Pret¨¦rito imperfecto
El mundo de la modernidad se ha venido organizando de espaldas al pasado y con vistas al futuro. El presente era el proyecto del futuro, sentido como el lugar hacia el que proyect¨¢bamos nuestras esperanzas y frustraciones. Lo pret¨¦rito, por su parte, serv¨ªa fundamentalmente para ser apropiado y clasificado mediante la "raz¨®n" y se encomendaba a una disciplina supuestamente neutral y especializada, la historiograf¨ªa. El recurso al pasado era tambi¨¦n, sin embargo, mediante un cuidadoso juego de olvidos y manipulaciones, perfectamente id¨®neo para satisfacer los fines que reclamaba la construcci¨®n del porvenir. Hoy, por el contrario, en tiempos del triunfo del pragmatismo sobre la utop¨ªa, parecen haberse cambiado las tornas. El futuro ha colapsado sobre el presente. Ya no es el lugar de la prometida reconciliaci¨®n del hombre consigo mismo, sino un horizonte de peligros y amenazas. En esta "sociedad del riesgo" (U.Beck), los avances de la tecnolog¨ªa han dado lugar a nuevos temores: el deterioro del medio ambiente, las dimensiones morales de la biotecnolog¨ªa... Lejos de ser un signo de esperanza, la tecnolog¨ªa y sus efectos y el nuevo "desorden mundial" se han convertido en nueva fuente de ansiedad que no puede ser aplacada ya con los instrumentos de una pol¨ªtica en crisis. Puede que ¨¦ste sea uno de los signos que nos permiten atisbar el cambio de ¨¦poca. El que la concepci¨®n del tiempo de la modernidad girara fundamentalmente del presente al futuro y la modernidad reflexiva (Giddens) o posmodernidad nos ofrezca un presente colonizado por el porvenir, no quiere decir que en ellas no haya un lugar para el pasado. Como bien dice Nietzsche, el hombre es un animal incapaz de "aprender a olvidar", est¨¢ condenado siempre a "pender del pasado". Por muy selectiva que sea la memoria, hay tambi¨¦n l¨ªmites al olvido, sobre todo si se ha provocado una quiebra "civilizatoria" que pone en cuesti¨®n nuestra autoidentidad presente e hipoteca su futuro. Los alemanes de posguerra han experimentado con particular fiereza un presente cautivo del pasado y han tenido que aprender a convivir con ¨¦l casi sin descanso. Su pasado, incluso ahora el m¨¢s reciente de la RDA, nunca ha dejado de ocupar un extenso lugar en el debate p¨²blico.
Hoy, quiz¨¢ por el ya aludido "estrechamiento" del futuro, volvemos a interesarnos m¨¢s por una reconciliaci¨®n con los tiempos pret¨¦ritos. El pasado parece cobrar una nueva densidad. El caso Pinochet o la Comisi¨®n de la Verdad surafricana son buenas muestras de ello, al igual que nuestra propia necesidad por aclarar los puntos oscuros de nuestra reciente democracia. Sin embargo, el problema no estriba tanto en rememorar el pasado cuanto en c¨®mo hacerlo. Los acontecimientos pret¨¦ritos no est¨¢n ah¨ª, petrificados, a la espera de ser devueltos a la vida y abiertos a recibir un juicio implacable y certero. La mirada desde el presente nunca llega a captar toda la intensidad de las experiencias vividas ni siempre consigue cerrar ese contexto m¨¢s amplio que contribuye a dotar de significado a las experiencias humanas, eso que nos permite "comprenderlas". Para ello hace falta una gran sensibilidad hermen¨¦utica que sepa fundir, como suger¨ªa Gadamer, nuestro horizonte presente con el horizonte del momento analizado. Fusi¨®n que, lo queramos o no, nunca conseguir¨¢ rescatar enteramente "la verdad de las cosas".
Esta ¨²ltima escaramuza sobre el pasado que ha encontrado eco en estas p¨¢ginas ha tenido la ventaja de despertarnos de un cierto letargo condescendiente respecto al periodo anterior. Puede que haya llegado, en efecto, el momento de hacerlo con una mejor perspectiva. Pero no creo que haya sido acertada ni por la forma ni por las personas elegidas para iniciar el debate. Como vimos en la reciente disputa italiana sobre la famosa carta de Bobbio a la autoridad fascista, un mero dato biogr¨¢fico de juventud, sea o no cierto, no puede poner en cuesti¨®n toda una intachable trayectoria personal posterior. No ya s¨®lo por la dificultad de enjuiciar categ¨®ricamente fuera de contexto, sino porque ello equivaldr¨ªa a negar retrospectivamente a la persona toda capacidad de "enmienda", de poder emanciparse del "estigma", de construir y reconstruir su vida; o sea, su misma libertad. Otras podr¨¢n exhibir, quiz¨¢ al final, un expediente m¨¢s impoluto, pero de lo que se trata en todo caso es de evaluar su contribuci¨®n efectiva a una sociedad m¨¢s libre.
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