El metal de Sevilla
LOS CAMPEONATOS del Mundo de atletismo, clausurados ayer en Sevilla, dejan para el recuerdo im¨¢genes imborrables, algunas marcas excepcionales y mucha emoci¨®n. Tambi¨¦n unos muy estimables resultados de los participantes espa?oles, incre¨ªbles hace apenas 15 a?os. El oro maratoniano de Abel Ant¨®n y la plata en longitud de Yago Lamela simbolizan lo que ha corrido de ayer a hoy el atletismo nacional. El marat¨®n es la historia, el gran marchamo griego de la alta competici¨®n de siempre hecha de fe, resistencia y abnegaci¨®n. La longitud es la afinaci¨®n total de la t¨¦cnica que exige un conocimiento hasta anat¨®mico y aerodin¨¢mico del ser humano.Cuatro medallas, dos oros, una plata y un bronce constituyen un buen balance de estos campeonatos, aunque el primer metal, el oro tambi¨¦n en longitud de la ex cubana Niurka Montalvo, sea consorte, por el matrimonio de la atleta con un espa?ol. Ese acopio representa el aut¨¦ntico valor de un atletismo, instalado ya en el ¨¦xito de una potencia notable, pero no de primer¨ªsima l¨ªnea. Y eso nos lleva a otras consideraciones de oportunidad y comedimiento patri¨®tico.
Aunque se entiende que el pa¨ªs anfitri¨®n concurre con m¨¢s competidores de los correspondientes por criterio estrictamente deportivo, la representaci¨®n espa?ola no dejaba de ser por ello algo sobrada. No ser¨ªa razonable caer en la ro?osa ecuaci¨®n n¨²mero de medallas-participantes, para determinar el peso espec¨ªfico de un deporte; pero s¨ª entre finalistas y competidores, con lo que la proporci¨®n de Sevilla se ve un poco inflada.
La autocomplacencia y el patrioterismo han corrido tambi¨¦n entre directivos, atletas y profesionales de la retransmisi¨®n. Voces presuntamente autorizadas preve¨ªan entre ocho y once medallas, s¨®lo para cambiar de tono al ver que no llegaban, para decir entonces que "lo importante es participar". Alg¨²n atleta recurri¨® a un victimismo anacr¨®nico para explicar su mala actuaci¨®n. Los comentaristas de televisi¨®n pasaban demasiado r¨¢pidamente de la euforia injustificada a la justificaci¨®n casu¨ªstica del fracaso.El nacionalismo deportivo es en parte inevitable, pese a todas las mundializaciones, pero molesta en su versi¨®n at¨¢vica.
Ha sido especialmente lamentable que la tendencia de los pol¨ªticos a convertir en publicidad todo lo que tocan haya hecho al presidente del Gobierno caer en la tentaci¨®n de hacerse presente sobre el terreno: para que le captasen las c¨¢maras-y reprodujera la televisi¨®n p¨²blica- entreg¨¢ndose a s¨ª mismo (simb¨®licamente) la medalla que se hab¨ªa trabajado Abel Ant¨®n. No hubo nada parecido en los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona, aunque hubo entonces m¨¢s ocasiones. ?A qui¨¦n se le ocurrir¨ªa la idea? ?No habr¨¢ entre los muchos asesores de imagen que se pasan el d¨ªa maquinando, alguien capaz de entender que a la gente le irrita sobremanera el deseo de figurar de los pol¨ªticos?
El asunto de las giraldillas con propaganda filoetarra fue, con todo, lo m¨¢s desagradable de estas jornadas. Por una parte, por el rid¨ªculo en s¨ª, agravado por la tendencia de todos los estamentos afectados a pasarle la responsabilidad a otro. Pero tambi¨¦n por la banalizaci¨®n de la violencia terrorista a que el gesto ha dado lugar. Por supuesto que es preferible que los amigos de ETA recurran a los m¨¦todos de Greenpeace y no a los de Al Capone; pero que un consejero de Justicia diga que aplaude la iniciativa resulta ofensivo: algunos de los presos cuyo presunto derecho a elegir c¨¢rcel tan jovialmente se reclamaba asesinaron hace poco a un concejal de la misma Sevilla y a su esposa. El olvido tiene un l¨ªmite, incluso en un acontecimiento tan propenso a ello como unos campeonatos de atletismo.
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