Ontinyent, c¨¢lido embutido
En los d¨ªas despejados hay que tentarse antes de cruzar el puente que atraviesa el cauce del r¨ªo Clariano. El sol cae a plomo y durante unos cientos de metros el paseante se ve aplastado por el calor. Pero merece la pena por visitar el barrio antiguo, lleno de interesantes piezas arquitect¨®nicas. El barrio de la Vila con sus antiguos edificios est¨¢ catalogado como conjunto hist¨®rico-art¨ªstico, y no debe desperdiciarse la visita a la ciudad sin observarlo. El viaje puede tener variados intereses, entre los que no debe faltar el admirar los productos textiles que se fabrican en el lugar, que datan del siglo XV. Las mantas, en concreto, son objeto de un importante comercio tanto nacional como para la exportaci¨®n. Pero debemos tambi¨¦n mostrar inter¨¦s por los productos gastron¨®micos que produce, sobre todo por su embutido. Son famosas las morcillas de cebolla, conservadas en aceite, con carne, a recomendar. El embutido se conoce desde muy lejanos tiempos de la alimentaci¨®n humana. Tanto para su conservaci¨®n como para su consumo inmediato, las m¨¢s cl¨¢sicas culturas lo han desarrollado. Se embute todo alimento que se introduce en un recipiente natural, y el primero que se le ocurri¨® a la humanidad fue el intestino de los animales que cazaba o criaba en sus alrededores. Se han fabricado embutidos con los m¨¢s variados componentes, no podemos dejar de recordar las ostras en embutido, y los m¨¢s cl¨¢sicos del Imperio Romano, las morcillas de carne o huevos y pi?ones, los chorizos de sesos y huevos, en general todo tipo de carnes o de pescados, mezclados con especias y pi?ones eran susceptibles de ser constre?idos dentro de una tripa. O bien se envolv¨ªan en grasa para que se conservasen, la base del invento era la misma, conservaci¨®n y comodidad en la comida. Se supone que los romanos que com¨ªan echados en una especie de litera, s¨®lo ten¨ªan una mano disponible, y lo m¨¢s c¨®modo era no tener que trinchar demasiado, hac¨ªan como en la cocina china, s¨®lo son necesarios los palillos porque los alimentos vienen cortados en su justa medida, no deben ser manipulados por el comensal. Existen diversas maneras de conservar los productos alimenticios en funci¨®n de las necesidades futuras. Los embutidos, o bien se consumen en fresco, o bien se conservan con alguno de los m¨¦todos habituales, ahumado, secado o envolvi¨¦ndolos de aceites o grasas que impiden la entrada de aire y su descomposici¨®n. En estos tiempos, y en los fabricados con procesos industriales es usual introducir entre sus componentes conservantes que producen los mismos resultados, o bien colaboran a ello. No resulta f¨¢cil comer en Ontinyent embutido, pese a su bien ganada fama. No nos lo pudieron ofrecer en el restaurante Rinc¨®n de Pepe, pese a nuestro inter¨¦s. En vez de ello mantienen una sofisticada carta, que al desarrollarla no ofrece los resultados apetecidos. En el pollo de corral trufado resalta en exceso la farsa que lo rellena, lo que unido a la salsa que le roc¨ªan resulta poco agradable. No comimos bien, justo es reconocerlo. Y adem¨¢s las sillas de enea desvencijadas y con la propiedad, debido a su forma y estrechez, de invitar al pronto desalojo del local. Si a esto unimos algunos precios absurdos para un establecimiento como el que comentamos, -dos servicios de pan, quinientas pesetas, por ejemplo-, concluiremos en que se hace dif¨ªcil sacar consecuencias positivas de nuestra comida. Pero el viaje, interesante; podemos admirar en nuestro recorrido los valles rodeados de monta?as repletos de todo tipo de vegetaci¨®n y ¨¢rboles frutales, y debido a lo escarpado del terreno, las vistas se producen en panor¨¢mica y tecnicolor. Este recorrido est¨¢ tapizado por castillos, la mayor¨ªa de ellos romanos o musulmanes. Deber¨ªamos plantearnos si los construyeron con la idea de defenderse o bien para admirar los paisajes que se aprecian desde lo alto de las monta?as donde los instalaron.
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