili, la capital de Timor Oriental, se iba a celebrar el s¨¢bado de la pasada semana un sumpah darah, un juramento de sangre, ceremonia tribal que se hace una sola vez en la vida y en la que los participantes beben la sangre de un animal o la propia mezcladas con alcohol para comprometerse hasta morir con el juramento realizado. Todos los vecinos de Liurai, la aldea que forman Rairema y otro pu?ado de poblados, hab¨ªan sido convocados por las autoridades de Aileu, la cabeza del partido, para el juramento: fidelidad a Yakarta y su apoyo a la continuidad del territorio como provincia indonesia. En lo alto del m¨¢stil, la bandera roja y blanca (Merah Putih) de Indonesia.
"Si no votas por la integraci¨®n, te matamos", hab¨ªan anunciado a Jos¨¦ las milicias locales. "Yo no quiero beber. El cura nos ha dicho que s¨®lo se bebe la sangre de Cristo", explicaba Jos¨¦ a un grupo de periodistas que hab¨ªan aparecido por sorpresa en aquella sierra remota para asistir a una ceremonia que constitu¨ªa una flagrante violaci¨®n de los acuerdos del 5 de mayo entre Indonesia, Portugal y la ONU para la celebraci¨®n del refer¨¦ndum. "No voy a beber". Jos¨¦ -29 a?os, padre de tres hijos y que cuida su peque?o cafetal- sab¨ªa que hablar con extra?os era un desaf¨ªo y que hacerlo despu¨¦s de la ceremonia ser¨ªa imposible. "Si lo hago, me matan. Quedarme puede ser malo". Se qued¨®, pero s¨®lo un d¨ªa. La presencia de extra?os oblig¨® a suspender el sumpah darah y el domingo por la noche las milicias quer¨ªan hac¨¦rselo pagar a Jos¨¦. Tuvo que escapar a la sierra y desde all¨ª ver c¨®mo ard¨ªa su casa.
Las milicias se han convertido en un azote para la poblaci¨®n. Desde que el presidente Yusuf Habibie anunci¨® en enero su prop¨®sito de deshacerse de Timor Oriental, los partidarios de la integraci¨®n han llenado la provincia de partidas de la porra. La llegada de la UNAMET (Misi¨®n de Asistencia de Naciones Unidas para Timor Oriental), a mediados del mes pasado, ha hecho desaparecer la violencia m¨¢s descarnada, en particular en Dili, pero cada d¨ªa hay en la isla secuestros, asesinatos y todo tipo de intimidaciones.
Para las milicias no hay l¨ªmites y han ahogado en sangre los tab¨²es. Ni la Iglesia ni las grandes familias han escapado a su terror. El m¨¢s mort¨ªfero ataque se produjo el 6 de abril en Liquica, una localidad costera a medio centenar de kil¨®metros de Dili. M¨¢s de 200 personas refugiadas en los locales de la parroquia tras haber abandonado sus casas en los campos y colinas de la regi¨®n fueron atacadas por milicianos de Besi Merah Putih y polic¨ªas, seg¨²n los supervivientes. Una granada lacrim¨®gena les oblig¨® a salir del local y al ganar la calle eran abatidos a tiros y machetazos.
Nadie sabe con certeza cu¨¢ntos muertos hubo: las cifras var¨ªan entre los "25 como m¨¢ximo" de los que habla el obispo y Nobel de la Paz Carlos Ximenes Belo a los 62 que contabiliza Yayasan HAK (Fundaci¨®n para la Ayuda Legal, los Derechos Humanos y la Justicia). Al d¨ªa siguiente, el Ej¨¦rcito encal¨® las paredes, limpi¨® la sangre y repuso puertas y ventanas. Si se ignora lo ocurrido, aquellos locales s¨®lo parecen ahora un edificio abandonado y saqueado en el que, misteriosamente, la llave est¨¢ en la nueva cerradura con las otras dos de repuesto colgando del aro.
El 17 de abril fue el turno de los notables. La familia de Manuel Carrascal?o, hermano del anterior gobernador de la provincia, Mario, ten¨ªa acogidos desde hac¨ªa tiempo a un centenar largo de refugiados en su casa, una vivienda de una planta con un m¨ªnimo jard¨ªn por delante y un patio por detr¨¢s. A escasos metros de esta casa se levanta el edificio Tropikal, centro de operaciones de las milicias Aitarak. A primera hora de la tarde, milicias armadas con cuchillos y machetes, polic¨ªas y soldados atacaron la casa. "Lo que ocurri¨® fue banjir darah, un r¨ªo de sangre", cuenta el testimonio dejado a la fundaci¨®n HAK por Victor dos Santos, un superviviente de 19 a?os. "Mataban a la gente como animales. A tres o cuatro ni?os de uno o dos a?os se los arrancaron a sus madres de los brazos y los lanzaron contra la pared. Al tiempo, apu?alaban a las madres. La matanza dur¨® una hora". Los asaltantes buscaban a Manuel Carrascal?o, que no estaba en casa... "Murieron 12 personas y hay al menos 60 desaparecidos", dice Manuel desde su refugio en Yakarta. Entre los muertos estaba su hijo Manuelito, que al d¨ªa siguiente cumpl¨ªa 18 a?os, y no era pol¨ªticamente activo. Muri¨® tras una salvaje tortura, con el cuello medio seccionado.
