Joan Romero
J. J. P?REZ BENLLOCH No ser¨ªa probablemente la entrevista m¨¢s esperada, pero apostar¨ªa que cualquier informador o comentarista de la vida pol¨ªtica valenciana hubiera celebrado como un triunfo profesional recoger in extenso las reflexiones de Joan Romero, las primeras que efectuaba quien fuera secretario general del PSPV y candidato a la Generalitat desde que, a finales de marzo pasado, fue obligado -como ¨¦l mismo confirma- a dimitir de ambos cargos. De ambos cargos y, al parecer, de la actividad partidaria, lo que no es una buena noticia para el colectivo socialista, por m¨¢s que alg¨²n insensato juzgue lo contrario. El lunes pasado y en estas p¨¢ginas, el citado dirigente rompi¨® el silencio observado durante estos meses y, a preguntas de Adolf Beltran, se explay¨® acerca de unos cuantos puntos capitales del socialismo ind¨ªgena espa?ol. Quienes hayan seguido con alg¨²n detenimiento su discurso mientras ejerci¨® el liderazgo es muy posible que no hallaren muchas novedades, si no reputamos tal el hecho infrecuente de que alguien con esa vitola pol¨ªtica practique todav¨ªa el gusto por el an¨¢lisis y la elaboraci¨®n ideol¨®gica. Con todo y con ello, ciertas opiniones all¨ª expuestas merecen a mi entender una m¨ªnima glosa por lo clarificadoras que resultan para comprender los sucesos que concluyeron con la dimisi¨®n y exilio de Romero. En este sentido, tengo para m¨ª que no pocos de los incordios que le afligieron a modo de fuego cruzado desde Ferraz, sede central del PSOE, y desde aqu¨ª, desde los sectores m¨¢s inmovilistas del PSPV, no ten¨ªan m¨¢s objeto que invalidar una concepci¨®n del partido, que se quer¨ªa con "voz propia", esto es, liberado de la agobiante tutela de Madrid. A?¨¢dase a esta audacia la propuesta no menos indigesta de airear la militancia, abri¨¦ndola a nuevos estamentos y sectores sociales mediante relaciones flexibles y ajenas al anacr¨®nico estatuto del afiliado. Era obvio que esta temeridad se compadec¨ªa mal con la ortopedia secular que administran los aparatos org¨¢nicos, de all¨ª y de aqu¨ª. Innovador asimismo, y acaso demasiado, habr¨ªa de considerarse el tono mesurado y el empaque intelectual que veteaba el llamado sermonario de Romero. ?C¨®mo, pues, podr¨ªa ser acogido por los partidarios del desahogo ret¨®rico chato y crispado en que han abundado electoralmente los voceros del PSPV? Los mismos, sin duda, que tampoco transigir¨ªan con un Pasqual Maragall y se encandilar¨ªan, en cambio, con Rodr¨ªguez Ibarra. Hay sensibilidades que siguen muy alejadas del milenio en ciernes, por m¨¢s receptivas y emprendedoras -de empresas, digo- que se postulen. Alguna decepci¨®n se habr¨¢ podido producir, pienso yo, en los lectores que esperaban un ajuste de cuentas por parte del ex l¨ªder. No lo ha habido. Ni siquiera para refutar el contrasentido de aquellos que amansan su vil conciencia asegurando que, con Romero, la dulce derrota en los comicios hubiera sido catastr¨®fica. Est¨¢ por ver, pero lo constatado sin paliativos es que la celebrada dulzura est¨¢ trufada de dislates y oquedad discursiva. Todas las tribus del PSPV juntas no han logrado ahormar un partido ni pespuntar un mensaje reconocible. Y una observaci¨®n final: a Romero le disparan desde las mismas troneras medi¨¢ticas que machacan sin pausa ?y todav¨ªa! a Ricard P¨¦rez Casado. Debe ser por alergia cr¨®nica a la singularidad y la excelencia. Aviados estamos.
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