El derecho a saber
El revuelo creado acerca del posible consumo de coca¨ªna por el gobernador de Tejas, George W. Bush, no es el primero ni ser¨¢ el ¨²ltimo ejemplo de la ferocidad ¨²nica de Am¨¦rica por probar a sus pol¨ªticos electos ante su destrucci¨®n. Antes de que el pa¨ªs d¨¦ otro giro hacia la consideraci¨®n de la ambig¨¹edad moral como inhabilitadora del cargo, tiene sentido preguntar: ?Qu¨¦ preguntas pueden plantear los votantes? ?Cu¨¢les no?(...) La decisi¨®n de hablar claro es vital, porque los votantes tienen el derecho de saber si alguien est¨¢ mintiendo. (...)
La naturaleza del asunto tambi¨¦n importa. No todas las acciones merecen el mismo grado de examen. (...) Un crimen violento es peor que la posesi¨®n de coca¨ªna, aunque ambos sean delitos. Y es verdad que las afirmaciones incompletas de Bush reflejan una m¨¢s amplia ambivalencia de la actitud p¨²blica hacia las drogas. (...) Pero aunque un candidato no mienta, y el tema pudiese no justificar el examen p¨²blico, los votantes est¨¢n autorizados a preguntar si un candidato es un hip¨®crita. (...)
Bush tiene el derecho a decir que ha aprendido de sus errores y ha concluido que las leyes antidrogas duras funcionan (aunque est¨¦ equivocado). Habr¨ªa sido m¨¢s convincente si hubiese dicho que consumi¨® coca¨ªna, que era lo habitual en esos tiempos, y que la experiencia le persuadi¨® de la necesidad de ese tipo de leyes. Pero no lo ha hecho as¨ª. Simplemente se niega a confirmar o negar. Ha elegido ser menos que sincero. Londres, 28 de agosto
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