Ingenuidad EDUARDO MENDOZA
La ingenuidad no es un crimen, pero a veces puede ser la m¨¢s expeditiva de las coartadas. Algunas reacciones ante los disturbios raciales de los ¨²ltimos d¨ªas en el barrio de Ca n"Anglada de Terrassa (al menos tal como este diario las transcribe, seguramente con la simplificaci¨®n a que obligan las prisas) ilustran, a mi parecer, este principio, tanto m¨¢s cuanto que se atribuyen a personas inteligentes, cuya integridad est¨¢ fuera de toda duda. La primera proviene de un hombre tan poco ingenuo como es el fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a, Jos¨¦ Mar¨ªa Mena, para quien los brotes de violencia han sido provocados "por personas relacionadas con n¨²cleos extremistas y de otras tendencias" (EL PA?S Catalu?a, 17 de julio). La afirmaci¨®n es tan vaga que resulta irreprochable desde el punto de vista l¨®gico, pero adolece de dos defectos: el primero, ignorar el hecho de que, seg¨²n parece, las actuaciones de estos extremistas contaban con amplio apoyo popular, al menos en un principio; el segundo, tratar de minimizar el problema calificando a sus autores de "extremistas", como algo opuesto a moderados o gente corriente, lo cual, por otra parte, es obvio, puesto que extremistas son los que cometen actos propios de extremistas. Lo mismo ser¨ªa aducir que una oleada de violaciones no es significativa porque todas las violaciones fueron cometidas por violadores. Igualmente ingenua parece la reacci¨®n de otra persona tambi¨¦n merecedora del m¨¢ximo respeto: el p¨¢rroco de Sant Crist¨°fol, Jes¨²s Navarro, quien en el peri¨®dico del viernes 16 afirmaba: "Todo esto es incomprensible". Esta conclusi¨®n, en boca de un hombre que lleva siete a?os al frente de una parroquia famosa por su implicaci¨®n en los problemas sociales del barrio, resultar¨ªa algo escasa si no la ampliaran unas declaraciones del mismo Jes¨²s Navarro aparecidas al d¨ªa siguiente en este mismo diario. En ellas, el p¨¢rroco de Sant Crist¨°fol reiteraba su sorpresa ante el estallido de violencia racista, especialmente viniendo de "gente que ha participado en la lucha antifranquista". Yo no dispongo de los datos de que dispone Jes¨²s Navarro, pero no veo contradicci¨®n entre ambos hechos; los vecinos de Ca n"Anglada se enfrentaron al franquismo por la misma raz¨®n por la que ahora se enfrentan a los magreb¨ªes: porque estaban hartos. No quiero decir que su lucha antifranquista no tuviera un trasfondo ideol¨®gico cabalmente asumido, pero tampoco hay que ser un marxista redomado para pensar que a veces las condiciones materiales influyen en la actitud de las personas y los grupos. Al decir esto no pretendo justificar los actos de violencia racista. S¨®lo insisto en que no hay que caer en la tentaci¨®n de atribuir ciertos efectos a causas incomprensibles y que no hay que sorprenderse porque en determinadas circunstancias los r¨ªos desborden sus cauces. Y sin embargo, el p¨¢rroco de Sant Crist¨°fol no es un hombre ingenuo: en sus declaraciones habla de familias desestructuradas, de hacinamiento, de contratos ilegales abusivos. Su an¨¢lisis de la situaci¨®n es coherente y parece certero. Ni soy yo qui¨¦n para enmendar la plana al fiscal y al p¨¢rroco. S¨®lo indico que ante un problema tan grave como ¨¦ste, por lo que es en s¨ª y por lo que tiene de sintom¨¢tico, es preciso asumir, al menos como hip¨®tesis de trabajo, la posibilidad de que los actos violentos respondan al sentir generalizado de una comunidad, y de que este sentimiento no carezca de s¨®lidas razones materiales, por m¨¢s que