Memorial del ma?ana
Hay libros que marcan una ¨¦poca, formulan sus preguntas y, si no siempre le dan sus respuestas, logran algo mejor: expresan sus dudas. Se?alan y dan cuerpo, sobre todo, a la sensibilidad del tiempo. El sigloXX mexicano, tiempo de mutaciones y de sobrevivencias igualmente se?aladas, fue pr¨®digo en manifestaciones art¨ªsticas que le dieron personalidad al pa¨ªs y a sus d¨ªas. De Orozco a Toledo, de Carlos Ch¨¢vez a Eduardo Matta, de Luis Barrag¨¢n a Ricardo Legorreta, de Mariano Azuela a Juan Rulfo, de L¨®pez Velarde a Sabines, de Emilio Fern¨¢ndez a Arturo Ripstein, de Manuel ?lvarez Bravo a Graciela Iturbide, y de Agust¨ªn Lara a Jos¨¦ Alfredo Jim¨¦nez, la continuidad cultural mexicana ha sido no s¨®lo asombrosa, sino contrastante con los retrasos pol¨ªticos y las rupturas econ¨®micas del pa¨ªs. El humanista Alfonso Royes, s¨ª, pero tambi¨¦n el cacique Gonzalo Santos.Hay, pues, libros que van directamente a la conciencia p¨²blica, la renuevan, la sensibilizan: libros que obligan a reflexionar sobre lo que es M¨¦xico y hacia d¨®nde se dirige. Los grandes problemas nacionales de Andr¨¦s Molina Enr¨ªquez y La sucesi¨®n presidencial en 1910 de Francisco Madero ejemplifican lo que quiero decir, a principios del siglo. El Ulises criollo de Jos¨¦ Vasconcelos sigue siendo el modelo de autobiograf¨ªa mexicana asociada a los sentimientos de la clase media ascendiente y El laberinto de la soledad de Octavio Paz el meridiano que, exactamente a la mitad de la centuria, defini¨® el paso de una identidad nacional adquirida a una contemporaneidad universal por ganar.
Pero si la identidad del medio siglo corri¨® a cargo de Paz, la diversidad del siglo que termina fue, por definici¨®n, pluralista. H¨¦ctor Aguilar Cam¨ªn, en Despu¨¦s del milagro, nos dio el balance final de la etapa constructiva de los reg¨ªmenes de la Revoluci¨®n y nos urgi¨® a buscar nuevas soluciones para nuevos problemas.
Gabriel Zaid, en El progreso improductivo, hizo la cr¨ªtica del estatismo y propuso una econom¨ªa de mercado pero con dos condiciones indispensables: democracia pol¨ªtica y transparencia jur¨ªdica. Jorge Casta?eda, en La herencia, coloc¨® la l¨¢pida final -con la ayuda de cuatro ex presidentes- sobre el sistema PRI-Gobierno.
Ahora, Federico Reyes Heroles concluye este periplo cr¨ªtico y abre un nuevo horizonte para el sigloXXI en un libro excepcional y de obligada lectura, Memorial del ma?ana (Taurus).
Hay algo que lo distingue de sus predecesores. Es quiz¨¢s el primer libro propositivo no- traum¨¢tico del M¨¦xico actual. Su serenidad corre pareja a su llamado a la tolerancia, la cultura del respeto y el abandono de lastres in¨²tiles. No deja, por ello, de ser un libro profundamente cr¨ªtico. Siguiendo la gran l¨ªnea de Reyes y Paz, Reyes Heroles nos sit¨²a en el mundo, un mundo parad¨®jico en el que es posible viajar a la luna, pero no garantizarle el bienestar a los dos mil millones de seres humanos que viven en la indigencia. Un mundo de informaci¨®n abundante pero de conciencia magra. El informador y el tecn¨®crata conviven con el exterminador y el ignorante.
Por ello, Reyes Heroles radica su discurso en la tolerancia entendida como encuentro de culturas, conocimiento del otro y respeto a la diversidad. Pero ocurre que la diversidad puede ser, ella misma, intolerante. Reyes Heroles no esquiva el problema y se pregunta, ?c¨®mo administrar la diferencia?, ?c¨®mo convivir¨¢n los diferentes?
La respuesta puede chocar a los extremistas de ambos bandos. Las diferencias han de subsumarse al c¨®digo imperante de verdades m¨²ltiples, le dice Reyes Heroles al Estado. Pero a los adversarios del Estado, les recuerda que la convivencia requiere que no se violenten los requisitos esenciales de unidad territorial, autoridad democr¨¢tica y legalidad para todos, garantizados por el Estado.
Una de las mayores virtudes del Memorial del ma?ana es que devuelve a sus justas dimensiones el tema del Estado Nacional. No hay democracias estables sin Estado fuerte. Esto es cierto en las democracias fuertes con econom¨ªas fuertes del hemisferio norte. Lejos de disminuir al Estado, la globalizaci¨®n y la apertura extienden las ¨¢reas de la competencia p¨²blica y reafirman la funci¨®n redistribuidora del Estado por v¨ªa fiscal. Con mayor raz¨®n, en nuestra Am¨¦rica Latina (donde el Estado s¨®lo fue grande, nunca fuerte) los agentes econ¨®micos no poseen la capacidad de sustituir al Estado. A¨²n son demasiado d¨¦biles. Despidamos al Estado benefactor (el famoso "ogro filantr¨®pico" de Paz) pero fortalezcamos al Estado regulador y normativo. No el Estado propietario, argumenta Reyes Heroles, sino el Estado como s¨®lido acuerdo social, condici¨®n previa al buen funcionamiento de los mercados. La globalizaci¨®n, concluye, sigue operando con un actor imprescindible: el Estado.
