Muere en el olvido Edward Dmytryk, una de las v¨ªctimas del macartismo en el cine
El director de 'El ¨¢rbol de la vida' viv¨ªa apartado de Hollywood desde hace tres d¨¦cadas
Ha muerto de viejo (hab¨ªa sobrepasado los 90 a?os) Edward Dmytryk. Fue un s¨®lido director de Hollywood, que al final de su vida sobrevivi¨® dando clases de montaje, su primer oficio en los a?os treinta, en el que era considerado un maestro. Alcanz¨® en las dos d¨¦cadas siguientes un gran renombre que no se asentaba en una gran obra. Fue un director ambicioso, con buen ofici¨®, pero no ten¨ªa talento excepcional, lo que no le impidi¨® ponerse al frente de filmes famosos, que a¨²n se recuerdan. Su carrera y su vida fueron truncadas por el desastre de la caza de brujas del senador fascista McCarthy.
Naci¨® Edward Dmytryk en Grand Forks, localidad canadiense de la Columbia brit¨¢nica, en el a?o 1908. Comenz¨® su aventura en el cine a los 15 a?os, cuando le contrataron como chico de los recados en la Paramount, en 1923. Siete a?os despu¨¦s, en 1930, era el jefe del departamento de montaje de estos estudios y dio forma y pulimento a pel¨ªculas de George Cukor, Leo McCarey y otros c¨¦lebres directores, cuyas huellas ¨¦l quer¨ªa seguir mientras montaba sus filmes.
Se convirti¨® en director de peque?as pel¨ªculas de serie B en 1939 y su tiempo de despegue hacia proyectos m¨¢s costosos y ambiciosos tuvo lugar entre los a?os 1944 y 1946, en que film¨®, con Ginger Rogers, John Wayne, Gloria Grahame, Robert Ryan, Dick Powell, Robert Mitchum y otras estrellas, Compa?ero de mi vida, La patrulla del coronel Jackson, Venganza y, sobre todo, Encrucijada de odios, que en su tiempo fue considerada una gran conquista del g¨¦nero negro, para ser tildada a?os despu¨¦s, y con fundamento, de filme sobrevalorado.
En 1947, nada m¨¢s estrenarse Encrucijada de odios, Dmytryk fue convocado a un interrogatorio del Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas, acusado de pertenecer al Partido Comunista. Dmytryk se neg¨® a responder a las preguntas que le fueron formuladas y fue procesado, como todos los que pertenec¨ªan al grupo resistencial llamado Los Diez de Hollywood, casi todos guionistas, salvo ¨¦l y Herbert Biberman. Fue ¨¦ste un grupo de hombres que plant¨®, con gallard¨ªa, cara ante la primera batida inquisitorial que inici¨® la caza de brujas y la puesta en marcha de las listas negras de Hollywood, a las que el nombre de Dmytryk se a?adi¨® y perdi¨® as¨ª toda posibilidad de seguir haciendo cine, lo que le condujo primero al exilio y m¨¢s tarde, en 1951, cuando volvi¨® de Europa a su pa¨ªs, a la c¨¢rcel.
La 'culpa'
Ese mismo a?o, una vez purgada entre rejas una parte de su culpa de tener ideas comunistas, Dmytryk cedi¨® a la presi¨®n del macartismo y delat¨® a varios de sus colegas, como ¨¦l antiguos militantes comunistas. No tard¨®, aunque se hab¨ªa convertido casi en un hombre indigente, en ver c¨®mo se le abr¨ªan puertas tras esta decisi¨®n redentora. En efecto, a finales de 1951 Dmytryk recibi¨® una oferta, esencial para el desarrollo de su carrera, del productor Stanley Kramer para rodar The Sniper, un duro thriller considerado por muchos como su obra m¨¢s compleja y formalmente m¨¢s arriesgada.
Como consecuencia de la buena acogida a este filme, la salvadora oferta de Kramer se prolong¨® en los rodajes de Ocho hombres de acero, con Lee Marvin; Hombres olvidados, con una pat¨¦tica y poderosa interpretaci¨®n de Kirk DougIas; Lanza rota, una de las grandes creaciones de Spencer Tracy, y El mot¨ªn del Caine en el que el talento de Humphrey Bogart, siempre dispuesto a representar el coraje, hizo uno de sus regates inesperados y ofreci¨® una refinada composici¨®n de la cobard¨ªa.
De ah¨ª, a?o 1955, a que pusieran en sus manos las riendas de opulentas superproducciones s¨®lo hab¨ªa un paso y Edward Dmytryk no tard¨® en darlo. Era, y lo sab¨ªa, un personaje odiado, un delator al que ahora se le pagaban los servicios prestados y se le abr¨ªan, precisamente por esa su condici¨®n de delator, las puertas de las c¨²pulas de Hollywood. Llegaron los premios. Otra vez Bogart y Tracy, con los que rod¨® La mano izquierda de Dios y La monta?a siniestra. Luego Clark Gable, con el que film¨® Cita en Hong Kong, y, sobre todo, en 1957, lleg¨® El ¨¢rbol de la vida, con un mano a mano entre dos ni?os por entonces mimados de la pantalla, Elizabeth Taylor y Montgomery Clift, apoyados en un presupuesto de los de cheque en blanco y unas ambiciones ¨¦picas que recordaban nada menos que a Lo que el viento se llev¨®. Pero la ambiciosa pel¨ªcula se convirti¨® en un estruendoso fracaso y apenas nada se mantiene en pie hoy dentro de los restos de sus acartonados aires de epopeya sure?a.
El gran presupuesto volvi¨® a repetirse en El baile de los malditos, que se convirti¨® en un largo, tedioso y frustrante ejercicio de amaneramiento por parte de Marlon Brando, que m¨¢s tarde reconoci¨® su desmedida afectaci¨®n e insinceridad en las pretenciosas im¨¢genes de este hueco filme de guerra, cuya busca de trascendentalismo qued¨® reducida a ceniza en un filme comercial mal enfocado y de escasa eficacia. S¨®lo la presencia de Montgomery Clift da algo de credibilidad al embarullado asunto, que probablemente precipit¨® el declive profesional de Edward Dmytryk, aunque le esperase, de forma fragmentaria, su canto de cisne en la interesante El hombre de las pistolas de oro, con un Henry Fonda espl¨¦ndido, y sobre todo La gata negra, una m¨®rbida e inquietante historia de sexo en prost¨ªbulos de lujo en la Nueva Orleans de principios de siglo, de la que se rumore¨® que las escenas m¨¢s eficaces y refinadas hab¨ªan sido realizadas no por Dmytryk, que no acababa de resolverlas convincentemente, sino por Blake Edwards, al que acudi¨® como repuesto.
Era el a?o 1962 y a Edward Dmytryk —fallecido el jueves— le quedaban todav¨ªa media docena m¨¢s de rodajes triviales. Luego, mediados los a?os setenta, desapareci¨®. Y su recuerdo emerge ahora, cuando ha muerto, de un injusto olvido.
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