Cuatro inv¨¢lidos y un manso

Si en estas corridas veraniegas, con molestas calorinas y toreros de escaso fuste, falla, adem¨¢s, el juego de los toros, no es extra?o que por los tendidos circulen, ¨²nicamente, los aficionados recalcitrantes y testarudos y ese turismo que no se entera de nada. Y eso es lo que ha ocurrido en el festejo del d¨ªa de Santiago Ap¨®stol, que entre la escasa o nula fuerza de las reses de Julio de la Puerta, la mansedumbre y poca clase de un sobrero de Palomo Linares y la l¨®gica incertidumbre de unos espadas que torean muy poco, al final, ni chicha ni limon¨¢.El ganadero ha ofrecido dos toros -1? y 4?- anovillados y escurridos, si bien andaban bien puestos de cornamenta. Los dos le han correspondido a Rafael de la Vi?a, que sigue con la misma concepci¨®n antiest¨¦tica de la lidia. A este chico no le entra el sentido del arte y la est¨¦tica ni aunque se lo suministren en c¨®modas pildoritas. Rafael se dobla por la cintura, coloca la pierna de salida exageradamente detr¨¢s, se retuerce como un funambulista, se pone tenso y hace el arco cuando pasa el toro. Adem¨¢s, no supo entender a sus toros ni al que embisti¨® con flojedad y nobleza ni al absolutamente inv¨¢lido.

Juan Carlos Garc¨ªa ha estado decidido y animoso. Con un primer enemigo que acudi¨® al enga?o con bravura y prontitud se gust¨® en los pases de pecho, lo esper¨® con la muleta planchada y la faena discurri¨® por buen camino hasta que el toro empez¨® a tardear y a puntear. A partir de ah¨ª, Juan Carlos termin¨® por no encontrar ni el terreno ni las distancias.

El quinto fue un toraco enorme que aunque empez¨® a embestir con bravura, la invalidez le llev¨® a defenderse a hachazos. Mala suerte para el animoso jiennense.

Los detalles m¨¢s toreros de la tarde se le vieron a G¨®mez Escorial. Ver¨®nicas de suerte cargada, ganando terreno y rematadas con una media belmontina. Torer¨ªa en el inicio de su primera faena. Embest¨ªa el toro con pertinaz cabeceo hasta que logr¨® desarmar al torero. A G¨®mez Escorial le invadieron ya las dudas y sufri¨® alg¨²n que otro enganch¨®n, hasta que el torero madrile?o recuper¨® el ¨¢nimo y logr¨® terminar mandando en la embestida.

El sexto fue un manso al que cost¨® meterle la puya y que lleg¨® a la muleta con la cara muy alta y queri¨¦ndose ir. El bicho topaba m¨¢s que embest¨ªa. Escorial, con mucho valor, intent¨® hacerle la faena imposible.