Perverso
ENRIQUE MOCHALES Dicen que durante una ¨¦poca el cantante Iggy Pop s¨®lo se excitaba sexualmente inyectando hero¨ªna a un ne¨®fito. Este ejemplo, rayano en la perversidad, es suficientemente gr¨¢fico para ilustrar el tema al que me refiero. ?Es la perversidad un rasgo concreto? ?Es la maldad una caracter¨ªstica bien definida? El marqu¨¦s de Sade nos lleva de la mano por el museo de lo perverso, una casa barroca en donde los m¨¢s refinados tormentos est¨¢n tallados en altorrelieves en lujosos frisos de caoba. En sus textos queda claro que es posible gozar con el sufrimiento. La perversidad de Sade es casi humor¨ªstica, aunque no por ello menos impactante. Sade nos muestra la perversi¨®n refinada, casi la perversi¨®n aristocr¨¢tica, donde el dolor es la moneda de cambio del para¨ªso. No tenemos que irnos tan lejos para que Iggy Pop o Sade nos metan un buen pico de perversi¨®n. Hasta un ni?o puede ser perverso con sus compa?eros. Pero a la perversidad que me refiero es a aquella que se ocupa de los medios para conseguir los fines. Si quitamos a la noci¨®n de lo perverso connotaciones morales y nos referimos tan s¨®lo a su significaci¨®n ¨¦tica, nos queda un concepto puro. Son perversas, por ejemplo, las minas antipersonas. Est¨¢n dise?adas para mutilar. Si desarrollamos este argumento hasta sus ¨²ltimas consecuencias llegamos a la conclusi¨®n de que muchas armas son perversas, y que, por lo tanto, sus fabricantes tambi¨¦n lo son. Y, continuando con el razonamiento, acabamos por pensar que ya no entendemos nada, si la ¨¦tica nos dice una cosa y la realidad del mundo otra, si vivimos en un espejismo de derechos humanos que de pronto se vulneran as¨ª, con una detonaci¨®n seca que arranca de cuajo el miembro de un ni?o. Por lo tanto, la perversi¨®n es un invento. No existe. Proclamo que a¨²n no, hasta que no sea reconocida como tal. Si a un tipo le gusta que su perro se pelee con otro hasta la muerte no es perversi¨®n, es deporte. Si alguien elabora un plan genocida no es perversi¨®n, es pragmatismo. Si un pa¨ªs, por ejemplo, apoya la dictadura criminal de otro pa¨ªs porque eso conviene a sus intereses no es perversi¨®n, es una inteligente pol¨ªtica internacional. As¨ª que la perversi¨®n no existe. Es un concepto hueco que hace demasiadas veces la vista gorda ante tanta aberraci¨®n. Es un t¨¦rmino que deber¨ªa venir escrito muchas veces a pie de foto y que no se utiliza casi nunca, tal vez por sus connotaciones morales de anta?o. O quiz¨¢s por su sonoridad equ¨ªvoca y su amplio espectro de significaci¨®n, que es demasiado inconcreto y general. La perversi¨®n es algo m¨¢s que la maldad. Hay quien cree que hay m¨¢s gente buena que mala, y hay quien dice que, a pesar de todo, los malos son muy malos y por eso hacen m¨¢s ruido. Lo del bien y el mal s¨ª que es una democracia. Aunque uno no est¨¦ de acuerdo, debe aceptar la opini¨®n de la mayor¨ªa. Pero, ?es consciente el malvado del mal que causa? Me hace reflexionar la respuesta de muchos criminales cuando dicen "yo s¨®lo hice lo que me ordenaron" o "s¨®lo cumpl¨ª con mi deber". Es curioso porque a veces sirve. El concepto del bien y el mal se torna entonces turbio, se llena de impurezas, de matices. La justicia hace filigranas con sus propias pu?etas. El criminal se justifica diciendo que cumpli¨® con su deber y se refugia en cualquier vericueto legal. La perversi¨®n, palabra ya en franco desuso, no aparece apenas en el C¨®digo Penal. Por no aparecer, no aparece siquiera la palabra maldad. La justicia utiliza t¨¦rminos sofisticados que se refieren a las especialidades, aquellos que designan fr¨ªa y concretamente el delito. Pero la perversi¨®n no est¨¢ apenas tipificada fuera del sexo. As¨ª que, seg¨²n todos los indicios, la maldad extrema no existe. Todo es relativo, ya lo dec¨ªa Einstein. De ah¨ª que para algunos Pinochet sea un sacrificado h¨¦roe, y para otros menos sea Milosevic una persona extraordinaria. De hecho, ambos dictadores est¨¢n convencidos de que cumplieron con su deber y obraron de la manera correcta. "Yo s¨®lo quer¨ªa alimentarme", podr¨ªa aducir inocentemente Dr¨¢cula, antes de ser atravesado por la estaca de Van Helsing.
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