?Fin de partida?
Al a?o de cumplirse la asunci¨®n de la presidencia colombiana por Andr¨¦s Pastrana, la eventualidad del inicio de negociaciones con la guerrilla de las FARC para poner fin a una guerra civil de m¨¢s de tres d¨¦cadas parece m¨¢s remota que nunca. Poco antes de inaugurar su mandato, en agosto del a?o pasado, el presidente declaraba a este peri¨®dico que en el plazo de un par de meses estar¨ªan trenzados los mimbres para el comienzo de las conversaciones de paz con la fuerza del hist¨®rico Manuel Marulanda, Tirofijo, de quien desde entonces no ha dejado de acreditar el propio Pastrana que est¨¢ tan deseoso como ¨¦l de poner fin a la contienda. Durante ese a?o, el Gobierno colombiano no ha dejado de pagar un precio tras otro para que las Fuerzas Armadas Revolucionarias se avinieran a un temario com¨²n de negociaciones, de las que la m¨¢s notable ha sido el despeje o abandono de una zona de 42.000 kil¨®metros cuadrados del interior selv¨¢tico del pa¨ªs al gobierno directo de la guerrilla. Pese a ello, las continuas exigencias del grupo de Marulanda -quiz¨¢ m¨¢s que las del propio y presunto l¨ªder de 72 a?os- han ido retrasando de semana en semana ese estreno negociador, entre el desencanto creciente de los colombianos y la irritaci¨®n del Ej¨¦rcito, que ve al poder civil cada d¨ªa m¨¢s genuflexo ante la insurrecci¨®n. La semana pasada, las FARC pueden haberle dado la puntilla a este cuento negociador de nunca empezar, neg¨¢ndose a aceptar la creaci¨®n de una comisi¨®n internacional de verificaci¨®n de los eventuales acuerdos de paz. ?sta era una de las salvaguardias que pretend¨ªa erigir Pastrana para aliviarse del vicioso abrazo de la guerrilla. La situaci¨®n es de una gravedad tal que est¨¢ haciendo que pasen a la acci¨®n con m¨¢s denuedo que nunca los respectivos partidarios en el Departamento de Estado y en el Congreso estadounidense de seguir apoyando al presidente o de exigirle un cambio de rumbo y mano firme con los insurrectos. Para hacer una ¨²ltima apreciaci¨®n del asunto, hoy tiene anunciada su llegada a Bogot¨¢ una comitiva de Washington, presidida por el subsecretario de Estado para Asuntos Pol¨ªticos, Thomas Pickering. El diario colombiano El Tiempo titulaba, para comentar la formidable, visita: "Llega la artiller¨ªa pesada", refiri¨¦ndose s¨®lo, por el momento, a una artiller¨ªa pol¨ªtica. Crecen paralelamente, sobre todo en medios del Congreso, las voces que dan ya por fracasado el experimento apaciguador de Pastrana, con su infinita e impotente paciencia ante las ofensivas guerrilleras, que, casualmente, ocurren siempre cuando parece que se est¨¢ a punto de comenzar a negociar. Si no hay alternativa pol¨ªtica al bloqueo total en que se hallan los contactos entre Gobierno y guerrilla -y no es f¨¢cil hoy verla- , s¨®lo quedar¨ªa la eventualidad de que el poder legalmente constituido optara por la guerra sin cuartel contra el enemigo; misi¨®n para la que las Fuerzas Armadas colombianas ya han demostrado que est¨¢n singularmente mal preparadas. De iniciarse tal medida, estar¨ªamos ante el fracaso sin paliativos de la joven presidencia de Andr¨¦s Pastrana.
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