Los discursos autodestructivos
?Es posible al mismo tiempo condenar la mundializaci¨®n, denunciar la hegemon¨ªa estadounidense o la dependencia de los pa¨ªses del Sur y proclamar que el pa¨ªs de uno puede disponer libremente de su destino y que en ¨¦l la pol¨ªtica es todopoderosa? Con toda seguridad, no. Hace tiempo que los pa¨ªses europeos reconocieron la crisis del Estado nacional; no renuncian en modo alguno a su identidad y a su voluntad colectiva, pero saben que ning¨²n modelo centralizado y planificado puede hacer que un pa¨ªs sea competitivo y, por lo tanto, proteger su nivel de vida. Las crisis financieras de los ¨²ltimos a?os han puesto de manifiesto la fragilidad de Jap¨®n, de Corea, de M¨¦xico y, sobre todo, de Rusia. Brasil, por su parte, da muestras de una mayor capacidad de resistencia y de r¨¢pida recuperaci¨®n. Tenemos el derecho de preguntarnos si M¨¦xico se salv¨® por s¨ª mismo, si Rusia es capaz de enderezar su econom¨ªa y de hacer funcionar sus instituciones; incluso hemos podido preguntarnos sobre la capacidad de acci¨®n independiente del Reino Unido cuando los agentes financieros impusieron la devaluaci¨®n de su moneda. En ning¨²n pa¨ªs se renuncia a "existir"; al contrario, en muchos se busca combinar apertura econ¨®mica y protecci¨®n social o iniciativa pol¨ªtica. Pero con demasiada frecuencia se desarrolla con tanta fuerza un nacionalismo epid¨¦rmico que debemos preguntarnos si no es el complemento ret¨®rico de una dependencia rechazada como principio y aceptada de hecho. Tomemos el ejemplo de la Rep¨²blica Dominicana, pa¨ªs cuya dependencia del exterior es grande, que sufri¨® muy largas dictaduras o cuasidictaduras y que sigue viviendo una intensa politizaci¨®n. Este pa¨ªs da a menudo la impresi¨®n de estar preparado para las opciones m¨¢s extremas, pero la realidad es, por fortuna, muy diferente. El actual presidente, Lionel Fern¨¢ndez, aunque paralizado por su debilidad en el Parlamento, ha acometido con valent¨ªa y cierto ¨¦xito la recuperaci¨®n del Estado. En el bando contrario tambi¨¦n hay pol¨ªticos responsables, como lo fue el propio Pe?a G¨®mez. Y frente a estos arduos esfuerzos, vemos desarrollarse en este pa¨ªs, como en la mayor¨ªa de los pa¨ªses latinoamericanos e incluso europeos, corrientes de opini¨®n, alimentadas por periodistas e intelectuales, que acusan de traici¨®n o de mala fe a aquellos que se toman en serio las ideas de dependencia, de mundializaci¨®n y de hegemon¨ªa e insisten en la debilidad del Estado y de la naci¨®n en vez de entregarse a una ret¨®rica nacionalista o revolucionaria vac¨ªa de contenido. Es evidente que todos los pa¨ªses existen; que todas las naciones tienen el derecho a reclamar un futuro, pero deben ser conscientes de que esta existencia s¨®lo se vuelve real, deja de ser ilusoria, cuando las pol¨ªticas llevadas a cabo act¨²an sobre los hechos en lugar de contradecirlos o adaptarse a ellos con demasiada facilidad.
