Gran dama con ¨²lcera
A veces intento imaginar c¨®mo ser¨ªan aquellas ciudades andalus¨ªes que cubr¨ªan buena parte del territorio espa?ol, apenas decoradas en el exterior, pero inmensamente bellas en su interior. Sirva como ejemplo el monumento que a¨²n sigue en pie y que es la Alhambra; nadie dir¨ªa, viendo su exterior, la riqueza que guarda en su interior. Hablamos de la influencia que aquellos moradores de Al Andalus dejaron en Espa?a, y yo la busco en Madrid y s¨®lo veo una ciudad que es como una gran dama enjoyada, bien vestida, perfumada y peinada de peluquer¨ªa, pero que padece de ¨²lcera de est¨®mago, tiene mal aliento y artrosis. As¨ª es Madrid, como una gran dama que gasta su dinero en apariencias.
El pasado s¨¢bado d¨ªa 20 sal¨ª de casa para trabajar; mi trabajo consiste en ense?ar los encantos de la gran dama a los turistas; s¨ª, soy una de tantas gu¨ªas que intentan que el visitante se vaya con un gran recuerdo. Pero este d¨ªa en concreto result¨® un poco dif¨ªcil encontrar los contoneos elegantes de la ciudad.
Al salir de casa, en la calle de la Encomienda, esquina con Embajadores, vi una ambulancia del Samur atendiendo a un turista al que acababan de agredir mientras le robaban. En la Gran V¨ªa, en un trayecto de menos de 100 metros hasta llegar a mi destino, me encontr¨¦ con unos trileros robando a unos turistas de forma "elegante", y, mientras observaba la escena, dos individuos pasaron a toda velocidad delante de m¨ª con un bolso bajo el brazo, un bolso que acababa de ser robado. Por fin llego al punto desde donde ten¨ªa que salir con el grupo de turistas. Van subiendo al autob¨²s y de repente veo que, mezladas entre los turistas, hay dos se?oras con el t¨ªtulo de carterista tatuado en la frente; me acerco a ellas y las saco del grupo. Cuando se ven sorprendidas con las manos en la masa, se enfrentan a m¨ª y me gritan que les deje hacer su trabajo y que yo me dedique al m¨ªo, que consiste en guiar al reba?o.
Termino mi jornada laboral y vuelvo esperando con ansia el relax de casa, pero, cuando llegaba, veo otra ambulancia del Samur en la calle de Mes¨®n de Paredes, esquina a Dos Hermanas, atendiendo a otra turista que hab¨ªa sido arrastrada por el suelo en un robo. Les aseguro que no vi ni un polic¨ªa en las calles mencionadas, s¨®lo la que suele acompa?ar al Samur.
El d¨ªa que alguien se d¨¦ cuenta de que la mejor publicidad de un lugar es aquella que directamente hace el turista, ese d¨ªa se empezar¨¢ a mimar al turismo, creando patrullas de agentes que por lo menos hablen ingl¨¦s, que sean capaces de mezclarse de paisano en los lugares conflictivos, y as¨ª tal vez los gu¨ªas no tengamos que jugarnos el f¨ªsico espantando a los chorizos.
Porque, digo yo, si nuestra preparaci¨®n es distinguir el g¨®tico del barroco o del renacentismo, ?c¨®mo los agentes no conocen todav¨ªa a los fijos, por ejemplo, de la Gran V¨ªa?. Nosotros s¨ª los conocemos, y nos vamos dando la voz de aviso unos a otros.-
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