Gobierno para una etapa decisiva
El presidente Zaplana ha conseguido casi lo imposible: impedir hasta el ¨²ltimo momento las filtraciones acerca de la composici¨®n de su gobierno. Las gentes de su entorno saben cu¨¢n severo es con los indiscretos. Aunque tambi¨¦n es sabido que el gusto de la clase pol¨ªtica por darle a la blanda y venderle un favor a la prensa supera todas las cautelas. En esta ocasi¨®n, sin embargo, se tiene la impresi¨®n de que el molt honorable s¨®lo ha consultado con la almohada, frustrando as¨ª las adivinanzas publicadas. Ni siquiera los medios habitualmente privilegiados con informaciones exclusivas han gozado esta vez de ventajas, lo que tampoco es un detalle f¨²til. Junto al sigilo, otra caracter¨ªstica de este episodio ha consistido, a mi entender, en la ausencia de condicionamientos para elegir a los miembros del Consell. Al margen de cierta observancia del equilibrio territorial -integraci¨®n de consejeros de Alicante y Castell¨®n- y la presencia de mujeres, el presidente se ha ce?ido a su real gana y conveniencias. Ha recompensado lealtades y servicios, dicen los consp¨ªcuos int¨¦rpretes del suceso. L¨®gico. ?Habr¨ªa de premiar pu?aladas y alistar felones? Ha confeccionado el gabinete a su entender id¨®neo para afrontar la legislatura que le aguarda, lo que es muy distinto a cuanto aconteci¨® en la pasada, donde mediaron recomendaciones irresistibles e indigestos repartos del pollo con el partido coaligado. As¨ª pues, ligero de equipaje y lib¨¦rrimo de criterio, el presidente se ha ce?ido a su real gana aunque ello le haya supuesto sembrar no pocos despagos entre buena parte del universo medi¨¢tico, el m¨¢s obstinado en marcar pautas o ejercer de debelador implacable. Pero ocurre asimismo que para esta nueva etapa que se emprende Zaplana necesitaba un equipo m¨¢s aguerrido y solvente, tanto t¨¦cnica como pol¨ªticamente. No es previsible que la oposici¨®n sea tan bonacible y, adem¨¢s, se le ofrece la oportunidad personal de colmar una gesti¨®n excepcional y singular en el marco declinante del PP espa?ol. En sus manos est¨¢ investirse de alas o lastrarse de plomo. Y dicho esto, confieso que tambi¨¦n yo me inscribo en la larga n¨®mina de sorprendidos por algunos nombramientos que, sin duda, decantar¨¢n su raz¨®n de ser con el paso del tiempo. A este respecto me pregunto qu¨¦ funci¨®n han de cumplir los dos vicepresidentes, ayunos de atribuciones ejecutivas. Coligo que eran prescindibles en las parcelas que dirig¨ªan, pero insustituibles por otros motivos, como el calor de la amistad. En todo caso, un vicepresidente tiene sentido. Dos, son multitud, y menos a la hora de coordinar. Presiento que el ex consejero de Econom¨ªa, Jos¨¦ Luis Olivas se est¨¦ preguntando si sube o baja. Joaqu¨ªn Ripoll, en cambio, sigue flotado. Manuel Taranc¨®n me sume en otra perplejidad. Si su destino explicitado es presidir la famosa Academia de la Lengua y ¨¦sta un objetivo prioritario, ?por qu¨¦ se prolonga la precariedad de la Consejer¨ªa de Cultura que, de procederse a la elecci¨®n de un nuevo titular, ya ser¨ªa el quinto en apenas dos mandatos? ?No hubiera sido m¨¢s coherente nombrar a Taranc¨®n Comisionado para Hispanoam¨¦rica, o algo parecido, y solucionar de una vez este pasacalles de consejeros en que se ha convertido el citado departamento? Sanidad es otro interrogante. Jos¨¦ Emilio Cervera pesa por arrobas su prestigio como experto en organizaci¨®n, aunque no se perciban los progresos de la burocracia ni est¨¦ aprobado su afamado plan de modernizaci¨®n administrativa. ?Qu¨¦ temeridad! Pero, obviamente, el nombramiento estrella, siquiera fuese por lo ins¨®lito, ha sido el de Rafael Blasco, en la nueva Consejer¨ªa de Empleo. No figuraba en ninguna quiniela, nadie pod¨ªa -y casi nadie quer¨ªa- imaginar tan portentosa singladura pol¨ªtica, sobre todo entre ciertos comentaristas de la cosa p¨²blica. Sin embargo, el coraje del presidente ha tenido su reflejo instant¨¢neo en la buena acogida de los agentes sociales, sindicatos y empresarios. Pero ocasi¨®n para el encarnizamiento tendr¨¢ sus cr¨ªticos si no cumple el improvisado compromiso de crear 150.000 puestos de trabajo. Y ahora, conced¨¢mosles 100 d¨ªas para que nos muestren un pico de sus capacidades.
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