Bancos
E. CERD?N TATO Los alumnos aplicados de la Escuela de Chicago ya cumplen las pr¨¢cticas de un master, por correspondencia, de privatizaciones al detall; los humildes mendigos y los altivos vagabundos que guardan en sus bolsillos toda la arqueolog¨ªa del pan y vestigios de los poemas de Walt Whitman y Allen Ginsberg, ya han comunicado oficialmente que se jalar¨¢n este universo mundo, si el capitalismo les saquea un solo palmo m¨¢s de intemperie o de raso de las noches de aguardiente, alcaloide de c¨¢?amo y jazmines. A los alumnos del master, el aviso no les ha producido turbaci¨®n visible. Se han duchado, se han afeitado, se han dado un varonil masaje en sus mand¨ªbulas de berilo y, despu¨¦s de ponerse jeans de Versace Couture y camisas de tonos crudos, han continuado sus pr¨¢cticas, muy seguros de que marcan el paso de la historia. Pero no han podido ocultar el sudor agrio que les ha inundado las axilas y el torso, como un manantial de secretos temores, cuando han advertido, frente al templo financiero donde se entrenan, la presencia de una docena de indigentes, con una gran pancarta desplegada: "No desaloj¨¦is nuestro sue?o". Mientras la direcci¨®n del master y los economistas sumisos a las teor¨ªas de Milton Friedman, tratan de interpretar el rotundo e inquietante mensaje; desde los ilustrados clochards de Par¨ªs, hasta los trotamundos de Kerouac que a¨²n cruzan el polvoriento erial americano, en mercanc¨ªas, saben que en este pa¨ªs de corrupciones, corruptelas y chorizos con Cartier de oro y m¨®vil de sobaquera, se est¨¢ emitiendo por televisi¨®n un spot publicitario intolerable y, se supone, que nada veraz: algunos banqueros han ordenado a los alumnos en pr¨¢cticas, que pinten de cuenta corriente los bancos p¨²blicos de parques, plazas, alamedas, y que s¨®lo los disfruten los titulares de la privilegiada cuenta. Y son tan flagrantes el desaf¨ªo y la impertinencia, que los humildes mendigos y los orgullosos vagabundos acaban de proclamar su ultim¨¢tum: basta de privatizaciones. Los bancos son de quienes los duermen y los sue?an, noche a noche, bajo la helada llovizna del invierno y la inclemente combusti¨®n de este mes de julio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.