Madame Chauffat cantaba tangos VALENT? PUIG
Ser¨ªa de agradecer que alguien escribiera una biograf¨ªa de Aurora Bertrana sin par¨¦ntesis piadosos ni apriorismos feministas, como podemos conocer la verdadera vida de Jean Rhys, una escritora en tantas cosas comparable a aquella muchacha de Girona que fue violoncelista, esposa transitoria de Monsieur Chauffat y autora de un pu?ado de libros sensuales y libres. Aparece fotografiada con un perro a sus pies, vestida como una muchacha tahitiana, tan bella como convencida de la existencia del buen salvaje. Un reciente n¨²mero de la Revista de Girona dedicado principalmente a conmemorar el cuarto de siglo de la muerte de Aurora Bertrana (1892-1974) esboza un retrato con zonas deliberadamente a oscuras, insinuante y a la vez pol¨ªticamente correcto. Tan s¨®lo queda perfilada a medias la osad¨ªa vital de Aurora Bertrana y la sucesi¨®n rocambolesca de amistades y extra?amientos. El lector hallar¨¢ muy pocas obras de Aurora Bertrana en las librer¨ªas, tal vez la reedici¨®n de Paradisos oce¨¤nics y uno de los vol¨²menes algo polvorientos de sus memorias. Como escritora, la hija de Prudenci Bertrana iba a ser alentada tard¨ªamente por su padre. Al principio, el padre incluso quiso apartarla de la literatura y encaminarla hacia la m¨²sica. Si as¨ª lo hac¨ªa un artista como Bertrana, poco hay que echarle en cara al realismo del se?or Esteve. En 1923, Aurora estudia pedagog¨ªa musical en Ginebra. Canta flamenco en una emisora de radio ginebrina y arrastra su violoncelo hasta una cafeter¨ªa para entretener a la parroquia con un cuarteto de amigas. Cruza la intemporalidad un eco de la orquesta de se?oritas. Con mayor potencial de turbulencia, aparece el ingeniero Chauffat. En un hotel de Chamonix, Aurora toca jazz y canta tangos. Leer La boda de Pierre Loti fue la premonici¨®n provocada por Chauffat para que la joven violoncelista se entusiasmase por Tahit¨ª. Despu¨¦s de considerar la alternativa de un contrato para el Congo, el ingeniero el¨¦ctrico se llevaba a su joven esposa al para¨ªso polin¨¦sico, para tres a?os que la memoria de una escritora en ciernes no podr¨ªa olvidar. Vivieron en Papeete, felices. Desde Tahit¨ª, ella escribe cartas explicando la personalidad de su marido, un tipo concentrado y silencioso, con aspecto de aburrido, pero espont¨¢neo y alegre en la intimidad. Para m¨ª que Chauffat, aunque s¨®lo sea indirectamente, es uno de los personajes m¨¢s intrigantes de la literatura catalana. A los 30 a?os, Aurora Bertrana se ve¨ªa como una ni?a en manos del hombre que amaba y que se merec¨ªa todos los sacrificios y renuncias. De una primera visi¨®n del paisaje tahitiano desde el hotel Tiar¨¦ provienen las p¨¢ginas de Paradisos oce¨¤nics, un libro cuya primera edici¨®n se agot¨® en dos semanas, en 1930. A su regreso a Barcelona, en las conferencias de Aurora Bertrana sobre la Polinesia, Denis Chauffat pasaba las diapositivas. Intriga saber hasta qu¨¦ punto la relaci¨®n entre Aurora y Chauffat pueda tener alg¨²n paralelismo con el tempestuoso v¨ªnculo entre la joven Colette y Willy. Aurora hace un amago mas¨®nico, es candidata republicana, intenta fundar una universidad obrera femenina. Escribe art¨ªculos de los que alguien dijo que respiraban un aire de libertad absoluta, impregnada de c¨®ctel, de tren expreso, de transatl¨¢ntico, de todo menos de chocolate con melindros. En aquellos a?os publica un libro -L"illa perduda- escrito a cuatro manos con su padre. Viaja a Marruecos y escribe El Marroc sensual i fant¨¤stic. Despu¨¦s de la guerra civil, en el exilio, siente la tentaci¨®n del suicidio. Es el gran desarraigo, un atisbo de aquella vida vulnerable y n¨®mada que fue la biograf¨ªa de Jean Rhys. Aurora trabaja como doncella de una arist¨®crata rusa. Luego est¨¢ en la Cruz Roja internacional. Pasa dos a?os en Prada, cerca de Pompeu Fabra. Persiste una clara preferencia por los amigos con sempiterno uniforme de intelectual o poeta, como Nicolau d"Olwer o Ventura Gassol. Despu¨¦s de 12 a?os, vuelve a Barcelona. Publica con cierta intensidad, alejada del mundo catacumbal de la cultura resistencialista. En Girona, tiene sus m¨¢s y sus menos con el veredicto del premio de novela Prudenci Bertrana. En 1965, cuando publica Oviri i sis narracions m¨¦s dedica el libro a Caterina Albert, quien ya llevaba un cierto tiempo sin hacer de V¨ªctor Catal¨¤. Hab¨ªan estado hablando largamente sobre animales dom¨¦sticos y los relatos de Oviri son un delicioso cat¨¢logo de gatos, perros y otras bestias entra?ables. En el pr¨®logo, Dom¨¨nec Guans¨¦ -siempre tan ecu¨¢nime- sostiene que esos animales son los personajes que Aurora Bertrana ha descrito con m¨¢s deleite y plasticidad, con un sentimiento de convivencia. Observando a un gato salvaje desde la veranda est¨¢ la escritora, la mujer de una energ¨ªa existencial y literaria que merecer¨ªa m¨¢s reediciones y lectores aunque s¨®lo fuese porque las islas de coral y las t¨²rgidas bailarinas tahitianas ocuparon su lugar en una literatura que m¨¢s bien abundaba en ruralismo con escopeta de cartuchos, sadomasoquismo noucentista y novelas con piano de cola y mundanidad de cart¨®n piedra.
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