Bar, cielo, ola
Pudimos ver la foto el d¨ªa de San Juan. El presidente del Instituto Real de Arquitectos Brit¨¢nicos (RIBA) le impon¨ªa al alcalde, Joan Clos, la medalla de oro que esa organizaci¨®n otorga anualmente, y que, por primera vez en su historia, hab¨ªa reca¨ªdo en una ciudad, Barcelona. Me pareci¨® ominoso (en su sentido peor: de mal ag¨¹ero) que dos hojas antes el peri¨®dico llevase ese mismo d¨ªa un anuncio a p¨¢gina entera pagado por el Ayuntamiento de Madrid para hacer propaganda del hecho cultural municipal m¨¢s relevante del pasado a?o: las 416 representaciones en el teatro Espa?ol de Los habitantes de la casa deshabitada, la comedia de Jardiel Poncela. El RIBA suele premiar edificios o arquitectos; distinguiendo en esta ocasi¨®n un conjunto de calles, plazas y parques, los brit¨¢nicos dan personalidad art¨ªstica a un cuerpo urbano. Y yo me pregunto: ?tiene alma la ciudad? El d¨ªa 23, no muchas horas antes de que empezaran a arder los fuegos de Sant Joan, salt¨® otra noticia de ¨ªndole ciudadana: 50 escritores suscriben en Madrid un Pacto por la noche, titular enigm¨¢tico, rom¨¢ntico y hasta policiaco que, desentra?ado con atenci¨®n, resultaba ser s¨®lo un manifiesto en favor de que los bares de copas puedan cerrar m¨¢s tarde. Qu¨¦ tiempos, ?no?, aquellos en que el intelectual abajofirmante se part¨ªa el alma en defensa de unos mineros en huelga o un sindicato libre...
Alma a¨²n no s¨¦, pero Barcelona tiene al menos ¨¢ngel, y su ya duradero estado de gracia no puede -por mucho que digan los ingleses- ser exclusivamente achacado a una buena gesti¨®n municipal y un buen cuadro de arquitectos. Bar-cel-ona; ?recuerdan el logotipo creado por Mariscal? Si uno vive en la meseta, la ona mar¨ªtima no tiene remedio, pero los cielos de Madrid son antol¨®gicos, en su claridad matinal y cuando el sol poniente los pinta de un bermell¨®n que s¨®lo El Greco de Toledo (no Vel¨¢zquez ni Antonio L¨®pez) iguala. Y luego est¨¢n los bares. El tapeo es una leyenda y pocas cosas hay en el mundo tan insultantemente suculentas como la oreja madrile?a a la plancha.Pues bien, la Barcelona actual supera a Madrid en lo sublime (sus teatros y auditorios de nueva planta, el Liceo asombrosamente renacido), pero tambi¨¦n en lo vulgar: los nuevos locales de tapas del Ensanche barcelon¨¦s sirven delicatessen n¨®rdicas junto a los m¨¢s ricos despojos de la casquer¨ªa, y no tienen serr¨ªn en el suelo. Hasta los mimos que posan cubiertos de pintura blanca en las Ramblas se mueven menos y tienen m¨¢s lujo asi¨¢tico en la ropa que los de la Gran V¨ªa.
Como soy noct¨¢mbulo a veces busco de madrugada por las calles de Madrid. Mi deseo es encontrarle el alma, pero me contentar¨ªa con un restaurante donde llevar a cabo la sana costumbre de cenar al salir de la ¨²ltima funci¨®n de un cine o un teatro. En Barcelona, Par¨ªs y Londres, que pasan por ser ciudades laboriosas y tempraneras, no faltan; comer algo decente en Madrid despu¨¦s de la medianoche se ha hecho heroico (?es un indicio que ressop¨®, souper, supper, no tenga traducci¨®n adecuada en castellano?). Ese misterioso "pacto nocturno"... La mayor¨ªa de los firmantes es gente que se acuesta a la hora de las gallinas y en zona residencial, pero con tal de poner su nombre al lado de una supuesta causa libertaria se hacen c¨®mplices de lo m¨¢s soez de la noche madrile?a: el ruido del gamberro, los bocinazos del coche, la m¨²sica estridente al aire libre.
Ha habido elecciones municipales, y ya saben ustedes los resultados. Con la mala noticia de la reelecci¨®n del alcalde de la ciudad desde la que escribo estas l¨ªneas nost¨¢lgicas de otros cielos, otras olas y otros bares, una esperanza; el segundo de la alcald¨ªa, y concejal tambi¨¦n de Cultura, es persona cultivada y alerta, que ya ha anunciado un par de medidas sensatas en el apartado de la est¨¦tica ciudadana, que aqu¨ª en Madrid est¨¢ por los suelos. ?Premiar¨¢n un d¨ªa los brit¨¢nicos nuestro cuerpo renovado, limpio, hermoso? Si el concejal G¨®mez-Angulo consigue al menos acabar con el flagrante caso de enchufismo, partidismo y maridismo que ha convertido el teatro Espa?ol (espacio natural y p¨²blico para producciones de nivel europeo y no castizo) en una retr¨®grada empresa familiar de administraci¨®n comercial, yo estar¨¦ dispuesto a reconocerle a ¨¦l, aunque a mi ciudad a¨²n no se la vea, un alma.
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