En el nombre de Ausi¨¤s
El viajero se apea del autob¨²s, con su mochila y sus diecisiete a?os. El pueblo es uno m¨¢s de tantos pueblos junto al Mediterr¨¢neo, un nombre ignoto m¨¢s all¨¢ de los Pirineos, un campanario como muchos otros y su envoltorio urbano rodeado de una generosa corteza verde. El viajero est¨¢ perplejo: viene de Francia, de la vendimia, y le han asegurado que aqu¨ª, en plena costa llamada del azahar, encontrar¨¢ ocupaci¨®n y condumio recolectando naranjas, que es oficio democr¨¢tico e inter¨¦tnico. Raro pa¨ªs, Espa?a. Una autocracia que, aunque biol¨®gicamente sentenciada, acaba de celebrar los llamados veinticinco a?os de paz. De esas pompas -f¨²nebres- a¨²n quedan trazas. El viajero no sabe -es joven y extranjero, e ingl¨¦s, para m¨¢s inri- que esa paz en gran parte no es sino paciencia, como brochas alevosas y nocturnas se han encargado de precisar sobre la rutilante propaganda de la dictadura. Cuando el pulpejo de la mano es ya todo un poema, cuando el viajero se ha curtido f¨ªsica y an¨ªmicamente recibiendo el salario estipulado de ciento cincuenta pesetas diarias, sus compa?eros comienzan a admirar en ¨¦l a ese ingl¨¦s un poco hippy que ha aprendido su idioma y el manejo de los alicates para saciar la curiosidad y sentirse en igualdad de condiciones. -Angl¨¦s, saps collir com un valenci¨¤. Ara ja et podem portar a Les Del¨ªcies, on hi ha unes xiques que et poden ensenyar m¨¦s coses. Porque el viajero iba en serio. Hu¨ªa de la Gran Breta?a de los felices sesenta y de un futuro previsible de college y cuello blanco. Ven¨ªa a la Espa?a diferente de los mitos raciales y los t¨®picos folcl¨®ricos, pero se hab¨ªa dado de bruces con una cultura sumergida dotada -qui¨¦n lo dir¨ªa- de una extraordinaria capacidad de fascinaci¨®n. El viajero era Robert Archer (Londres, 1948), la localidad en cuesti¨®n es Borriana y la cultura y la lengua que ¨¦l descubri¨® y que en adelante determinaron su futuro eran y son las de Ausi¨¤s March. Fue en Borriana donde Archer aprendi¨® catal¨¢n y donde ley¨® por primera vez, en el volumen de Gerald Brenan History of the Literature of the Spanish People, los primeros versos de March. Eran traducciones del propio Brenan y de Gamel Wolsey, versiones voluntaristas y aproximadas que luego descubri¨® plagadas de errores. Unos pocos poemas encabezados, en su recuerdo, por el n¨²mero XXVIII, Lo jorn ha por de perdre sa claror. Nada, vestigios de un ilustre cad¨¢ver, cenizas mojadas de aquella ¨ªnclita y torturada pasi¨®n. Lo suficiente para cambiar una vida. Conmovido por lo que hab¨ªa le¨ªdo en aquel manual ya cl¨¢sico, Archer decidi¨® cursar filolog¨ªa hisp¨¢nica y dedicar gran parte de su vida profesional al estudio del poeta europeo m¨¢s desconocido. El resultado de aquella colisi¨®n est¨¢ a la vista: quince a?os de inteligentes monograf¨ªas ausiasmarquianas, un meritorio trabajo culminado en 1997 con la edici¨®n accesible y rigurosa de su Obra Completa en la editorial Barcanova. Catedr¨¢tico de Estudios Hisp¨¢nicos en la Universidad de Durham, Robert Archer es hoy uno de los m¨¢ximos especialistas en Ausi¨¤s March, y un hispanista m¨¢s que discreto. Pero no ha dejado de sazonar con nostalgia aquel tiempo de viajero adolescente en que el destino le llev¨® a descubrir el azahar y la cassola en forn ausiasmarquiana al mismo tiempo. -?La nostalgia es de derechas o de izquierdas? -No seas subnormal, ni?o. Al recibir el premio Pr¨ªncipe de Asturias de Ciencias Sociales, el pasado d¨ªa 19, Raymond Carr se quejaba de que la Espa?a de hoy resultaba menos atractiva a los estudiosos extranjeros que ese pa¨ªs oscuro y pret¨¦rito de las dictaduras y las convulsiones sociales. Robert Archer no ha resultado de ese tipo de necr¨®filos. Para ¨¦l los versos de March y el idioma en que est¨¢n escritos son de una modernidad acuciante y vigorosa. A todo eso se refiri¨® hace unas semanas, cuando le tributamos un homenaje en aquella small town de collidors y exportadores, ante el mismo mar que contempl¨® el viejo Ausi¨¤s. No pudimos devolverle al viajero sus diecisiete a?os, ni el sabor de los Celtas compartidos junto al fuego en un huerto de naranjos, ni el placer ambiguo y temeroso de la primera puta, pero le agradecimos que nos haya ayudado a comprender mejor a nuestro magno poeta. Hablamos de tu nombre y en tu nombre, Ausi¨¤s. T¨² no te r¨ªas.
Joan Gar¨ª es escritor.
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