Los atacantes ven¨ªan calientes de un mitin dado por el jefe de Aitarak, Eurico Guterres, en el que, seg¨²n testigos, pidi¨® a los suyos "que limpiaran a todos los que han traicionado la integraci¨®n". "Capturad y matad si es necesario", fue la consigna. Hoy, Eurico, de quien un embajador dice que "podr¨ªa poner en su tarjeta de visita: asesino profesional", ha sido promocionado a jefe de un somat¨¦n que agrupa a todas las milicias.
Pam Swakarsa (Seguridad Voluntaria) es un cuerpo legal, con poderes parapoliciales, que tiene puestos en todas las localidades de Timor Oriental. En realidad, es el brazo armado del Foro para la Unidad, la Democracia y la Justicia (FPDK), un grupo integracionista que preside Domingos Soares, administrador de Dili y n¨²mero dos de la provincia, tras el gobernador. "Las milicias son fuerzas de autodefensa, para demostrar que si las fuerzas armadas de Indonesia se van, estamos preparados para actuar", dice Soares.
F. vive en Maubara, unos kil¨®metros m¨¢s all¨¢ de Liquica, una zona independentista en la que ante cada casa hay un m¨¢stil con la bandera. Los hombres son los responsables ante Pam Swakarsa de que la Merah Putih est¨¦ en su sitio. F., que es independentista, tiene que hacer guardia cada noche en el puesto de Pam Swakarsa para dar cuenta de qui¨¦n pasa y probar la constante presencia de las fuerzas integracionistas. "Nos han dicho que si faltamos una sola noche nos llevar¨¢n a otro sitio. As¨ª que tenemos que estar". La alternativa es huir al monte o a Dili. C¨¢ritas ha contado 52.300 refugiados de este tipo en Timor Oriental y otros 6.000 en la parte occidental de la isla, que pertenece a otra provincia.
Muchos de ellos son desplazados por las milicias integracionistas desde sus casas en las monta?as a zonas de concentraci¨®n urbanas, donde se les presiona para que voten a favor de la permanencia en Indonesia. "Yo no les llamo refugiados, les llamo rehenes", dice una misionera en Maubara. "La gente est¨¢ aterrorizada. Los de las milicias les dicen que con mirar el carn¨¦ de identidad ya sabr¨¢n lo que han votado. Y que matar¨¢n a todos los que voten por la independencia, y con ellos, a sus familias".
La Iglesia no se pronuncia sobre el refer¨¦ndum, pero los integracionistas la ven como una enemiga. En un m¨ªtin en Suai, en el sureste de la provincia, el jefe de la milicia local dijo: "Yo he matado ya a 400. S¨®lo me falta el padre Hilario". Los feligreses de Hilario le creen capaz.
Soares niega que se produzcan casos como el de F. y duda de lo ocurrido a Jos¨¦. "Si es as¨ª, tienen que denunciarlo a la polic¨ªa", recomienda c¨ªnicamente. Los independentistas tambi¨¦n tienen sangre en su manos. Ellos dicen que s¨®lo matan en operaciones militares a soldados o colaboracionistas cuyas actividades ponen en peligro a las Falintil (Fuerzas Armadas de Liberaci¨®n Nacional de Timor Oriental).
La ONU, que nunca ha reconocido la anexi¨®n por Yakarta de la antigua colonia portuguesa, tiene por objetivo acabar con esta intimidaci¨®n para permitir una votaci¨®n libre. El portavoz de UNAMET, David Whimhurst, se ha convertido en la bicha de los integracionistas, a los que recuerda constantemente sus violaciones de lo pactado.
"Habr¨¢ guerra civil si la ONU apoya a una de las partes", vaticina Soares. Jos¨¦ da Costa, secretario pol¨ªtico del comit¨¦ central del Fretil¨ªn (Frente Revolucionario para un Timor Oriental Independiente), adelanta que "si la ONU no puede garantizar una votaci¨®n libre, tenemos derecho a no aceptar los resultados y la lucha continuar¨¢".
Todo depende de la posici¨®n de Indonesia. Habibie est¨¢ claramente a favor de la independencia "de ese pedregal", como ¨¦l dice, que es Timor Oriental, pero hay dudas de que esa idea sea aceptada por el Ej¨¦rcito, por m¨¢s que su jefe, el general Wiranto, haya dicho que cooperar¨¢ fielmente con la ONU.
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