Celedonio
Celedonio Rodrig¨¢?ez y Vallejo (1860-1913), ingeniero agr¨®nomo y director de Jardines y Plant¨ªos del Ayuntamiento, fue el autor del proyecto del parque del Oeste, que en una pasada cr¨®nica el autor de estas l¨ªneas atribuy¨® a Cecilio Rodr¨ªguez, que fue su sucesor en el cargo, aunque la carencia de t¨ªtulos acad¨¦micos le dej¨® en jardinero mayor. No es la primera vez que el buen nombre y el recuerdo de Cecilio, homenajeado en el parque del Retiro, usurpa el de su antecesor Celedonio. El cronista sabe que no es la primera vez, pues, sin que esto le sirva de excusa, tom¨® Cecilio por Celedonio, y Rodr¨ªguez, por Rodrig¨¢?ez, perseverando en el error publicado en las p¨¢ginas de una gu¨ªa de Madrid generalmente fiable que suele consultar entre su documentaci¨®n. El escritor, como escrib¨ªa Jardiel Poncela, es un se?or que escribe mucho y al que no contesta nadie, pero, afortunadamente, en los quehaceres period¨ªsticos existe una mayor correspondencia por parte de los lectores. Un mes despu¨¦s de publicado mi art¨ªculo sobre el paseo de Camoens, en el que comet¨ª la pifia, no s¨®lo conozco la autor¨ªa de la obra y la biograf¨ªa del ilustre ingeniero y paisajista, sino tambi¨¦n su rostro a trav¨¦s de una fotograf¨ªa que aparece en los libros y papeles que algunos lectores me han enviado para sacarme del error y poner los puntos sobre las ¨ªes que le corresponden a Celedonio Rodrig¨¢?ez, al que, bajo el nombre de Cecilio, dedicaba considerables elogios en mi cr¨®nica.
Cuando se le tom¨® el retrato, Celedonio trataba de disimular su insoslayable juventud bajo un poblado mostacho, cuya severidad desmiente un atisbo de sonrisa en el labio inferior y visible. V¨¢stago de una familia de la burgues¨ªa madrile?a, emparentado con don Pr¨¢xedes Mateo Sagasta, el joven ingeniero, enjuto y probablemente de no muy elevada estatura, exhibe en la fotograf¨ªa una mirada despierta y una expresi¨®n de seguridad en s¨ª mismo, matizada por un casi imperceptible toque ir¨®nico. Sorprende la viveza del retrato en una ¨¦poca de poses hier¨¢ticas y acartonadas, los largos tiempos de exposici¨®n que impon¨ªa la rudimentaria t¨¦cnica fotogr¨¢fica obligaban a una forzada rigidez, a la que contribu¨ªa la impresi¨®n general de que el de retratarse era un momento hist¨®rico, una ceremonia trascendental, que garantizaba la posteridad, y al mismo tiempo, un experimento cient¨ªfico, una innovaci¨®n casi m¨¢gica, una prueba palpable de que las ciencias avanzaban que era una barbaridad, como se cantaba con aires de zarzuela. Algunos de los retratados sal¨ªan tambi¨¦n con cara de susto, producida no s¨¦ si por el fogonazo del magnesio o por el miedo que inspiraba la diab¨®lica caja negra con su ojo de cristal, del que en cualquier instante pod¨ªan surgir rayos y truenos. A Celedonio, hombre moderno e ilustrado, no parec¨ªa impresionarle ni poco ni mucho el invento, y por eso su retrato tiene un aire espont¨¢neo dentro de su academicismo, un aplomo de alumno aventajado, joven genio dispuesto a leerle su cartilla a la mism¨ªsima reina regente, Mar¨ªa Cristina, con la que lleg¨® a discutir personalmente el proyecto de este olvidado, sufrido y excepcional jard¨ªn del parque del Oeste.
Uno de mis corresponsales, Santiago Romero, jefe del departamento de Parques y Jardines del ¨¢rea de Medio Ambiente del Ayuntamiento, ha tenido la gentileza de enviarme, para que corrija mis errores pasados y evite los futuros, una colecci¨®n de publicaciones editadas en el a?o 1994 sobre los parques de Madrid, breves, amenas y documentadas gu¨ªas, como la referida al parque del Oeste, donde aparece el retrato de Celedonio. Gracias a este libro y a su autor, Juan Rem¨®n Men¨¦ndez, ha crecido mi ilustraci¨®n y conocimiento sobre esta materia verde y ha germinado la idea, expuesta en sus p¨¢ginas, de leer los parques como si fueran ciudades y las ciudades como si fueran parques. Una teor¨ªa que en el caso del parque del Oeste y su relaci¨®n con el entorno urbano del Ensanche est¨¢ claramente expuesta en el texto. En funci¨®n a ella trat¨¦ de imaginar c¨®mo ser¨ªa hoy un parque hecho a la medida de esta ciudad de nuestros pecados, y entr¨¦ en una pesadilla de jardines subterr¨¢neos y mortuorios enlosados trag¨¢ndose c¨¦sped, setos, ¨¢rboles y parterres. Una pesadilla de la que hablar¨¦ otro d¨ªa.
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