LA CR?NICA El trenecito ?chu-chu-chu! IGNACIO VIDAL-FOLCH
El malogrado Julio Ram¨®n Ribeyro, que ten¨ªa piso en Par¨ªs, en la plaxa del Tertre, se asom¨® un d¨ªa a fumar al balc¨®n y, viendo la plaza llena, le dijo a Bryce Echenique: "?Qu¨¦ hace toda esa gente en mi cenicero?". ?Qu¨¦ hace toda esa gente a estas horas en mi cenicero? es lo que yo podr¨ªa preguntarme cuando me asomo a fumar al balc¨®n, pero no hace falta que me lo pregunte porque yo y los dem¨¢s vecinos de la redise?ada calle de Enric Granados lo sabemos perfectamente; cada madrugada de fin de semana nos informan puntualmente de sus actividades con sus gritos y carcajadas de orate, sus peleas y aullidos, a la salida de las discotecas. De vez en cuando estalla una ri?a, de vez en cuando aparece una ambulancia del Cl¨ªnico para llevarse a alguien para que le vuelvan a colocar el ojo en su sitio. -?Rubia! ?Rubia! ?T¨ªa buena! -?Ya me he mamao seis cubatas! -?Por qu¨¦ le has dado esa hostia? -?Pues porque estaba colocao y me ha cortao el rollo! And so, and so se desarrolla la marchosa noche de Walpurgis, en mi calle y en tantas otras de la ciudad: los vecinos en vela escuchando el chunga-chunga del acid, los borrachos aullando y vomitando por los rincones, los due?os de los bares musicales contando billetes y rellenando las garrafas. Mientras esperamos a la Guardia Urbana que no vendr¨¢, mi vecina, una mujer de la limpieza que ajust¨® su vida al lema "soporta y renuncia" y que sabe hacer de la necesidad virtud y trascender nuestros insignificantes problemas personales hacia las leyes generales del esp¨ªritu del tiempo, me explica que el ruido es una fatalidad, que no hay nada que hacer, que los espa?oles somos por naturaleza escandalosos, que la f¨®rmula de Barcelona hacia la fama mundial es precisamente dise?itos m¨¢s estruendo incesante y que en alguna pira han de quemar las masas su juventud sobrada de energ¨ªa antes de incorporarse sumisa al turno de d¨ªa (?qui¨¦n tenga suerte!, ?si para entonces queda turno de ninguna clase!). Otro vecino, pasante de abogado en pijama, me recuerda que antes de las elecciones, informado por las encuestas de que el ruido es el defecto de la ciudad que m¨¢s mortifica a los barceloneses, el PSC sembr¨® por la ciudad la foto de un beb¨¦ durmiendo, con el lema Per una Barcelona m¨¦s silenciosa. -?Y qu¨¦ es lo primero que hacen tras ganar las elecciones?, se indigna el pasante pijamista, "?Poner en marcha el Moon Express!". S¨ª, el trenecito ?chu-chu-chu! que de madrugada recorre el Casco Antiguo y el Ensanche, y no s¨¦ si tambi¨¦n sube m¨¢s arriba; all¨¢ no lo he seguido. En la madrugada, cuando aparece tras una esquina de las calles angostas del casco viejo, o cuando se acerca por una perspectiva del Ensanche, el Moon express, especie de cami¨®n con vagones cuya cabina ha sido dise?ada para que parezca la m¨¢quina de un tren del zool¨®gico, despierta al estupefacto paseante que ha sido expulsado de la cama por el ruido de alg¨²n bar y vagabundea con los ojos inyectados de locura homicida, una sensaci¨®n de delirio, de incredulidad que le hace exclamarse: "No ¨¦s possible el que he vist! ?Un agujero del espaciotiempo me ha succionado y arrojado a Torremolinos!". El se?or Gaspart, hotelero que siente mucho los colores de un club de f¨²tbol, es promotor de ese trenecito -?chu-chu-chu!- que da la medida de nuestros sue?os, nuestros insomnios y nuestras pesadillas y que tan bien encarna nuestro proyecto de ciudad. Es la delicia de la turistada, a 600 pesetas el boleto. De momento s¨®lo circular¨¢ en verano, pero si recauda lo bastante funcionar¨¢ todo el a?o. En el primer vag¨®n, armada con un altavoz, una gu¨ªa va comentando la gracia de tal o cual edificio de Barcelona o Disneylandia; en los dem¨¢s vagones, los viajeros, esos forasteros a los que un anuncio de la Generalitat nos invita a tratar con m¨¢s consideraci¨®n porque, ?ep, poca broma!, se dejan en Catalu?a tropecientos millones al a?o, a¨²llan de placer, cantan a coro la polca de la cerveza y, a fin de trayecto, cuando el periodista les pide opini¨®n, manifiestan que en parte alguna hab¨ªan visto prodigio semejante, y que para ser perfecto al trenecito nocturno s¨®lo le falta servicio de bar. "?M¨¢s madera, que es la guerra!", grita Groucho encaramado al tren de Los hermanos Marx en el Oeste, y el trenecito va, pasa desafiante bajo las s¨¢banas que los vecinos de la plaza Reial han colgado reclamando silencio, pasa entre los balcones que reclaman silencio en Aribau, pasa por Proven?a y pasa por tantas otras calles insomnes, y no s¨¦ si sube a la plaza del Sol, donde en otros carteles, colgados sobre los bares musicales, replican a quienes reclaman silencio: "?Bars musicals, s¨ª. ?Vida al barri!". Bares, chunga-chunga y chu-chu-chu. ?Que no nos farte de n¨¢!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.