Dejemos este caso particular: existe una extra?a complementariedad entre un sistema hegem¨®nico, al que acaba de elogiar Francis Fukuyama, y un radicalismo intelectual y pol¨ªtico que condena el "pensamiento ¨²nico", que dice que quienes poseen el capital lo manipulan todo y, sin embargo, son partidarios de pol¨ªticas de ruptura que, seg¨²n sus propias declaraciones, ser¨ªan imposibles. Esta imagen caricaturesca de una hegemon¨ªa -que, sin embargo, no es absoluta- y de una dependencia -que tampoco es completa- debe desaparecer si queremos incrementar nuestra capacidad de acci¨®n, muy subestimada e infrautilizada. Si se define la pol¨ªtica mediante la defensa de una identidad o de una herencia, se deja el campo libre a una dominaci¨®n econ¨®mica que lo supedita todo a la libertad de intercambios. Por el contrario, si, abandonando los escenarios del populismo y del nacionalismo, la pol¨ªtica se dedica a mejorar la organizaci¨®n econ¨®mica, administrativa y social del pa¨ªs, a crear mayor actividad y m¨¢s justicia, a dar m¨¢s oportunidades a un mayor n¨²mero de personas y a ayudar m¨¢s a los m¨¢s desfavorecidos, demuestra sin problemas que estos objetivos sociales tambi¨¦n son factores positivos para alcanzar objetivos econ¨®micos, ya que ¨¦stos exigen no s¨®lo la apertura de mercados, sino tambi¨¦n la capacidad de innovaci¨®n, de producir adecuadamente y de repartir adecuadamente las riquezas.
Luchar contra la corrupci¨®n, contra los privilegios de la oligarqu¨ªa y contra la confusi¨®n de los intereses p¨²blicos y privados es la mejor manera de ayudar a fomentar un crecimiento que se corresponda con unas condiciones de vida mejores para toda la poblaci¨®n. El mantenimiento de una ret¨®rica fuertemente nacionalista y revolucionaria es uno de los principales obst¨¢culos con que tropieza el desarrollo en los pa¨ªses de Latinoam¨¦rica. Es cierto que se est¨¢ debilitando en muchos pa¨ªses, desde Chile hasta Brasil, pasando por M¨¦xico y Bolivia, pero sigue siendo influyente, tras haber causado grandes da?os, tanto en Argentina como en Uruguay, en Per¨² y en Colombia, por no mencionar a muchos pa¨ªses de Centroam¨¦rica.
Pero no se trata ¨²nicamente de renunciar a un discurso; es m¨¢s dif¨ªcil comprender que esta ruptura no debe estimular una tendencia hacia un liberalismo extremo y hacia una desigualdad y una exclusi¨®n mayores. Por el contrario, se trata de liberar un espacio pol¨ªtico ocupado por las ideolog¨ªas, opuestas y complementarias, del liberalismo y del nacionalismo radical. Ello presupone confianza en uno mismo y capacidad de influir en uno mismo. Pero esta capacidad es, en casi todas partes, demasiado d¨¦bil. Se podr¨ªa decir a los europeos que Europa no existe dado que no es capaz de resolver ni la guerra de Bosnia ni la crisis de Kosovo. Los mexicanos reaccionaron tanto contra los acuerdos que firmaron como contra la ayuda que recibieron diciendo que M¨¦xico ya no exist¨ªa y los habitantes de la Rep¨²blica Dominicana pueden pensar que se les desprecia porque se acent¨²a su dependencia. En todos estos casos, dichas reacciones de amor propio herido no pueden m¨¢s que agravar el mal. Por el contrario hay que despertar a la opini¨®n p¨²blica, crear la conciencia de la necesidad y, sobre todo, de la posibilidad de una acci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y social.
La principal debilidad de casi todos los pa¨ªses de Latinoam¨¦rica es no creer lo suficiente en su capacidad de actuar y contentarse con un doble lenguaje, el de la denuncia de la mundializaci¨®n y la dependencia, y el de la reivindicaci¨®n de un voluntarismo nacional. Hoy ya no hay sitio ni para el liberalismo beato ni para el voluntarismo ideol¨®gico; pero hay mucho sitio, mucho m¨¢s del que se piensa, para el an¨¢lisis, la acci¨®n, los debates y las reformas.
Alain Touraine es soci¨®logo y director del Instituto de Estudios Superiores de Par¨ªs.
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