Carnoustie, la bestia, acoge el Open
La tremenda dificultad del campo escoc¨¦s, gran obst¨¢culo para los sue?os de Sergio Garc¨ªa, Olaz¨¢bal y compa?¨ªa
Si Sergio Garc¨ªa, el fen¨®meno de Castell¨®n, ganase el Open, se convertir¨¢ en el ganador m¨¢s joven del siglo del torneo de golf m¨¢s antiguo. Garc¨ªa, con 19 a?os cumplidos en enero, desbancar¨ªa de tal honor a otro espa?ol, al Severiano Ballesteros que ten¨ªa 22 a?os y tres meses y pico cuando en 1979 consigui¨® en el Royal Lytham el primero de sus tres Open. Pero para que Garc¨ªa, el ni?o que arrolla, gane el Open Brit¨¢nico, que celebra su 128? edici¨®n desde hoy hasta el domingo (Sportman¨ªa en directo, Canal + en diferido por las noches), deber¨¢n caer no s¨®lo Tiger Woods, David Duval, Ernie Els, Colin Montgomerie o Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal, los mejores jugadores del mundo sedientos como nadie de un triunfo en el tercer grande de la temporada. Eso ser¨ªa, en todo caso, la parte c¨®moda del trabajo. La parte dura, lo dif¨ªcil de verdad, ser¨¢ domar a la bestia. Ning¨²n campo de golf asusta tanto con s¨®lo mencionar su nombre como el rinc¨®n escoc¨¦s conocido como Carnoustie. Ni a Augusta (un jardincito, en realidad), ni Pinehurst (temible, dec¨ªan, cuando acogi¨® el Open de Estados Unidos hace un mes, pero que en realidad, y en la distancia, parece un pastelito); si quieren sufrir, vengan a Carnoustie. Ll¨¦guense a la costa de Angus, crucen el Firth of Tay, ext¨¢siense viendo St Andrews en la otra orilla y sum¨¦rjanse en el campo m¨¢s largo (7.361 yardas para un par de 71 golpes), cuyos laterales son, para algunos, un lugar en el que las vacas disfrutar¨ªan de hierba alta, hasta la cintura, sin fin; busquen, si las encuentran porque son m¨ªnimas, unas calles con un c¨¦sped perfecto y en perfecto estado; crucen, no lo intenten saltar, el Barry Burns, el arroyo que serpentea por todo el campo y se convierte en un duro obst¨¢culo en el hoyo 17 con su doble curva, y en el 18; jueguen a la asociaci¨®n de ideas con los b¨²nkers (bancos de arenas) como si fueran nubes y digan que los dos de la calle del 14 parecen unas gafas; y, si no tienen suficiente, esperen a que sople el viento del mar del Norte. Jueguen entonces al golf y piensen que 75 golpes son un resultado extraordinario. "Creo que con 300 (+16) se puede ganar el torneo si sopla el viento", dice Colin Montgomerie, el europeo m¨¢s caliente junto a Garc¨ªa. "Y no exagero". As¨ª de duro es Carnoustie, un campo que el Open, itinerante por Inglaterra y Escocia, no visita desde hace 24 a?os. Hay dos favoritos, los m¨¢s deseados por el p¨²blico, que ni siquiera hab¨ªan nacido cuando Tom Watson, en 1975, gan¨® en Carnoustie el primero de sus cinco Open, acabando con su fama de bueno pero blando en los grandes. Los dem¨¢s eran unos ni?os de pantal¨®n corto. Tiger Woods, de 23 a?os, y Sergio Garc¨ªa han o¨ªdo de sus mayores las leyendas del norteamericano y de c¨®mo tuvo que jugar el domingo 18 hoyos de desempate, porque el s¨¢bado, el ¨²ltimo d¨ªa de torneo durante aquellos a?os en la calvinista Escocia (no dar¨¢s palo los domingos), hab¨ªa empatado con un birdie (un golpe de menos) en el 18 al desgraciado Jack Newton. Aquel a?o tuvieron suerte. S¨®lo sopl¨® el viento los dos ¨²ltimos d¨ªas. Ayer la cosa sonaba bien. Apenas hab¨ªa brisa y no llov¨ªa. Olaz¨¢bal ser¨ªa uno de los favoritos si no fuera por el pu?etazo que le solt¨® al cabecero de una cama tras una mala primera ronda en el Open de EEUU. El ganador del Masters 99 no ha vuelto a competir desde entonces, y llega a Carnoustie recuper¨¢ndose de una fractura, lo que, en cierta forma, puede jugar a su favor. Llega tranquilo y sin expectativas. Es decir, mentalmente en un estado perfecto. Es peligroso. Desde el otro lado de la calle llega Sergio Garc¨ªa. Su espectacular victoria en el Open de Irlanda y su espectacular ronda de 62 en la primera vuelta de Loch Lomond le han convertido en el chico de moda. Su valor ha sido su bandera. Su coraje en ir siempre al hoyo, su marca de f¨¢brica. Pero llega a Carnoustie, un lugar del que, si no sujeta bien a sus caballos, puede salir trasquilado.
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