los actos sean reprobables y merecedores de una intervenci¨®n decidida de las fuerzas del orden y, en los casos individuales que proceda, de la justicia. Pero la mayor y m¨¢s peligrosa de las ingenuidades es, a mi juicio, la de los partidos pol¨ªticos de todas las tendencias, las organizaciones y algunos individuos, que prometen o reclaman medidas conducentes a lograr la integraci¨®n de los inmigrantes de otras culturas en nuestra sociedad. Por supuesto, hay que adoptar medidas urgentes que corrijan las injusticias flagrantes y remedien unas condiciones de vida que seguramente han influido m¨¢s en la violencia que cualquier ideolog¨ªa, pero en la concepci¨®n de estas medidas la integraci¨®n puede ser un ideal, nunca un objetivo, y menos un objetivo expreso. En el contexto de la planificaci¨®n oficial, la integraci¨®n implica solamente esto: la aceptaci¨®n por el m¨¢s d¨¦bil de los h¨¢bitos y la idiosincrasia del m¨¢s fuerte. Cuando dos formas distintas de entender la vida se ven obligadas a compartir un mismo espacio, esta integraci¨®n, a pesar de lo que puede tener de traum¨¢tico, es deseable, y en todo caso, la mejor de las opciones. Pero ha de hacerse en forma gradual y voluntaria. De lo contrario, por suave que sea la inducci¨®n, acaba interpret¨¢ndose como una imposici¨®n y convirti¨¦ndose en un agravio hist¨®rico. ?Al decir esto estoy propugnando la existencia de guetos? Pues s¨ª, francamente. Guetos dignos, provistos de los servicios necesarios, y tan abiertos que quien lo desee, por convencimiento o por conveniencia, pueda salir, o entrar, o vivir entrando y saliendo a su capricho, si sabe c¨®mo hacerlo. El resto hay que dejarlo en manos del tiempo y sobre todo de las personas, y confiar en que ¨¦stas har¨¢n en la mayor¨ªa de los casos la elecci¨®n m¨¢s adecuada para s¨ª y en especial para sus hijos. La sociedad civil, por su parte, dispone de muy variados sistemas de integraci¨®n voluntaria. Algunos son directos, aunque de poca eficacia, como el reunirse los domingos en un parque y tocar la pandereta en favor de la solidaridad. Otros son muy eficaces, pero un tanto superficiales, como el compartir la devoci¨®n fan¨¢tica por un club de f¨²tbol o cosa similar. Otros, por ¨²ltimo, son m¨¢s trabajosos, pero a la larga m¨¢s fruct¨ªferos, como por ejemplo la cultura, siempre y cuando no se entienda por cultura lo que entienden nuestras autoridades, es decir, la febril inauguraci¨®n de equipamientos superfluos con fines propagand¨ªsticos, sino como el territorio en el que los seres humanos podemos encontrarnos y expresarnos de un modo comprensible para los dem¨¢s. En resumen, pocas intenciones, m¨¢s espacio vital y agua corriente en los grifos. El problema de la inmigraci¨®n en Catalu?a s¨®lo est¨¢ en sus inicios, pero ser¨ªa una grav¨ªsima irresponsabilidad de todos esperar a que alcanzara su pleno desarrollo para empezar a abordarlo seriamente y no s¨®lo con palabras. No faltan modelos de muy distinta ¨ªndole: Europa est¨¢ llena. Pero en el fondo, la cosa no parece tan complicada. S¨®lo requiere imaginaci¨®n, inteligencia, trabajo, honradez y buena parte de los miles de millones que actualmente se malgastan en chorradas. En las ¨²ltimas elecciones municipales los catalanes votaron mayoritariamente a los partidos llamados de izquierda. Yo entiendo que con este voto se estaba pidiendo a la Administraci¨®n p¨²blica la construcci¨®n de una Catalu?a que anteponga la justicia, el bienestar, en definitiva, la concordia, a otros intereses.
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