El reino de ir¨¢s y no volver¨¢s

?rase una vez un pa¨ªs, algo as¨ª como Espa?a entre dos siglos, donde hab¨ªa un servicio llamado Autoexpreso para llevar coches de un lugar a otro. Acud¨ªan all¨ª incautos viajeros y segu¨ªan con docilidad las ¨®rdenes de Renfe; pagaban el billete del viajero, pagaban tambi¨¦n el trayecto completo del veh¨ªculo y se aprend¨ªan el lema publicitario "viaje descansando", confiados en que la compa?¨ªa facilitar¨ªa el billete de vuelta, y sin sospechar que el regreso se lo reservaba Renfe con la misma avaricia que los ogros de anta?o.?Qu¨¦ extra?a metamorfosis ha transformado la ¨²nica compan¨ªa de ferrocarriles en un ser mal¨¦volo que disfruta contemplando la incertidumbre de sus v¨ªctimas al no encontrar billetes de regreso, las discusiones en las ventanillas, la impotencia de sus empleados y las reclamaciones de todos?

?Habr¨¢ que esperar ahora a un ser ben¨¦fico, hada o pr¨ªncipe, que nos rescate a los viajeros retenidos en las R¨ªas Bajas de las garras del drag¨®n, cuya perversi¨®n no permite que se coloque m¨¢s de una plataforma en cada tren (alrededor de diez coches), aunque se trate de fechas tan especiales como finales de agosto?

Y yo que cre¨ªa que eso de "ir¨¢s y no volver¨¢s" era cosa de cuentos.-