El candidato Almunia
JOAQU?N ALMUNIA fue designado ayer, por una amplia mayor¨ªa del Comit¨¦ Federal del PSOE -175 votos a favor, uno nulo y nueve en blanco, un respaldo casi un¨¢nime-, candidato del partido a la presidencia del Gobierno. Quienes desde los aleda?os del guerrismo hab¨ªan amagado m¨¢s o menos expl¨ªcitamente con proponer un candidato alternativo desistieron de presentar batalla. Pero no han dejado pasar la ocasi¨®n de mostrar sus diferencias criticando, por boca de Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, el procedimiento de su designaci¨®n. Probablemente hubieran preferido un m¨¦todo que contase con su opini¨®n y comprometiese al candidato en el reparto interno del poder.Tal y como se han venido desarrollando los acontecimientos tras la renuncia de Borrell, era dif¨ªcil que otro que no fuera Almunia se decidiera a tomar su relevo. De todos los candidatos posibles era el mejor colocado para llenar el vac¨ªo dejado en unos momentos tan inconvenientes como los de finales de legislatura. Las elecciones generales est¨¢n a la vuelta de la esquina y empujaban, por tanto, a una salida r¨¢pida de la situaci¨®n, sobre todo cuando los resultados de la triple confrontaci¨®n electoral del 13-J han vuelto a suscitar esperanzas entre los socialistas de poder ganarlas.
Es posible que en otras circunstancias menos acuciantes hubiera resultado sospechoso elegir al candidato obviando el procedimiento de las primarias. Pero, en esta ocasi¨®n, dejar en manos de los ¨®rganos del partido su designaci¨®n, como ha sucedido, era la soluci¨®n m¨¢s a mano y la que m¨¢s r¨¢pidamente resolv¨ªa el problema. Adem¨¢s era la soluci¨®n reglamentaria. A lo que obligaba esta v¨ªa era al m¨¢ximo consenso posible. Almunia se ha esforzado por obtenerlo con la ronda de contactos mantenidos con los barones del partido, entre los que figuraban algunos posibles candidatos y portavoces parlamentarios. Todos, a excepci¨®n de Rodr¨ªguez Ibarra, convinieron que el actual secretario general del PSOE es quien re¨²ne mejores condiciones para encabezar el cartel electoral del partido que pretende ganar las pr¨®ximas elecciones y le han dado su apoyo.
Otro candidato que no fuera Almunia hubiera necesitado tambi¨¦n el m¨¢ximo consenso en las mismas circunstancias. Pero Almunia lo necesitaba especialmente a causa de su fracaso frente a Borrell en unas primarias impulsadas tras su llegada a la secretar¨ªa general del PSOE como prueba de la voluntad de renovaci¨®n del partido. La renuncia del Comit¨¦ Ejecutivo del PSOE a su atribuci¨®n reglamentaria de propuesta de candidatos a favor del m¨¢s ampliado Comit¨¦ Federal respondi¨® a ese deseo de ampliar el consenso interno y de otorgar la m¨¢xima flexibilidad al proceso de designaci¨®n del candidato a la presidencia del Gobierno.
A otro dirigente pol¨ªtico menos correoso y templado que Almunia, la derrota en las primarias le hubiera dejado poco menos que fuera de combate. Pero al secretario general del PSOE le sirvi¨® para robustecer su perfil de corredor de fondo, capaz de hacer de la necesidad virtud y de mantenerse con dignidad en unas circunstancias dif¨ªciles e in¨¦ditas. En ese periodo de cohabitaci¨®n del secretario general y del candidato, Almunia supo actuar con flexiblidad y altura de miras estableciendo unas reglas de actuaci¨®n que constituyen un precedente para el futuro. Su intervenci¨®n en el debate sobre el estado de la naci¨®n le hizo subir puntos como posible candidato. No es descartable, por tanto, que muchos de los militantes socialistas que no le votaron hace un a?o en las primarias puedan verle ahora con otros ojos.
A Joaqu¨ªn Almunia no s¨®lo le hace falta todo el consenso posible para robustecer las bases de su candidatura a la presidencia, sino tambi¨¦n para reforzar su autoridad en un partido en el que, pasada la ¨¦poca de la direcci¨®n bic¨¦fala de Gonz¨¢lez y Guerra, su secretario general s¨®lo es el primero entre iguales en los ¨®rganos de direcci¨®n. Para el PSOE, disponer de un candidato s¨®lido, fiable y que transmita en la organizaci¨®n la mentalidad ganadora es esencial para competir con posibilidades de ¨¦xito en las pr¨®ximas elecciones generales. Pero al candidato le queda la tarea, no menos esencial, de proponer a la sociedad un programa realista, al tiempo que ilusionante, que aporte un poco de claridad a la nebulosa tercera v¨ªa por la que discurre el tren de la socialdemocracia a impulsos de Schr?der y Blair.
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