HassanII deja a su heredero un trono sin apoyo en una monarqu¨ªa constitucional
Hassan II, el Comendador de los Creyentes, el jefe de Estado m¨¢s antiguo de ?frica, no parece haber tenido tiempo para poder poner orden en su reino antes de legar a su heredero, el pr¨ªncipe Sidi Mohamed, una monarqu¨ªa constitucional a imagen y semejanza de la espa?ola. Superviviente de intentonas militares y golpes palaciegos, la buena estrella del monarca alau¨ª, su legendaria "baraka", se ha apagado. Mientras, sobre la mesa del palacio real de Rabat quedan a¨²n demasiados expedientes sin resolver frente a una marea islamista que crece en el caldo de cultivo de las desigualdades sociales.
Tras 38 a?os de reinado, HassanII deja sin embargo en marcha un sistema multipartidista y una econom¨ªa de mercado marcada por una pujante agricultura, a pesar de las profundas diferencias que separan a una minor¨ªa emergente en las grandes ciudades de los campesinos del Marruecos profundo.Ausente de la ¨²ltima cumbre de la Organizaci¨®n para la Unidad Africana (OUA), celebrada este mismo mes en Argel, el monarca marroqu¨ª contaba en los ¨²ltimos tiempos con reactivar las relaciones diplom¨¢ticas con la vecina Argelia. Incluso adelant¨® que iba a reunirse en la frontera con el nuevo presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, en un primer paso para romper con su aislamiento en el norte de ?frica. Su intenci¨®n era dar nueva vida a la aletargada Uni¨®n del Magreb ?rabe (UMA), junto con Argelia y T¨²nez, a las que se suman Libia y Mauritania, para seguir una pol¨ªtica de paz y desarrollo en la regi¨®n auspiciada por Estados Unidos y la Uni¨®n Europea. Pero en el plano dom¨¦stico, el nuevo rey de Marruecos se enfrenta a un pa¨ªs en el que la mitad de sus 28 millones de habitantes siguen siendo analfabetos. Despu¨¦s de un a?o y medio de actividad, el primer Gobierno de alternancia marroqu¨ª, presidido por el socialista Abderram¨¢n Yussfi, no ha podido vencer la resistencia del Majzen, la estructura semifeudal que controla los mecanismos del poder real. Una red de vasallaje y clientelismo que hunde sus ra¨ªces en la ¨¦poca del sultanato y ha elevado una pir¨¢mide de jerarqu¨ªa en la toma de decisiones que inevitablemente confluye en el v¨¦rtice del palacio real.
Las expectativas que gener¨® la designaci¨®n de un primer ministro de la oposici¨®n al r¨¦gimen, que se enfrent¨® en el pasado al rey y que pag¨® con el exilio su disidencia, se vieron frustradas por la incapacidad de su Gobierno para aplicar su pol¨ªtica de reformas frente al desempleo, con tasas reales muy superiores al 20% oficial y que que ha arrojado a un cuarto de mill¨®n de titulados universitarios al paro.
Las promesas de Yussufi se han estrellado con el malestar de una poblaci¨®n marginada en las chabolas con antena parab¨®lica que circundan las grandes aglomeraciones urbanas. Es la amenaza de un nuevo estallido social como el que culmin¨® con la huelga general de 1990, que se sald¨® con cinco muertos y m¨¢s de un centenar de heridos en los violentos disturbios de Fez.
Las reformas pol¨ªticas introducidas por el monarca para cicratizar esas heridas recibieron como respuesta el silencio de la oposici¨®n democr¨¢tica, aglutinada en torno al bloque de la Kutla. S¨®lo despu¨¦s de las elecciones generales celebradas a finales de 1997, en las que el Parlamento fue elegido por primera vez por sufragio universal, la Kutla acept¨® participar en el juego pol¨ªtico planteado por el palacio real. Pero la exigua victoria del bloque democr¨¢tico, cuyos ejes fundamentales son la Uni¨®n Socialista de Fuerzas Populares, el partido de Yussufi, y el movimiento nacionalista Istiqlal (Independencia), forz¨® una alianza con grupos centristas para poder sostener a la coalici¨®n de Gobierno frente al bloque conservador o Wifaq, que representa los intereses del Majzen en la pol¨ªtica.
Mientras, la creciente marea del islamismo alcanz¨® representaci¨®n parlamentaria para los moderados del Movimiento Popular Democr¨¢trico, un partido de nuevo cu?o que sum¨® nueve diputados. Pero la amenaza integrista se mostr¨® abiertamente el pasado oto?o, cuando decenas de miles de islamistas, convocados por la semiilegal organizaci¨®n Justicia y Caridad, se manifestaron por el centro de Rabat para protestar contra los bombardeos norteamericanos y brit¨¢nicos sobre Irak.
A pesar de su patente influencia en las capas m¨¢s desfavorecidas de la sociedad marroqu¨ª, el islamismo no ha logrado el mismo calado que en la vecina Argelia. El rey de Marruecos, como autoridad religiosa o Comendador de los Creyentes, mantiene un estricto control sobre las mezquitas y las pr¨¦dicas de los imames.
El rey Mohamed VI podr¨¢ contar con las mismas prerrogativas que su padre, como figura "inviolable y sagrada" para los marroqu¨ªes, pero dific¨ªlmente podr¨¢ aglutinar a su pa¨ªs como lo hizo su padre hace 24 a?os en la Marcha Verde sobre el S¨¢hara Occidental.
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