R¨¦plicas
El s¨¢bado 26 de junio, EL PA?S public¨® un art¨ªculo de Javier Mar¨ªas (El art¨ªculo m¨¢s iluso) cuyo argumento se puede sintetizar de la siguiente manera: en situaciones pol¨ªticamente dif¨ªciles (como el r¨¦gimen dictatorial franquista a la salida de la guerra civil), no todo el mundo reacciona igual. Hay comportamientos ¨¦ticamente admirables que con frecuencia implican sufrimiento, y hay conductas ¨¦ticamente reprobables que a menudo conducen al ¨¦xito social y al enriquecimiento personal. Y en una sociedad como la nuestra, carente de valores ¨¦ticos, las segundas conductas son comprendidas y justificadas, cuando no celebradas, mientras que las primeras son ignoradas y relegadas al olvido. Para ilustrar los comportamientos reprobables, Mar¨ªas utiliza cuatro casos: la rese?a de una recopilaci¨®n de art¨ªculos escritos por un joven autor, el caso de "un prestigioso columnista", el de "un muy premiado novelista" y el de "un venerable fil¨®sofo ya fallecido", incapaz, por tanto, de contestarle, a diferencia de los anteriores. Ninguna de las personas a quienes alude Mar¨ªas es identificada con nombre y apellidos (pura y simple cobard¨ªa, a nuestro juicio), pero por los datos que ofrece no hay duda de que el ¨²ltimo se refiere a nuestro padre, el profesor Jos¨¦ Luis L. Aranguren. Y como ¨¦l no puede responder a las muy graves acusaciones formuladas por Mar¨ªas, lo hacemos nosotros.
En primer lugar, es absolutamente falso que Aranguren, "al t¨¦rmino de la guerra civil, y durante a?os" -como escribe Mar¨ªas-, ejerciese una labor delatora de colegas y compa?eros opuestos al r¨¦gimen franquista. Es falso sencillamente porque es imposible. Nuestro padre se incorpor¨® a la Universidad espa?ola en 1955, cuando obtuvo por oposici¨®n la C¨¢tedra de ?tica y Sociolog¨ªa de la Universidad de Madrid, informaci¨®n accesible a cualquiera con consultar los datos biogr¨¢ficos fundamentales de Jos¨¦ Luis L. Aranguren (o con hacer una llamada a los servicios de documentaci¨®n de EL PA?S). Y desde esa fecha son de sobra conocidas sus dificultades con el r¨¦gimen, que culminaron con su expulsi¨®n de la Universidad en 1965.
?De d¨®nde ha sacado Mar¨ªas los datos en que apoya tal acusaci¨®n? De una supuesta revelaci¨®n por el propio Aranguren en "una de esas charlas universitarias de verano". Es dif¨ªcil ser m¨¢s impreciso: no sabemos cu¨¢ndo (en qu¨¦ a?o) ni d¨®nde (en qu¨¦ curso universitario, en qu¨¦ ciudad). No nos dice si lo escuch¨® ¨¦l (Mar¨ªas) directamente o si se lo ha contado alguien. En el primer caso, si lo escuch¨® ¨¦l, ?reaccion¨® de alguna manera?, ?debati¨® con el profesor? o ?guard¨® silencio para hacer esta acusaci¨®n una vez fallecido el supuesto delator? Si se lo ha contado alguien, ?qui¨¦n lo escuch¨®?, ?es una fuente fiable, o parcial y sesgada?, ?ha buscado Mar¨ªas corroboraci¨®n o confirmaci¨®n por una segunda fuente, como har¨ªa cualquier periodista, m¨¢xime si tal informaci¨®n va a ser la ¨²nica base de una acusaci¨®n tan seria?, ?est¨¢n grabadas las palabras de Aranguren, o se trata de una cita de memoria y de segunda mano? Muchos interrogantes a los que Mar¨ªas, si puede, debe contestar. En cualquier caso, cuando menos, ya ha demostrado su ignorancia e incompetencia como periodista.
Inmediatamente a continuaci¨®n de acusar a Aranguren de delator, en el mismo p¨¢rrafo, Mar¨ªas escribe que "por los mismos a?os cuarenta era delegado de Tabacalera en su provincia natal (una prebenda may¨²scula en aquellos tiempos)". Al relacionar directamente la representaci¨®n de la Tabacalera con la tarea delatora, es obvio lo que Mar¨ªas quiere insidiosamente sugerir: la representaci¨®n de la Tabacalera era un premio, una recompensa a Aranguren por su actividad delatora de compa?eros y colegas; Aranguren se hac¨ªa rico ("prebenda may¨²scula", "enjundioso cargo") mientras otros corr¨ªan los riesgos inherentes a la delaci¨®n. Aqu¨ª tampoco se ha preocupado Mar¨ªas de enterarse de la realidad antes de escribir. La realidad es que la Representaci¨®n de Tabacalera en ?vila la obtuvieron nuestro abuelo, Isidoro L¨®pez Jim¨¦nez, y su primo C¨¦sar Jim¨¦nez Arenas, al 50%, mucho antes de la guerra civil. A la muerte de nuestro abuelo en 1941, su parte fue heredada a partes iguales por sus dos hijos, nuestro padre y nuestro t¨ªo Eduardo. En suma, el porcentaje correspondiente a nuestro padre en la representaci¨®n de la Tabacalera nunca fue superior al 25%. Y fue una porci¨®n heredada que produc¨ªa a nuestro padre un peque?o ingreso; lo de "prebenda may¨²scula" y "enjundioso cargo" es pura invenci¨®n de Mar¨ªas, necesaria para su argumentaci¨®n.
Esto es lo que nosotros, los hijos de Aranguren, queremos decir en respuesta al art¨ªculo de Javier Mar¨ªas, independientemente de lo que puedan escribir otras personas que se hayan sentido indignadas por tal escrito. Nosotros no sentimos sino desprecio por la persona que acusa tan falsa y gravemente con razonamientos tan falaces e injuriosos.- y sus hermanas y hermanos.
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