El precio del fracaso

EL PASADO 16 de abril, el Gobierno anunciaba un paquete de medidas liberalizadoras para controlar la inflaci¨®n, que inclu¨ªa vagas disposiciones encaminadas a reducir el precio de los combustibles, y en particular el del gas butano. Desde esa fecha, los ciudadanos han asistido, entre irritados e inquietos, a un aumento escalofriante del precio de las gasolinas, y empiezan a comprobar que la bombona de butano sigue el mismo camino. Su precio subir¨¢ hoy 182 pesetas, nada menos que el 16,1%, y llegar¨¢ al m¨¢ximo hist¨®rico de las 1.313 pesetas. El ministro de Industria, Josep Piqu¨¦, explica la escalada del butano por el encarecimiento del crudo y de sus gases licuados en los mercados internacionales. Pero, si es as¨ª, ?por qu¨¦ el mismo ministro que hoy da esta explicaci¨®n anunci¨® en abril que la bombona ser¨ªa m¨¢s barata? Los precios de los combustibles van en direcci¨®n contraria al optimismo propagand¨ªstico oficial, amenazan con arruinar el precario equilibrio de la inflaci¨®n y ponen en rid¨ªculo, una vez m¨¢s, las propuestas liberalizadoras del equipo econ¨®mico de Aznar.Pero es que, adem¨¢s, el butano no es un combustible cualquiera, prescindible a voluntad por quienes lo consumen. Es una energ¨ªa dom¨¦stica barata, de primera necesidad, que utilizan m¨¢s de diez millones de hogares en Espa?a, cuyos recursos no les permiten acceder a otras opciones energ¨¦ticas. As¨ª que, adem¨¢s de los efectos nefastos sobre el IPC, su encarecimiento es un golpe dur¨ªsimo a muchas familias espa?olas, para quienes resulta prohibitivo que el combustible con el que cocinan durante todo el a?o y se calientan en invierno haya subido en cuatro meses m¨¢s del 35%. Si la inflaci¨®n es un castigo para toda la sociedad, es tarea de los gestores p¨²blicos evitar que se ensa?e con las familias de econom¨ªa m¨¢s modesta. En este sentido, el intento de justificaci¨®n de Piqu¨¦, seg¨²n el cual la bombona costar¨ªa m¨¢s de 1.500 pesetas sin las medidas supuestamente liberalizadoras, es un sarcasmo que los consumidores no se merecen.

El ministro de Industria tiene que enfrentarse a una realidad desoladora: la liberalizaci¨®n en el mercado de las gasolinas y el butano ha sido un fracaso. En parte, porque no era una liberalizaci¨®n aut¨¦ntica la que este Gobierno planteaba. Eran tan s¨®lo invocaciones vac¨ªas desde el Bolet¨ªn Oficial, sin capacidad para modificar el funcionamiento real de los mercados. El precio de ese fracaso es que, si el Gobierno quiere realmente bajar los precios de la energ¨ªa, deber¨¢ actuar de forma m¨¢s directa. En lugar de escudarse en ciclos sobre los que no puede influir, el Gobierno deber¨ªa recordar que el butano tiene un precio intervenido; que Repsol Butano opera pr¨¢cticamente como un monopolio, y que, en funci¨®n de c¨®mo est¨¦ evolucionando la cuenta de resultados de la compa?¨ªa en los ¨²ltimos meses, el Gobierno puede impedir un castigo innecesario a los bolsillos de los consumidores con menos recursos. Hay precedentes. En enero de 1996 se suspendi¨® la aplicaci¨®n de precios m¨¢ximos para evitar una subida de 60 pesetas en la bombona de butano porque el Gobierno consider¨® que no hab¨ªa razones para que los consumidores pagaran m¨¢s por un producto de primera necesidad comercializado en r¨¦gimen de monopolio. Cabe preguntarse si las hay ahora.