Catarsis
La c¨²pula de los ensayos parece una nave marciana camuflada entre los bosques de la sierra de Collsacabra, pero Els Joglars viven en un chal¨¦ vecino, la residencia que Tecla Sala (una hero¨ªna del textil catal¨¢n) mand¨® construir para reunirse con obispos y abades. Hermoso contraste ver ahora sus 12 habitaciones ocupadas por los juglares m¨¢s sulf¨²ricos de Espa?a. En los ¨²ltimos a?os, la compa?¨ªa de Albert Boadella ha ido poniendo en escena una historia sat¨ªrica de Catalu?a, a veces exaltada como la del bandolero Serrallonga, a veces feroz como la de Jordi Pujol, a veces fraternal como la dedicada a Josep Pla. ?sta era, desde luego, la antigua funci¨®n de los juglares, desenmascarar a la autoridad y divertir a las gentes con la caricatura de los poderosos. La de Boadella es posiblemente la ¨²nica compa?¨ªa que asume su funci¨®n originaria hasta las ¨²ltimas consecuencias. Su teatro radical y popular pone el carnaval sobre las tablas y el mundo del rev¨¦s. Es el teatro de antes, cuando los poderes p¨²blicos a¨²n no lo hab¨ªan domesticado.
Ahora ensayan su obra del a?o 2000, y en ella inventan a otro catal¨¢n mucho m¨¢s t¨ªpico de lo que pueda parecer, Salvador Dal¨ª. Las dificultades son enormes, porque Dal¨ª era una caricatura de s¨ª mismo y explotaba su propio rid¨ªculo como un negocio. Quiz¨¢s por ello, la obra, de la que s¨®lo he visto unas tres cuartas partes, me ha parecido m¨¢s l¨ªrica, severa y sorprendente que las anteriores. Los juglares ven en Dal¨ª a otro juglar que arruin¨® su prestigio y dignidad sin por ello perder un ¨¢pice de lucidez. O, mejor dicho, que se destruy¨® a s¨ª mismo con la escalofriante exactitud de Antonin Artaud, pero a la manera ampurdanesa.
Como dec¨ªa Enzensberger, hoy es casi imposible escandalizar, y, si pones en escena al Papa orinando sobre un crucifijo, s¨®lo consigues bostezos. Pero, en su nueva obra, Els Joglars satirizan lo ¨²nico sagrado que a¨²n respeta nuestra sociedad. No puedo decirles de qu¨¦ se trata porque ser¨ªa una traici¨®n, pero les aseguro que yo mismo vi los espectros de mis creencias ridiculizados sobre el escenario y me sent¨ª escandalizado. Pero tambi¨¦n liberado, porque no hay convicci¨®n que no nos haga esclavos, y es sano descreer de uno mismo. Nuestras viejas seguridades nos momifican, son ellas las que nos matan. Sin juglares, todos momias.
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