R¨¦plicas
En el art¨ªculo de Javier Mar¨ªas aparecido en EL PA?S de 26 de junio se desliza una alusi¨®n al profesor Aranguren que, pretendiendo ser discreta (pues para nada se menciona su nombre), no merecer¨ªa otra calificaci¨®n que la de gravemente insidiosa... si no fuera porque se trata de un puro y simple disparate. Seg¨²n el articulista "el venerable fil¨®sofo ya fallecido" habr¨ªa contado en un curso universitario de verano, "con su aura izquierdista de los ¨²ltimos a?os de su vida", que "sus superiores acad¨¦micos franquistas le obligaron al t¨¦rmino de la Guerra Civil y durante a?os, a espiar a sus colegas y a informar de sus deslealtades o desafecciones al r¨¦gimen". Dif¨ªcilmente habr¨ªa podido Aranguren sentirse "obligado" a desempe?ar semejante "tarea delatora", habida cuenta de que no tuvo "superiores acad¨¦micos", franquistas o no, hasta 16 a?os despu¨¦s de terminada la Guerra Civil; y que, cuando gan¨® su c¨¢tedra en la Universidad de Madrid, en 1955, luc¨ªa ya un "aura" quiz¨¢s no todav¨ªa de "desleal" ni "desafecto" al r¨¦gimen, ni tampoco exactamente de "izquierdista", pero s¨ª de hombre independiente, pionero en la propuesta de superar las consecuencias de aquella contienda y procurar la reconciliaci¨®n con los intelectuales del exilio, disc¨ªpulo confeso de fil¨®sofos no precisamente bien vistos por esos a?os (como Unamuno, Ortega y Zubiri) y, para colmo de los colmos, cristiano heterodoxo, si no her¨¦tico, acusado de criptoprotestante cuando no poco menos que de ateo; a lo que conviene a?adir que, desde su estreno como catedr¨¢tico, fue d¨ªa tras d¨ªa convirti¨¦ndose en un incordio, de suerte que en lugar de "espiar" o "delatar" a nadie, sufri¨® ¨¦l mismo un constante espionaje y no infrecuentes delaciones. Sin duda fue tal palmar¨¦s lo que, por fin, movi¨® al r¨¦giman franquista a desposeerle de su c¨¢tedra en 1965, a los 10 a?os justos de haberla obtenido, priv¨¢ndole tambi¨¦n con ello de la oportunidad de seguir el consejo de nuestro articulista, para quien "el profesor pod¨ªa haber renunciado a su puesto en la Universidad" antes que ceder a las innobles y deshonestas imposiciones de las autoridades acad¨¦micas de la dictadura.
Quiero pensar que Javier Mar¨ªas ha obrado como lo ha hecho extraviado por la mala informaci¨®n m¨¢s bien que por la mala intenci¨®n, y que no estaba en su ¨¢nimo ofender con calumnias la memoria del profesor Aranguren. En cuanto a ¨¦ste, nunca presumi¨® de ser lo que no era y en todo momento reconoci¨® que proced¨ªa de un contexto familiar y social, digamos, de derechas. A partir de ah¨ª, podr¨ªa haberse estancado o incluso involucionar (como hicieron otros colegas de dicha procedencia, y hasta algunos sedicentes de izquierdas) y tambi¨¦n podr¨ªa haber evolucionado, pero dej¨¢ndose llevar por el oportunismo y en su propio provecho. Por el contrario, su evoluci¨®n ideol¨®gica le report¨® buen n¨²mero de sinsabores y un alto coste profesional y personal. Para cuantos le conocimos bien en aquellos a?os, la honradez y el coraje que derroch¨® en la lucha por la libertad y los derechos humanos, dentro o fuera de la Universidad, constituyeron un est¨ªmulo que nunca le agradeceremos bastante.
Me imagino que Javier Mar¨ªas no ver¨ªa las cosas de manera muy distinta si le hubiera conocido mejor y, por lo que a m¨ª respecta, me ofrezco a mejorar al menos su informaci¨®n en cuanto est¨¦ en mi mano hacerlo.- . .
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