A la rusa
Durante una ¨¦poca ya lejana, cuando el ballet era otra cosa en sus m¨¢s ¨ªntimos distingos, se pod¨ªa o¨ªr decir que tal bailarina hac¨ªa algo a la italiana o a la rusa. Eso ya no existe. El ballet y su gran repertorio han sufrido una peligrosa fiebre de igualitarismo que poco a poco ha anulado estilos particulares, matices y, en conclusi¨®n, riqueza.La magn¨ªfica gala de Santander hizo pensar en una noche de las de antes. Con orquesta (dirigida por un eficaz especialista en ballet: el norteamericano Garforth, actual titular en Montecarlo) y con un pu?ado de j¨®venes artistas de primera l¨ªnea dando lo mejor de s¨ª dentro de una oferta de piezas equilibrada, rica, reuniendo pasado y presente del hecho coreogr¨¢fico. As¨ª, la velada fue sobria, discurri¨® hacia arriba y, naturalmente, sedujo al p¨²blico.
Estrellas espa?olas de la danza
48? Festival Internacional de Santander. Orquesta del Festival dirigida por: David Garforth. Realizaci¨®n art¨ªstica: Boris Trailine. Palacio de Festivales de Cantabria, 17 de agosto.
Una amplia gama
La primera parte puede muy bien llamarse, con algo de gui?o metaf¨®rico, a la rusa, m¨¢s por el origen de las obras que por su ejecuci¨®n. Los artistas mostraron una amplia paleta de formas diferentes de hacer ballet. Comenz¨® Goyo Montero con la magn¨ªfica Daniela Severian en Las llamas de Par¨ªs, en una versi¨®n que, aun atenuando demasiado la zona heroica del estilo sovi¨¦tico, permiti¨® una serie de virtuosos, giros y saltos que son parte de la lectura original de Vainonen y que tantos bailarines temen ejecutar en su tempo justo. Les sigui¨® Marco Berriel en la ¨²nica pieza moderna de la primera parte, Soledad, un mon¨®logo teatral de expiaci¨®n pegado a un muro de las lamentaciones casi tenebrista, tras el cual Mar¨ªa Gim¨¦nez y el cubano Lienz Chang hicieron intenso despliegue de lo que es un acad¨¦mico acople en la compleja t¨¦cnica del pas de deux. Chang apareci¨® m¨¢s concentrado y en mejor forma que en Madrid. Y Mar¨ªa, siempre musical, fue exacta en sus largos equilibrios.Luc¨ªa Lacarra hizo, junto a Cyril Pierre, el adagio del segundo acto de El lago de los cisnes, contraviniendo gratuitamente y para decepcionar, la coreograf¨ªa original de Ivanov en una versi¨®n err¨¢tica que violentaba ese sagrado original hasta el punto de entrar en escena por un ¨¢ngulo contrario al establecido por la tradici¨®n. Luc¨ªa Lacarra (que ya tuvo un sonado fracaso hace dos temporadas en La Scala de Mil¨¢n en este mismo papel) basa su interpretaci¨®n en una pose manierista y en un aleteo de brazos que quiere ser sofisticado, pero que se queda, lamentablemente, en lo discorde y antimusical, para resumirse en amaneramiento. Cerraron este primer ciclo Tamara Rojo y Joaqu¨ªn de Luz, ambos potentes y seguros; ella, muy dentro del papel del cisne negro del mal, que roz¨® la perfecci¨®n tanto en el sentido como en la forma: Tamara es una de las mejores bailarinas de la actualidad internacional y se la comienza a llamar justificadamente la "Noella Pontois del 2000"; Joaqu¨ªn de Luz, por su parte, si ya era un gran bailar¨ªn cuando march¨® a Am¨¦rica, ahora regresa dando un verdadero recital de alegr¨ªa y exactitud en la ejecuci¨®n, como si no le costara ning¨²n trabajo dejar al p¨²blico sin respiraci¨®n. Ambos constituyen una deliciosa pareja con un formato exacto que les comunica armon¨ªa.
En la segunda parte, A¨ªda G¨®mez hizo su Silencio rasgado, una pieza atrevida y hermosa llena de refinada sensualidad y poniendo en la palestra las posibilidades de ¨¦xito del nuevo flamenco cuando se hace a gran altura. Tambi¨¦n volvi¨® a escena Berriel con su solo de la bata de cola, y Daniela Severian con el fondo sonoro de Edith Piaf para dar un intenso recital dram¨¢tico. Ya acerc¨¢ndonos al final, Goyo Montero mostr¨® su capacidad histri¨®nica en el solo lleno de iron¨ªa que ha montado para ¨¦l Cauwenberg. Lacarra y Pierre estuvieron mejor en un lento d¨²o de amor sobre el adagio de Barber, y cerraron la velada Gim¨¦nez y Chang, con un fragmento de la Carmen de Roland Petit, que ¨¦l mismo ense?ara a la premiada bailarina espa?ola, sabi¨¦ndole transmitir esa atm¨®sfera de sensual arrobamiento, que es la clave argumental de la pieza. El p¨²blico de Santander, falsamente tenido como fr¨ªo, demostr¨® con los aplausos y los "bravos" hasta d¨®nde se puede elevar la temperatura de un auditorio cuando los bailarines dan m¨¢s que la talla.
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