El Madrid espera al suicidio del Numancia
Un cabezazo en propia meta de Iv¨¢n Rocha en la segunda mitad indica a los blancos el camino de la goleada
El Madrid dej¨® que el Numancia decidiera la hora de la goleada. Esper¨® a que fuera el rival quien se acuchillara de muerte con un cabezazo incomprensible en propia meta. Fue Iv¨¢n Rocha quien ense?¨® el camino. Hasta entonces no lo pas¨® demasiado bien el equipo de Toshack. Luego impuso su jerarqu¨ªa y gole¨® con McManaman, Savio y Ra¨²l de protagonistas.
En el primer tiempo, el Madrid s¨®lo meti¨® en problemas al Numancia en golpes repentinos, con el¨¦ctricas combinaciones al primer toque. Pero no ocurri¨® con frecuencia. Al contrario, el Madrid jug¨® muy lento, demasiado como para sorprender al rival; demasiado como para conseguir desordenarle.
El entusiasmo aup¨® al Numancia de salida. Los sorianos acompa?aron cada uno de sus robos de pelota en esa fase con r¨¢pidos contragolpes, eso s¨ª, m¨¢s cargados de ilusi¨®n que de peligro. Corr¨ªan los visitantes en busca del ¨¢rea de Illgner con una sonrisa de oreja a oreja, con el sue?o de marcar un gol en plaza tan importante grabado en la cara. Sol¨ªa nacer todo en alg¨²n cambio de juego, al que suced¨ªan luego una r¨¢faga de toques mec¨¢nicos. Contras m¨¢s bien blanditas, pero que asustaron.
Pasada la media hora de juego, despu¨¦s de un par de achuchones blancos, al Numancia le fue entrando el miedo y se prodig¨® menos en las subidas. Tambi¨¦n, claro, por que una pareja de mediocampistas centrales formada por Nagore y Pacheta augura poca prosperidad a las aventuras ofensivas. Cualquier otro equipo no habr¨ªa perdonado al Madrid el desastroso primer tiempo de Redondo, lleno de imprecisiones en el pase y p¨¦rdidas de bal¨®n, pero el Numancia s¨ª lo hizo. ?Qu¨¦ man¨ªa la de los entrena dores en destinar a los futbolistas menos dotados las labores que m¨¢s necesitan de la t¨¦cnica y el toque! Fue reculando; progresivamente el conjunto soriano. Sin perder la compostura, fue concedi¨¦ndole metros al Madrid y, en el fondo, un trocito del partido. Los blancos dejaron de sentirse amenazados, perdieron el temor a la sorpresa, y se dedicaron a elaborar con paciencia. Tal vez con demasiada paciencia, muy despacito.
Hasta esa media hora de juego, el Madrid hab¨ªa vivido en exclusiva de los movimientos de Ra¨²l y de su banda izquierda. Por all¨ª, los centros de Guti, y, sobre todo, las incursiones de Roberto Carlos a toda pastilla, ense?aron la vulnerabilidad defensiva del rival. Tambi¨¦n las buenas maneras de su guardameta, el uruguayo N¨²?ez, que vive con atenci¨®n el partido, sale con decisi¨®n y criterio, prefiere anticiparse al tiro del delantero a detenerlo luego. Que si se desploma la porter¨ªa nunca le pescar¨¢ debajo, en definitiva. De la banda derecha del Madrid no hubo noticias en ese primer tramo. Geremi entreg¨® al contrario sus cinco primeros pases hacia adelante y sus compa?eros capta ron el mensaje a la primera: a jugar por el costado contrario. As¨ª hasta que Toshack se hart¨®, minuto 25, y puso a calentar a McManaman. 120 segundos despu¨¦s, tras tres penetraciones consecutivas de Michel Salgado y Geremi, el ingl¨¦s volvi¨® a sentarse.
Pese a que empez¨® a alternar los flancos por los que progresar, pese al retroceso rival, el Madrid alcanz¨® el descanso con argumentos para reclamar la victor¨ªa Media docena de disparos y poco m¨¢s. Ten¨ªa un equipo m¨¢s propicio para el toque, pero la mala tarde de Redondo —bien en el robo, fatal en la elaboraci¨®n— y la excesiva lentitud del equipo anunciaban problemas para la segunda mitad.
Sin embargo, el Numancia se encarg¨® de alegrarle la jornada al Madrid. Nada m¨¢s arrancar la segunda parte, a la que Toshack entreg¨® a Mc Manaman por Guti, en un centro tan largo como inofensivo de Roberto Carlos, Iv¨¢n Rocha pag¨® su propensi¨®n a retrasar el bal¨®n a su guardameta. Se olvid¨® de que N¨²?ez sale siempre hasta el balc¨®n del ¨¢rea y cabece¨® hacia atr¨¢s. Sin hacer nada, el Madrid se encontr¨® con el 1-0 y el Numancia abierto. Justo lo que necesitaba para respirar tranquilo. En ese preciso instante supo que su victoria ya era irreversible.
La bonanza del marcador y' la rendici¨®n del Numancia le pintaron otro partido al Madrid. Tambi¨¦n la aparici¨®n por los costados de Mc Man¨¢man y m¨¢s tarde Savio, que, adem¨¢s de empujar a Ra¨²l a su sitio natural —la delantera—, agujerearon al Numancia. Bien con carreras hasta la l¨ªnea de fondo, bien con diagonales hasta el ¨¢rea, tanto el ingl¨¦s como el brasile?o sacaron al Bernab¨¦u de su estado de bostezo. La afici¨®n s¨®lo se hab¨ªa movido para silbar los c¨¢nticos de los seguidores de Numancia, pero con Savio y McManaman se hart¨® de aplaudir en la segunda parte.
Los goles fueron cayendo por s¨ª solos, a buen ritmo. Se impuso finalmente la l¨®gica y el marcador retrat¨® la diferencia que realmente existe entre un mundo y otro. El Madrid se recre¨® y hubo fiesta en el Bernab¨¦u. Y hasta Jap¨®n Sevilla, el ¨¢rbitro, se concedi¨® un homenaje de decisiones cargadas de protagonismo. Todo sucedi¨® despu¨¦s de que Rocha apu?alara de muerte al Numancia con un cabezazo in comprensible hacia atr¨¢s.
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