Olavide: de mal en peor
El autor asegura que, tras la ¨²ltima reforma, la plaza de Olavide parece poe fin lo que es:el techo de un aparcamiento
Hay sitios con mala suerte. Hace 25 a?os, la plaza de Olavide, en Chamber¨ª, una placita redonda, entre Fuencarral, Santa Engracia, Eloy Gonzalo y Luchana, ten¨ªa un mercado precioso, de tiempos de la Rep¨²blica; Miguel Garc¨ªa Lomas, a la saz¨®n Alcalde, decidi¨® tirar el edificio con el pretexto de hacer una plaza, "una zona verde para disfrute de los vecinos".El Colegio de Arquitectos, que entonces opinaba sobre los temas de la ciudad, se opuso al derribo del excelente edificio proyectado por Ferrero, que ofrec¨ªa magn¨ªficas posibilidades para un uso alternativo, y don Miguel ?ngel dio rienda suelta a su vena autoritaria, versi¨®n dinamitera, y vol¨® el edificio, llegando a presidir personalmente la voladura con cierto riesgo de su voluminoso y malencarado f¨ªsico, ya que, al parecer por orden suya, no se escatim¨® el explosivo, los escombros volaron y hubo cristales y aun tejas rotas, sin que ello alterara el pulso de don Miguel ?ngel, quien, como buen excombatiente, permaneci¨® firme el adem¨¢n.
(Habr¨ªa que pedir que los candidatos a alcalde de Madrid tuvieran aficiones inocuas para la ciudad, como tocar el viol¨ªn o coleccionar sellos; hemos sufrido desde dinamiteros a zapadores y ya s¨®lo nos falta un pir¨®mano).
Una vez consumada la voladura, se emprendi¨® la construcci¨®n de la supuesta zona verde, que era naturalmente un aparcamiento subterr¨¢neo sobre cuya cubierta se instal¨® como motivo dominante un cagadero de perros en el centro, rodeado de unos ¨¢rboles raqu¨ªticos (poner m¨¢s tierra sobre el aparcamiento habr¨ªa afectado a la cuenta de resultados de la pobre empresa explotadora de la concesi¨®n) y con un solado indescriptible.
Andando el tiempo hubo que remozar el aparcamiento, que ten¨ªa goteras producidas por los desdichados ¨¢rboles en su in¨²til b¨²squeda de algo de tierra, y, al igual que los edificios de la Rep¨²blica excitaban el af¨¢n dinamitero de Garc¨ªa Lomas, ya hemos comprobado que las terrizas (aun las falsas) y los ¨¢rboles (aun los peque?os) excitan el af¨¢n alicatador de ?lvarez del Manzano, que necesita que todo est¨¦ alicatado hasta el techo (como seguramente estar¨¢n los pisos de semilujo que construya esa inmobiliaria que es s¨®lo un poco suya) y que los ¨¢rboles est¨¦n en macetas, como Dios manda. El resultado final es fant¨¢stico, la plaza por fin parece lo que es: ?el techo de un aparcamiento!
Dos monumentales salidas de cristal cuidadosamente dise?adas para que los ni?os se descalabren (los que sobrevivan estar¨¢n sin duda mejor dotados para la lucha por la existencia, votar¨¢n por que todo siga mejorando as¨ª y transmitir¨¢n ese rasgo a sus descendientes) dominan la plaza de forma absoluta; y digo salidas monumentales porque realmente lo son en cualquier acepci¨®n de la palabra.
Nunca una decisi¨®n funcional o econ¨®mica hubiera producido tales engendros, son un "aut¨¦ntico monumento a la salida de un aparcamiento", y en ese camino suponen un avance en los s¨ªmbolos arquitect¨®nicos semejante al que en un tiempo supuso la pir¨¢mide de Keops de una sociedad civilizada respecto al mont¨®n de piedras que protege de las alima?as a un cad¨¢ver subdesarrollado.
Uno puede no estar de acuerdo, pero desde luego hay que quitarse el sombrero ante semejante manifiesto ideol¨®gico en vidrio Stadip y acero relativamente inoxidable (aunque hay rejillas galvanizadas y aun partes pintadas con purpurina para ahorrar), cuya inauguraci¨®n hubiera merecido la presencia personal del responsable ¨²ltimo de la monstruosidad, pero el talante blandengue de ?lvarez del Manzano no est¨¢ a la altura del de un excombatiente como Garc¨ªa Lomas, quien prend¨ªa ¨¦l mismo la mecha de su dinamita: ?aunque vaya uno a saber qu¨¦ es m¨¢s peligroso a la postre!
El monumento del aparcamiento de pago se completa con una siniestra pavimentaci¨®n, que da calor s¨®lo de verla, y unas tiras de maceteros en granito de imitaci¨®n coronados con losas de granito de verdad, de afilados cantos para que los ni?os que no se hayan despe?ado en los monumentos puedan abrirse la cabeza a gusto.
Los pobres ¨¢rboles de las macetas alternan con una especie de cabinas de tel¨¦fonos sin puerta que son las salidas de humos del aparcamiento, pero con una bombilla dentro para que los vecinos crean que son farolas de nuevo dise?o.
Hay, eso s¨ª, tres terrizas, y aqu¨ª hay que reconocer que han echado la casa por la ventana, s¨®lo una es para perros, las otras dos, y provistas de las correspondientes aristas afiladas de granitos, son para ni?os, que ganan dos a uno a los perros. Hace 25 a?os algunos trat¨¢bamos de evitar que se tirara un buen edificio, ?si hubi¨¦ramos sabido lo que iba a venir despu¨¦s, y no s¨®lo en la plaza de Olavide, que no es m¨¢s que un bot¨®n de muestra de lo que est¨¢ pasando con nuestros ?espacios p¨²blicos?!, entran sudores fr¨ªos de pensar d¨®nde podemos acabar si seguimos mejorando.
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