Creando derechos
Los derechos no son algo que exista ya dado en la naturaleza y que nosotros nos limitemos a descubrir, como los cromosomas o los continentes. Los derechos los creamos nosotros mediante nuestras convenciones. As¨ª que la pregunta relevante no es "?qu¨¦ derechos tiene tal criatura?", sino "?qu¨¦ derechos queremos que tenga?".La evoluci¨®n cultural incide en nuestra sensibilidad ante los dolores e intereses ajenos y lentamente transforma nuestras preferencias y opiniones, nuestros valores y convenciones. En la Edad Media s¨®lo se atribu¨ªan derechos (fueros o privilegios) a grupos reducidos de seres humanos: el rey, los arist¨®cratas, los monasterios, ciertos gremios o ciudades. En el siglo XVIII cuaj¨® la idea de conceder derechos a todos los hombres. En 1791, Thomas Paine escribi¨® la obra cl¨¢sica The rights of man (Los derechos del hombre). Al a?o siguiente, Mary Wollstonecraft public¨® su panfleto Vindication of the rights of women (Reivindicaci¨®n de los derechos de las mujeres). La tesis de que las mujeres pudieran tener derechos parec¨ªa tan sacada de quicio que ese mismo a?o (1792) fue ridiculizada por Thomas Taylor en su panfleto ir¨®nico Vindication of the rights of brutes (Reivindicaci¨®n de los derechos de los brutos), en el que reduc¨ªa al absurdo la pretensi¨®n de que las mujeres pudieran tener derechos, aplicando los mismos argumentos a los animales. En cualquier caso, los derechos de las mujeres y de los animales no humanos no ser¨ªan tomados en serio hasta bien entrado el siglo XX.
Frente al consenso moral ya alcanzado y plasmado en la legislaci¨®n positiva, en cada ¨¦poca hay lo que podr¨ªamos llamar la frontera de la moral, aquellas reivindicaciones morales nuevas sobre las que no hay consenso alguno (m¨¢s bien parecen rid¨ªculas a la mayor¨ªa tradicionalista), pero sobre las que ya se discute activamente. Los derechos del hombre del siglo XVIII eran (como en la democracia ateniense cl¨¢sica) los derechos del ciudadano var¨®n y libre. La frontera de la moral pas¨® primero por la ampliaci¨®n del derecho a la libertad, es decir, por la abolici¨®n de la esclavitud, lo que en Estados Unidos lleg¨® a provocar una guerra civil. A principios de este siglo, la frontera de la moral pasaba (y en algunas zonas sigue pasando) por la extensi¨®n de los derechos a las mujeres. La pretensi¨®n de que las mujeres pudieran votar era objeto de chanza y chirigota. Hoy en d¨ªa la frontera de la moral pasa por cuestiones tales como la extensi¨®n del derecho de residencia a los extranjeros y del derecho a no ser torturado a los animales no humanos.
?Qu¨¦ significa crear un derecho para algo o alguien? Siguiendo a Kelsen, significa establecer una obligaci¨®n (o prohibici¨®n o restricci¨®n) para los dem¨¢s. Por eso los animales o los ni?os pueden tener derechos sin tener obligaciones. Que algunos tengan derecho a la vida o a la libertad consiste en que a los dem¨¢s les est¨¦ prohibido matarlos o esclavizarlos. La libertad de prensa es la prohibici¨®n de la censura. El derecho de las vacas suecas a salir de paseo una vez al d¨ªa es la obligaci¨®n de sus due?os de sacarlas del establo. Y el d¨ªa que en Espa?a se respete el derecho de las gallinas o de los toros a no ser torturados, eso significar¨¢ la prohibici¨®n de las bater¨ªas intensivas donde las gallinas viven en condiciones infernales y la abolici¨®n de las corridas de toros.
La reflexi¨®n moral racional lleva a la universalizaci¨®n relevante de las normas y derechos. No tiene sentido extender a los hombres el derecho de las mujeres a abortar, pues los hombres no se quedan embarazados. No tiene sentido extender a los seres humanos el derecho de las gallinas a estirar las alas, pues carecen de alas, y tampoco lo tiene aplicar a las gallinas la libertad de prensa, pues no escriben. Lo que s¨ª hacen las gallinas y dem¨¢s animales es padecer. Por eso tiene sentido compadecerse de los animales, capaces de sufrir, y extender a todos ellos el derecho humano a no ser torturado, es decir, a no ser sometido por la fuerza a dolores atroces innecesarios. El d¨ªa en que la compasi¨®n por las criaturas se generalice entre los ciudadanos, crearemos por convenci¨®n legislativa el derecho animal a evitar la tortura. Ese d¨ªa ser¨¢ un gran d¨ªa para la moral y para todos los animales (incluidos los humanos). Mientras tanto, vayamos reivindic¨¢ndolo, a ver si el ejemplo cunde.
?Implica esto que nos olvidemos de los acuciantes problemas humanos, de las minas antipersona, de las violaciones, de las matanzas ¨¦tnicas? Claro que no. Es natural y moral que una madre ame m¨¢s a sus hijos que a los del vecino y se preocupe m¨¢s por ellos, pero eso no es raz¨®n para machacar o maltratar a los hijos del vecino.
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