Los dominicanos recuerdan su pa¨ªs
Una de las primeras frases que Humberto Agust¨ªn Contreras pronunci¨® en tierras de la Comunidad Valenciana fue: "No es posible que yo haya hecho este viaje tan largo para venir a morir ahogado". Y es que este dominicano lleg¨® a Alicante pocos d¨ªas antes de las inundaciones del 30 de septiembre de 1997. Superada esa primera impresi¨®n, encontr¨® una ciudad tostada por un clima que le encanta y lleno de "buenas personas". Tambi¨¦n est¨¢n a gusto Jenny Pinedo y Rosa Gonz¨¢lez, junto con las que Humberto ha fundado Alianza Dominicana, una asociaci¨®n para estrechar los lazos de amistad y solidaridad entre los dominicanos que viven en Alicante. Porque las ventajas de Europa no acaban de suplir la nostalgia de casa. Nada podr¨ªa hacerles olvidar la tierra que les vio nacer. "Echo de menos la Rep¨²blica Dominicana entera. Aqu¨ª hay nivel de vida, pero no calidad de vida", subraya Humberto. Vino a hacer su doctorado en Qu¨ªmicas porque en su pa¨ªs no existen estudios de postgrado en la rama de Ciencias. Cuando lo acabe, piensa volver. "All¨ª tendr¨¦ un buen estatus y mis opiniones ser¨¢n escuchadas", reflexiona. En su pa¨ªs el cristianismo es muy hondo, y por eso les resulta curioso ver aqu¨ª una mayor relajaci¨®n en las costumbres religiosas. Jenny es especialmente sensible al tema porque trabaja con grupos cristianos. "Entras a la iglesia y s¨®lo ves a personas mayores y ni?os. Los latinoamericanos somos m¨¢s cristianos que la gente que nos trajo el cristianismo", observa. Lo que m¨¢s les gusta. El clima porque, aunque aqu¨ª el sol quema m¨¢s, no soportan el fr¨ªo. Rosa a?ade que disfruta con ver c¨®mo se mantienen las tradiciones, c¨®mo se entrega la gente para celebrar sus fiestas populares. Humberto realiza una aportaci¨®n enigm¨¢tica: "En los pa¨ªses europeos en general se tiene m¨¢s respeto por la vida. No me pida que entre en detalles", dice. Lo que menos. Humberto nota superficialidad en alguna gente y observa que los valencianos mantienen mucho las distancias. "All¨ª los vecinos tienen mucha m¨¢s relaci¨®n", cuenta. Rosa se queja de que hay personas "muy poco receptivas que ven al extranjero como un bicho raro". Especialmente, nota "una especie de persecuci¨®n a la gente de color, notas temor cuando entras a una tienda". A Jenny le desespera la siesta. "Aqu¨ª todo el mundo hace religiosamente su siesta de 2 a 4 de la tarde, mientras que all¨ª tenemos horario corrido. Al principio me lo encontraba todo cerrado y me cost¨® acostumbrarme", dice. Lo que m¨¢s les choc¨® al llegar. En la Rep¨²blica Dominicana se toma el caf¨¦ de muchas maneras, pero Humberto jam¨¢s habr¨ªa podido imaginar que a alguien se le ocurriera tomarlo con hielo. A Rosa y Jenny les desconcert¨® encontrar un paisaje tan ¨¢rido, y tambi¨¦n se sienten desubicadas por el hecho de que en verano se alargue tanto el d¨ªa. "Es raro que a las ocho o las nueve de la tarde a¨²n haya luz", se?alan. As¨ª nos ven. M¨¢s amables y cercanos que el resto de los europeos. Rosa es clara: "Tienen fama de ser muy abiertos, pero es que no tienen m¨¢s remedio, porque su principal fuente de ingresos es el turismo". Jenny nos considera "muy apegados a la tierra, no se mudan ni se van". Para Humberto somos "buenas personas, pero excesivamente d¨®ciles y manejables". Reflexiona: "Cada persona es el resultado de su situaci¨®n socioecon¨®mica. No es lo mismo un joven dominicano que tiene que trabajar para pagarse sus estudios que un joven con medios para estudiar sin tener que trabajar. La primera situaci¨®n te hace madurar antes".
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