Los gozos a la sombra
Las escondidas y umbr¨ªas sendas de este Hortus M¨¢ximus Matritensis son, cuando el calor canicular aprieta, un oasis de verdor y frescura en el que se refugian los ciudadanos sabios que a¨²n no se han ido de vacaciones y peque?os grupos de turistas, a¨²n deslumbrados por el brillo de los tesoros del Prado. El Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid es otra clase de joya, una ordenada y civilizada selva que, bajo su pl¨¢cido aspecto, guarda una ajetreada y azarosa historia que incluye guerras y devastaciones, expolios y exilios desde que, por orden del indispensable CarlosIII, la instituci¨®n se traslad¨® del soto de Migas Calientes, cercano a Puerta Hierro, a estas Huertas del Prado Viejo de Atocha.La estatua del rey alcalde preside el paseo central, que conduce al pabell¨®n neocl¨¢sico de Villanueva, que es el edificio m¨¢s significativo del parque y acoge regularmetne en sus amplios y luminosos salones congresos, exposiciones, conferencias y actividades cient¨ªficas y culturales. El rey de bronce parece satisfecho y posa con la mano izquierda en la cintura arremang¨¢ndose la veste para caminar por sus jardines. Dos siglos tuvieron que pasar para que el monarca fundador ocupara el puesto que se merece y que le fue adjudicado en la ¨²ltima gran reforma.
Detr¨¢s de CarlosIII, en la glorieta del Pabell¨®n, est¨¢ la fuente de Linneo, que preside el busto del insigne naturalista, coronado por una selv¨¢tica y rizada peluca. En el pedestal se inscribieron por orden alfab¨¦tico los nombres de los m¨¢s ilustres bot¨¢nicos nacionales. Algunos de los notables relacionados con el jard¨ªn tienen tambi¨¦n sus estatuas de piedra alineadas en uno de los paseos transversales. Quer, Lagasca, Clemente y Cavanilles resumen en sus apellidos la historia del Bot¨¢nico. Fundado a finales del ilustrado Siglo de las Luces, el Jard¨ªn Bot¨¢nico vivi¨® su primera guerra a comienzos del sigloXIX, salv¨¢ndose milagrosamente de la destrucci¨®n de las tropas napole¨®nicas por una feliz coincidencia: Claudio Boutelloy, el conservador del parque, ten¨ªa apellido y ascendencia franceses y recibi¨® un trato de favor de sus primos transpirenaicos.
El que estuvo a punto de no poder contarlo fue don Mariano Lagasca, al que le toc¨® corregir los desaguisados de la guerra y bregar a diario con el inconstante rey fel¨®n. Los cambios de humor pol¨ªtico de FernandoVII se convirtieron para el pobre Lagasca en motivo de continuos traslados y periodos de exilio. En uno de aquellos viajes, don Mariano, que acompa?aba a C¨¢diz al Gobierno constitucional, perdi¨® los papeles, extravi¨® los manuscritos de lo que iba a ser su obra m¨¢s ambiciosa.
La guerra civil tambi¨¦n causar¨ªa importantes estragos en el Bot¨¢nico madrile?o, aunque celosos funcionarios tomaron la precauci¨®n de salvar los muebles y pusieron a buen recaudo los archivos, herbarios, colecciones y bibliotecas en los desvanes del Museo del Prado. La posguerra no fue un periodo pr¨®spero para el jard¨ªn, que hab¨ªa ido perdiendo terreno f¨ªsico y prestigio cient¨ªfico con el paso del tiempo, entre la burocracia y la carencia de medios. Pero los a?os m¨¢s negros llegaron a finales de los sesenta. En su valiosa gu¨ªa del parque, Juan Armada y Santiago Castroviejo comentan que entre 1965 y 1974 el presupuesto no alcanzaba para pagar el agua de riego ni para encender la calefacci¨®n. El director de entonces, don Francisco Bellot, redact¨® un desolador informe en el que se le¨ªa: "Su estado es deplorable, dada su antig¨¹edad de dos siglos, sin que se hayan efectuado reparaciones de importancia desde 1929; sus paseos, fontines, bancos, verjas, etc¨¦tera, constituyen, por su estado, una verg¨¹enza para el pueblo de Madrid y para quien tiene la responsabilidad de conservarlo y aportar las cantidades precisas para su mantenimiento decoroso".
En el segundo centenario del jard¨ªn, celebrado en 1974, quedaron tapadas sus verg¨¹enzas, saneados y repoblados sus avenidas y parterres, sus aulas y sus invernaderos. Pasear por el Bot¨¢nico hoy es un gozo de sombra y luz para la vista, el olfato y el o¨ªdo, pues, como informan los paneles, entre los miles de especies vegetales del entorno ha crecido una avifauna tambi¨¦n variad¨ªsima; los colonizadores m¨¢s numerosos son los gorriones, las urracas y los mirlos, pero no faltan los ruise?ores y los zorzales, las orop¨¦ndolas, pitos reales, lavanderas, verderones, las cotorras ex¨®ticas y una asamblea invisible de b¨²hos, lechuzas y autillos, que sale cuando cae la noche. Los gatos son, desde luego, los mam¨ªferos terrestres mejor adaptados del jard¨ªn, toda una instituci¨®n del Bot¨¢nico.
Los trinos son m¨²sica celestial que arrulla a algunas parejas en los bancos m¨¢s protegidos y acompa?a la sesi¨®n de bronceado intensivo de dos j¨®venes n¨®rdicas con las sandalias polvorientas de patearse el cogollo art¨ªstico y muse¨ªstico de la capital. Un ni?o deletrea trabajosamente los nombres cient¨ªficos que figuran en las placas de identificaci¨®n, Cinnamomun camphora, Celtis laevigata. Colosos centenarios y arbustos delicados, hierbas arom¨¢ticas y medicinales que hasta hace unos a?os recolectaba y distribu¨ªa a los necesitados un portero del parque. Rosas y madro?os, tejos misteriosos y olmos supervivientes, especies ex¨®ticas y humildes tub¨¦rculos de la huerta.
Entre las diversas actividades que se desarrollan en el Bot¨¢nico est¨¢n las exposiciones y reuniones de la Sociedad Micol¨®gica en oto?o, los cursos de formaci¨®n te¨®rico-pr¨¢ctica para j¨®venes jardineros, las publicaciones y las investigaciones bot¨¢nicas, y trabajos de introducci¨®n y aclimataci¨®n de nuevas especies. Tambi¨¦n funciona un banco donde se recogen y almacenan semillas para intercambiar con otros trescientos jardines similares de todo el mundo. Una labor que garantiza el futuro de miles de especies amenazadas de extinci¨®n por los grandes depredadores humanos.
Acceder a este rinc¨®n del para¨ªso est¨¢ al alcance de cualquiera por el m¨®dico precio de 200 pesetas.
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