Toros sin valor

Cuando el caballo Cagancho no sale a torear, porque est¨¢ herido, como por ejemplo ayer, los dem¨¢s caballos de la cuadra del rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, tales como Chabela, Martincho, Boj, Chicuelo, Fusilero, Aldebar¨¢n, Batista, e incluso Mazzantini echan a temblar por la responsabilidad que se les viene encima. No sabemos si esto aconteci¨® ayer, pero lo cierto es que el rejoneador navarro, aun clavando algunas banderillas con mucho acierto, no acab¨® por redondear la tarde. Es m¨¢s, no estuvo a la altura que tiene acostumbrado a sus muchos admiradores.La corrida que envi¨® Carmen Borrero no dio el juego deseado por los diestros. En realidad, la corrida que mand¨® estaba muy bien de pitones, pero le faltaba casta, fuerza, y todo lo que suele tener un toro que se llama bravo. Todo un fiasco.

El torero de la tierra, Jos¨¦ Ignacio Ramos, que sustituy¨® a Morante de la Puebla puso toda la carne en el asador en su segundo toro. Le ech¨® valor, raza, incluso aguant¨® un par de coladas con cierto peligro. Instrument¨® cinco series de derechazos, donde hay que destacar alguno de ellos trazados con densidad y largura. Ese toro por el pit¨®n izquierdo no pasaba. En banderillas en los dos toros estuvo aseadito, sin m¨¢s. No pudimos saborear la suerte de matar como es habitual en este torero pundonoroso.

Uceda Leal, que es un torero de finas hechuras, tore¨® a su primer ejemplar con buen gusto, tratando de hacer las cosas bien. Pero el toro se quedaba, no colaboraba, y no pudimos ver esas esencias que, sin duda, atesora el torero de Madrid. En su segundo era un mansote que no val¨ªa nada. Era la muermez con dos pitones.

Lo que es grato se?alar hay que adscribirlo en la cuenta de Miguel Abell¨¢n. Su primer toro, el tercero de la corrida, result¨® ser un mansote de mucho cuidado. Sali¨® suelto en varas, y daba arreones como suelen esgrimir los toros mansos. Cuando nadie cre¨ªa que se pod¨ªa aprovechar ese toro, Miguel Abell¨¢n estuvo valiente, en especial cuando empez¨® a torear y cuando inici¨® la faena con las dos rodillas en tierra. Val¨ªa el tes¨®n, la voluntad, el entregarse, porque parec¨ªa que en ese toro estaba el toro de su vida. Repetimos que lo realmente importante fue su disposici¨®n para enfrentarse a lo que parec¨ªa imposible de torear, por la mansedumbre que exhib¨ªa aquel malhadado bicho. Sin duda esa clase de gestos son los que le hacen a un torero. No olvidemos que no siempre los toros embisten como solemnes imb¨¦ciles. Un toro manso puede tener una lidia determinada. El torero tiene que saber lidiar toros de todas las clases de embestida.