Escuelas blindadas
DOS GRANDES novedades aguardan a los escolares de Estados Unidos en su inminente regreso a las escuelas e institutos: ordenadores conectados permanentemente a Internet y draconianas medidas de seguridad para evitar tiroteos. Son la cara y la cruz de Estados Unidos, una muestra de su infatigable capacidad tecnol¨®gica y otra del primitivismo brutal de tantos elementos de su vida cotidiana. As¨ª es EE UU, el espejo en el que m¨¢s que nunca se mira el resto del planeta.Arcos detectores de metales, circuitos cerrados de televisi¨®n, guardas jurados armados hasta los dientes, prohibici¨®n de mochilas y taquillas y documentos de identidad escolares son los elementos de seguridad introducidos a lo largo de este verano en miles de centros de ense?anza de la superpotencia. Es la ¨²nica reacci¨®n pr¨¢ctica a la oleada de tiroteos en los centros que est¨¢ caracterizando los ¨²ltimos cursos escolares, y que tuvo su episodio m¨¢s sangriento en el protagonizado en Denver la pasada primavera por dos adolescentes que quer¨ªan celebrar el cumplea?os de Hitler.
Detr¨¢s de cada uno de esos tiroteos hay siempre una combinaci¨®n de desequilibrio mental, de facilidad de acceso a las armas y de inmersi¨®n en una cultura de la violencia. Los chicos que est¨¢n protagonizado las matanzas no son hijos de clases desfavorecidas o minor¨ªas ¨¦tnicas, sino reto?os de las clases medias blancas de los suburbios acomodados. Y, en contra de los t¨®picos, no est¨¢n movidos por las drogas o el alcohol, sino por sentimientos como el enfado porque una novia les ha dado calabazas o la indignaci¨®n porque unos compa?eros se han re¨ªdo de ellos porque no son buenos deportistas. El ¨²nico modo que se les ocurre de desahogar sus frustraciones es hacer lo que ven hacer decenas de veces al d¨ªa en la televisi¨®n, el cine o los juegos de ordenadores: tomar las armas y liarse a tiros. Y las armas est¨¢n en los armarios de los padres.
La ecuaci¨®n de la violencia escolar en Estados Unidos es as¨ª de sencilla o de complicada. Pero la superpotencia no est¨¢ dispuesta a ir al fondo de las cosas, porque quiz¨¢ ello supondr¨ªa cuestionar sus ra¨ªces mismas. La libertad para llevar armas est¨¢ inscrita en la misma Constituci¨®n norteamericana. Y el consumismo, la gratificaci¨®n inmediata, la laxitud en la educaci¨®n de los hijos y el desarraigo familiar son elementos tan constitutivos de la vida estadounidense como la lucha por el d¨®lar y el pavo del D¨ªa de Acci¨®n de Gracias.
La respuesta de la costosa bunkerizaci¨®n de los centros escolares adoptada este verano a lo largo y ancho de todo el pa¨ªs es t¨ªpica de la mentalidad norteamericana. Como lo son la silla el¨¦ctrica y el cintur¨®n aturdidor como alternativas a la delincuencia, o el bombardeo desde aviones invisibles guiados por sat¨¦lite como vector principal de la pol¨ªtica exterior. Desde el punto de vista estadounidense, este tipo de reacciones tienen, adem¨¢s, la ventaja de ser buena para los negocios. Si los fabricantes de armas y la Asociaci¨®n Nacional del Rifle se empe?an en que circulen pistolas, fusiles y metralletas, los ciudadanos honrados no tienen m¨¢s que comprarse chalecos antibalas.
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