?Qu¨¦ clase de Estado? Las crisis mexicanas, apunta Reyes Heroles se deben a la falsa creencia de que la continuidad era id¨¦ntica a la ruptura sistem¨¢tica en todos los niveles del Gobierno. Al contrario de la c¨¦lebre m¨¢xima del olvidado satirista franc¨¦s Alphonse Karr, en M¨¦xico plus c'est la m¨ºme chose, plus ?a change. Llegar al poder en M¨¦xico era como recibir un cheque en acuerdo nacional, hicimos un pa¨ªs de parches. Es hora de remediar estos males creando un verdadero servicio civil que no est¨¦ sujeto a los vaivenes de la pol¨ªtica. Es preciso -el autor es particularmente enf¨¢tico al respecto- formular pol¨ªticas de largo plazo para preservar y restaurar la riqueza de los mares, los bosques, las selvas. La realidad ecol¨®gica no depende ni de los partidos ni de los sexenios. El pa¨ªs pierde alrededor de cincuenta mil hect¨¢reas de bosques y selvas al a?o y el 70% del territorio nacional est¨¢ en proceso de erosi¨®n. Reyes Heroles, como Adolfo Aguilar Sinzer, ve en este problema el n¨²cleo de una recostrucci¨®n o de un desastre nacionales.
Los extremismos nos piden, por la derecha, arrasar con las diferencias en nombre del futuro y, por la izquierda, preservar un pasado de miseria. El l¨ªmite se impone y favorece a la izquierda: consiste en el respeto a la vida. Pero el justo medio es una cultura de la tolerancia que acepte "la diferencia como algo natural y sano". Sumemos las bondades de las diferentes formas de organizaci¨®n pol¨ªtica, ¨¦tnica y cultural, pero no sus defectos. Inscribamos la diferencia dentro de marcos normativos nacionales. Hagamos compatibles las ricas tradiciones comunitarias del M¨¦xico ind¨ªgena con los avances del sigloXX. Apostemos por el ciudadano indio y no por el indio que no es ciudadano.
Todo ello requiere "anclar la Rep¨²blica", nos dice el autor, en una cultura de la legalidad. "M¨¦xico no puede pensarse a s¨ª mismo con justeza como miembro permanente de la nota roja". No podemos ser infierno un d¨ªa, para¨ªso al siguiente y acabar en el limbo. "Como el bienestar no est¨¢ en nuestro pasado, dudamos que est¨¦ en nuestro futuro". Contra este fatalismo, Federico Reyes Heroles le pide a la sociedad que se vea sin maquillaje en los espejos de la inseguridad, la violencia y el autoritarismo, las disparidades sociales, los salarios vulnerados y el empleo insuficiente, los abusos en cadena y la falta de respeto interciudadano.
Esta suma de males puede conducirnos, el autor no lo soslaya, de vuelta a la nostalgia autoritaria. Casi un 30% de los mexicanos siguen favoreciendo el autoritarismo. La agudeza misma de la crisis plantea, sin embargo, una clara agenda a seguir en materia de educaci¨®n, poblaci¨®n, salud p¨²blica, integraci¨®n familiar y social, igualdad de oportunidades, ecolog¨ªa... Una poblaci¨®n mayoritariamente urbana m¨¢s educada y m¨¢s pluralista. La globalizaci¨®n como hecho ineludible al que podemos responder mal como sujetos pasivos de un mundo especulativo, o bien como sujetos activos de un mundo productivo. La democracia como hecho irreversible a medida que se identifica con el bienestar econ¨®mico. La continuidad en las acciones p¨²blicas. El Estado fuerte, recaudador y regulador, como condici¨®n para un mercado fuerte. La afirmaci¨®n de la soberan¨ªa en la interacci¨®n creciente, no en el aislamiento. La unidad nacional como reconocimiento de diferencias.
Es ¨¦sta una agenda que "nos responsabiliza a todos", nos evita la salida f¨¢cil de culpar al otro (la conquista espa?ola, el imperialismo yanqui) y nos exige, en cambio, mirarnos con franqueza para actuar con resoluci¨®n y transparencia. Nos pide, ni m¨¢s ni menos, anclar la Rep¨²blica en la cultura de la legalidad, la diversidad y la tolerancia. ?Utop¨ªa? Federico Reyes Heroles nos recuerda que la utop¨ªa no ha muerto. Vivimos hoy la utop¨ªa del libre comercio, de la t¨¦cnica, de la comunicaci¨®n, del individualismo. Califiquemos esta utop¨ªa con los modestos requerimientos de la legalidad, el respeto hacia el otro, la tolerancia, y sobre todo la convicci¨®n de que la libertad es la b¨²squeda de la libertad. La utop¨ªa como meta final conduce a la tiran¨ªa. La utop¨ªa como b¨²squeda, a la libertad. El autoritario ya encontr¨® su verdad y encontr¨® su tiempo. El dem¨®crata busca la verdad y avanza con el tiempo.
No es ¨¦sta la lecci¨®n menor del admirable libro de Federico Reyes Heroles.
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