La Feria del Centro de M¨¢laga bate r¨¦cords de asistencia a pesar de la oferta del nuevo Real Los caballistas y las pe?as luchan para intentar atraer visitantes al Cortijo de Torres
M¨¢laga es una ciudad poco beligerante. Por eso el hecho de que desde el a?o pasado haya dos escenarios para la juerga diurna de la Feria no ha llevado a nadie a rasgarse las vestiduras. Hubo un conato al principio: cuando el Ayuntamiento anunci¨® la apertura del Cortijo de Torres, el nuevo recinto ferial, en sesi¨®n continua, los comerciantes pusieron el grito en el cielo. Ahora saben que pueden dormir tranquilos. El negocio no se acaba porque el Centro sigue arrasando. El Cortijo de Torres tiene sus valedores: las pe?as y las asociaciones de jinetes. Las primeras acaparan 29.000 de los 50.000 metros cuadrados en casetas que posee el Ferial. Los segundos han encontrado en ¨¦l un escenario que les permite lucirse y disfrutar sin la preocupaci¨®n de que el caballo termine arrollado por un coche. Pero al nuevo recinto tendr¨¢n que pasarle por encima unos a?os antes de que pueda ver sus calles repletas de gente. Por lo menos, hasta que las palmeras y los ¨¢lamos que se han sembrado por todas partes sean capaces de mitigar algo el calor cruel de un d¨ªa cualquiera de agosto. A mediod¨ªa de ayer, los chavales se consolaban d¨¢ndose largos ba?os en las fuentes decorativas. Y, de paso, hac¨ªan moner¨ªas para tratar de atraer la atenci¨®n de los fot¨®grafos. "?Mira, Vanessa, yo me tiro al suelo y t¨² le echas agua a ¨¦ste!", gritaba Lorena, una ni?a de 12 a?os dispuesta a ganarse sus 15 minutos de notoriedad. A las tres de la tarde, los juerguistas aflu¨ªan perezosos al Ferial. Poco traje de volantes, poca gente por las calles y muchas casetas cerradas a¨²n o con sus habitantes metidos en faena, d¨¢ndole vueltas mancomunadamente al guiso del d¨ªa: una paella descomunal o una olla de berza de la que podr¨ªa comer todo un Tercio de la Legi¨®n. En cada caseta, un olor suculento y pocos buches a¨²n dispuestos para tragar. El Centro era otra cosa. El Centro estaba impracticable. Para llegar al coraz¨®n de la juerga como mandan los c¨¢nones, es decir, atravesando la portada decorativa instalada en la calle Larios, uno ten¨ªa que haber entrenado como m¨ªnimo en alg¨²n encierro multitudinario de Semana Santa. Detr¨¢s de la portada de cart¨®n-piedra aguardaba una nueva barrera de vendedoras de romero. Despu¨¦s de sortearlas con dificultad aparec¨ªa el siguiente obst¨¢culo: un grupo de m¨²sicos andinos rodeado por un inmenso corro de gente que acompa?aba sus melod¨ªas con ca?as rocieras. Entre medio, carritos de vendedores ambulantes repletos de catavinos con el escudo del M¨¢laga, abanicos, sombreros cordobeses, gorras rocieras, flores de tela y el ¨²ltimo grito en esta Feria: sombreros mexicanos. Para cuando se alcanzaba la Plaza de la Constituci¨®n, la mente albergaba un solo deseo: una cerveza helada. Menos mal que una casa de cervezas ha instalado su caseta justo a la entrada de la plaza. Eso es tener vista comercial. El Cortijo de Torres no le ha quitado gente al Centro, pero s¨ª ha cambiado ligeramente su p¨²blico. En el centro se ve cada vez m¨¢s gente joven y se oyen cada vez m¨¢s idiomas distintos y m¨¢s canciones del verano. El Real se lleva a quienes prefieren una Feria m¨¢s recogida; su ambiente es familiar y muy afable. Pero Virginia y Genesaret, dos chiquillas que esperan en la caseta de una pe?a para actuar con su cuadro flamenco, lo tienen claro: "Esto es muy bonito, pero para marcha el Centro".
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