Ni bula ni justificaci¨®n
LOS DE Euskal Herritarrok (EH), sucesores de HB, exigen al PNV extender a los ayuntamientos y diputaciones la alianza nacionalista (PNV-EA-EH) que desde hace meses permite gobernar a Ibarretxe en Vitoria. Esa exigencia podr¨ªa interpretarse como un signo de madurez de ese mundo: se abre paso la apuesta por hacer pol¨ªtica en las instituciones, y no resistencia contra ellas. Pero hacer pol¨ªtica democr¨¢tica supone renunciar a la presunci¨®n de que ser amigos de ETA otorga una bula especial que permite hacer cosas que no se permiten a los dem¨¢s partidos. Y EH est¨¢ todav¨ªa lejos de haber interiorizado ese principio.Ayer mismo, sus representantes se negaron a respaldar la condena de los dem¨¢s grupos del Ayuntamiento de Bilbao contra la brutal agresi¨®n que sufrieron de madrugada seis guardias municipales; la v¨ªspera, un grupo de furiosos armados con los gritos y pancartas de rigor acos¨® en San Sebasti¨¢n, al finalizar la Salve tradicional, al lehendakari Ibarretxe, agrediendo a sus escoltas. En la Parte Vieja, considerada por ellos zona nacional, donde el lunes pasado fue tambi¨¦n acosada y agredida una concejal socialista. La portavoz de EH respondi¨® a las peticiones de que se sumara a la condena de esas agresiones diciendo que las mismas demuestran que "no es cierto" que San Sebasti¨¢n viva sus primeras fiestas en paz, como dijo el alcalde socialista Od¨®n Elorza. Es un argumento irrebatible.
En la misma ciudad, el jueves pasado tuvieron que ser retirados de la circulaci¨®n 23 autobuses municipales objeto de pintadas que reivindicaban la liberaci¨®n de los presos de ETA y tildaban de asesinos al PP y al PSOE. Estos dos partidos obtuvieron en San Sebasti¨¢n el 13-J el 50,5% de los votos. Euskal Herritarrok fue la cuarta fuerza, con el 19,5%. La presencia de dos de sus representantes como vocales en la compa?¨ªa municipal que gestiona el transporte p¨²blico de la ciudad no les ha animado a condenar las pintadas, ni las dem¨¢s manifestaciones de la kale borroka, ese "instrumento de lucha", en palabras recientes de Arnaldo Otegi.
El portavoz de EH dice estar "harto de que se nos adjudiquen cosas que no son de nuestra responsabilidad", pero el problema es justamente de irresponsabilidad. EH, como antes HB, nunca es responsable de nada. No se responsabiliza de los efectos de lo que dice o hace. O considera leg¨ªtimo recurrir a la intimidaci¨®n, o no lo considera. O admite que la ley debe aplicarse (intentando cambiarla pac¨ªficamente, en su caso), o piensa que quienes la vulneran en nombre de su causa gozan de impunidad. En la mejor de las hip¨®tesis, se trata de una inercia, residuo de los tiempos en que HB s¨®lo respond¨ªa ante ETA. Si ahora no es as¨ª, debe demostrarlo. Porque mientras no se oponga a los intentos de coacci¨®n de quienes no comparten su fe, EH no podr¨¢ ser considerado un partido democr¨¢tico como los dem¨¢s.
Ibarretxe retras¨® mucho la firma del acuerdo de legislatura para asegurarse de que la renuncia de EH a la violencia era efectiva. La vuelta de la kale borroka y la marcha atr¨¢s de los que en un momento parecieron desmarcarse de ella han dejado al lehendakari en una situaci¨®n comprometida. No deja de recordar que hacer pol¨ªtica es incompatible con el mantenimiento de la violencia, pero ni una sola vez se olvida de compensar ese reproche con otro dirigido al Gobierno por su pol¨ªtica penitenciaria. Esa pol¨ªtica es discutible, pero es lamentable que el lehendakari -que es algo m¨¢s que portavoz de un partido- repita lo que nadie puede dudar que ser¨¢ interpretado como una justificaci¨®n por los jefes de quienes el s¨¢bado le acosaban en Donosti y le amenazaban con partirle la cara al grito de "presos vascos, a Euskal Herria".
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